Revista Cine

De cristal

Por Alfonso


Llega la noche de san Juan para, entre saltos muy deficientes y licores mal tomados, o entre acrobacias gráciles y deseos de todo corazón, desvelarnos y hacernos repasar, disfrutar en la memoria de nuevo, mil y un momentos olvidados, sueños rotos y ocurrencias disparatadas. Para desentendernos del pobre fútbol que llega del sur de África, al menos mientras comentamos el combate a muerte librado en la yerba londinense entre dos guerreros armados con raquetas de tenis, Isner y Mahut sus linajes, los que deberemos almacenar en nuestro archivo del hemisferio deportivo; del euro, el dólar, la libra, el yen, el yuan y sus fluctuaciones; para no asomarnos al poder del cuarto poder, a una revista de espíritu demoledor y agotador que derivó en papel de tendencias de temporada y pobres recomendaciones, la Rolling Stone nodriza -sus distintas sucursales te llevan a odiar la globalización y el ego de las firmas invitadas, y están a años luz de sus entrevistas, quede dicho -, que vuelve a las andadas y hace lo posible por agrietar la cúpula militar estadounidense, y que un soberbio general descubra en su apellido, McCrhystal, la fragilidad y falta de cohesión de su carrera y cometido, el peligro de ir por las montañas afganas con un par de nuchankus junto a las bombas pacificadoras; para mirar de soslayo el arte con intención de denuncia, el film Gallerianki (2009) de Katarzyna Roslaniec, que incide en la prostitución de las adolescentes en los centros comerciales de Warszawa, de como pasar de encerrarse en cuarto de aseo a lucir un bolso de marca barata es más fácil que poner de acuerdo a cuatro polacos, que, sabido es, siempre sumaran seis opiniones distintas.

 

Llega la noche de san Juan para que el parado eche de menos su paga extra, su remuneración que dilapidar entre cañas con sabor a lavavajillas en vaso de tubo -el creador de semejante recipiente debería arder en la misma planta del infierno que Woody Allen reservó al inventor del metacrilato en Deconstructing Harry (Desmontando a Harry, 1997)-, tapas de cerdo y fritura acompañadas de reuniones imperfectas, imposibles por familiares, multitudinarias o ambas cosas, con paellas recalentadas y orujos mil. También para que el trabajador de contrato antediluviano y la funcionaria que se plantea si continuar con su relación sentimental actual, adoptar una niña china, irse de vacaciones a La Habana o comprarse un gato – las opciones dos y cuatro fácilmente le pueden sobrevivir: ellas ganarán si lo piensa detenidamente; como no lo hará...- tengan una excusa justificable a la hora de no despegar las ideas ni los ojos. Para que la manga corta, las sandalias, el combinar colores, logotipos y dibujos sin la menor vergüenza, sea una realidad, una redundante vergüenza.


Llega la noche de san Juan para confundir solsticio vernal -aquí, en el hemisferio sur, donde se patea hoy al Jabulani llámesele con propiedad: hiemal- y paganismo con religión y cristianismo. Para reflexionar en una extraña frase de W. Faulkner: “Los hechos no guardan relación con la verdad”. Qué verdad. Para quemarnos con ella.


DE CRISTAL


El general McChrystal con sus nuchankus


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