Revista Opinión

De la ridícula historia de Inglaterra IV

Publicado el 08 noviembre 2014 por Vigilis @vigilis
Lo que hay que saber de la Guerra de los Cien Años es que ni fue una guerra ni duró cien años. El largo periodo de enfrentamiento entre el rey de Inglaterra y el rey de Francia —no entre Inglaterra y Francia, ya que los países, tal como los entendemos hoy, todavía no se habían inventado— tiene varias causas y de hecho yo las extendería a siglos precedentes. Podríase decir que el conflicto comenzó en tiempos de Guillermo I. Que un duque, vasallo del rey de Francia, fuera a su vez rey, es algo que sólo podría funcionar si habláramos de pequeños estados alemanes donde varias casas reales de pitiminí acababan siendo vasallas unas de otras.  Pero no era el caso.
Cien años después de Guillermo I, Enrique II —Peter O'Toole— adquirió Guyena por su matrimonio con Leonor de Aquitania. Guyena es la parte suroeste de lo que hoy es Francia. Así las cosas, el rey de Inglaterra era un señor feudal desde el punto de vista francés que tenía más territorios en Francia que el propio rey de Francia. Este hecho fue una excelente excusa para que Eduardo III de Inglaterra, sobrino de Carlos IV de Francia se propusiera candidato al trono francés. Esto a los gabachos les sentó como un tiro y reunidos en torno a unas baguettes decidieron apoyar la reivindicación de otro pariente del rey, un tal Felipe VI que sería conocido como El Afortunado, por aquello de que le tocó la lotería por carambola. De hecho, este Felipe iniciaría los tres siglos de reinado de la dinastía de Valois en Francia.
De la ridícula historia de Inglaterra IV
Unas primeras victorias inglesas consolidaron el dominio normando sobre amplias zonas de lo que hoy es Francia. Estas nuevas tierras significaron la consolidación de una nueva clase de nobleza militar para la que Eduardo creó nuevos títulos. Esta nueva nobleza "combat-ready" protagonizará la imagen que tenemos del señor medieval con su heráldica, sus banderolas y su armadura limpita. El caballo de batalla, la armadura de placas y los arqueros que tienen -5 en lucha cuerpo a cuerpo son todos lugares comunes de la primera mitad del siglo XV. Estas primeras décadas del siglo XV son las que explican la aparición del Renacimiento en el norte de Europa de forma un poco más tardía que en Italia.
Es una época de grandes cambios no buscados. Se va consolidando paulatinamente el poder real. Este fenómeno no es único en Inglaterra y Francia, sino que es compartido por todos los reinos europeos. No es casualidad que por misma época los portugueses, una vez libres de la morería, continuaran avanzando a través del mar. Es una época en la que comienza a ganar el poder real frente al poder de la nobleza, la visión del mundo se hace más amplia y en Europa, poquito a poco se va recuperando el concepto de universalidad propio de la Época Clásica, en detrimento del concepto de particularidad, propio de los minireinos pseudo tribales de la alta Edad Media.
Este extraño periodo del pre-Renacimiento que termina con la caída de Bizancio y la huida de sus artistas, filósofos, médicos, ingenieros, arquitectos, etc. hacia el Mediterráneo occidental donde serían mejor tratados que en la corte del Turco, es consecuencia directa del gran éxito de los siglos XII-XIII. La época en la que Fernando III entra en Sevilla es como una mini-edad de oro que tendrá consecuencias en los siguientes siglos. Así por ejemplo, la mejora de la producción agraria y el aumento de población llevarán a la pobreza a muchas personas en una época de guerra en la que cae la producción. Si a esta hambruna y miseria le sumamos los desplazamientos de población en busca de mejores lugares y cómo, al mismo tiempo, una señora que se llama Yersinia Pestis acompañaba a estos catetos allá donde iban, tendremos una imagen bastante horrorosa de finales del siglo XIV.
La Peste Negra tiene lugar al comienzo de la Guerra de los Cien Años. Ejércitos semi-permanentes cabalgan por el norte de Francia arramplando con la producción de comida en ocasiones destruyendo los medios de la gente para obtener comida futura y además condenando a un par de generaciones de franceses en edad de tener hijos a la muerte en el campo de batalla. A esto le sumas sucesivos brotes epidémicos. Para que os hagáis una idea, Francia ya nunca más levantaría cabeza.
1350
Población estimada de Francia: 20 millones.
Población estimada de Inglaterra: 3 millones.
1400
Población estimada de Francia: 16,5 millones.
Población estimada de Inglaterra: 2,5 millones.
1450
Población estimada de Francia: 19,5 millones.
Población estimada de Inglaterra: 3 millones.
A la causa dinástica, súmale la crisis de población y por tanto la necesidad práctica de reclamar terreno. Hay otras causas del enfrentamiento intermitente entre normandos y franceses. Se habla de la influencia de los comerciantes de lana flamencos enfrentados con los franceses e interesados en que sus socios comerciales aseguraran sus ingresos en tierras del continente. Yo no sé hasta qué punto fiarme de esta idea tan repetida por historiadores extraños. Yo sólo sé que a finales del siglo XIV Sillicon Valley estaba en Medina del Campo y Nueva York estaba en Burgos. El comercio de lana en el norte de Castilla creó no solamente magníficas ciudades con sus catedrales y sus universidades, sino que logró acumular el suficiente capital que sentaría las bases materiales de la construcción del Imperio.

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De cuando Bilbao era el puerto de Burgos.

Evidentemente, Castilla, como el reino más rico de Europa y con el know-how militar más demandado por la Cristiandad no se mantuvo al margen de este enfrentamiento entre franceses e ingleses. Con la victoria de Enrique II de Trastámara en la Primera Guerra Civil Castellana, su reino apoyará la causa francesa y en varias ocasiones la armada castellana hará su aparición por el Canal de la Mancha.
A los ingleses esto no les gustó nada y de forma inoportuna queman una flota comercial castellana en Saint-Malo. Hay que entender que a finales del XIV la lana era el petróleo de nuestros días. Evidentemente los ingleses, que también eran exportadores de lana esto lo hicieron buscando un doble fin: castigar a los aliados de Francia y asegurar que el precio de sus exportaciones no bajara frente a otro competidor. Esto no acabó de sentar muy bien a los castellanos, que, evidentemente, no se quedaron quietos. Todavía nadie había inventado la palabra "neocón" y por tanto tomaron cartas en el asunto. Vaya si las tomaron.
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La primera acción punitiva fue liberar la ciudad de Brest y devolvérsela a los franceses. A continuación, las galeras de la armada castellana cruzaron las líneas inglesas, remontaron el Támesis, cobraron su justo botín de guerra en forma de oro y sexo no consentido con las lugareñas y a un palmo de Londres comprobaron que aquello era un lodazal inmundo, se dieron la vuelta y regresaron a España.
Pagaría por ver la cara de los ingleses y de los franceses viendo que estos tipos llegan con sus barcos, se meten en medio de sus líneas, las cruzan, desembarcan en Inglaterra y llegan a su capital. Creo que la expresión "primer aviso" se queda corta. Ah, pero de esto tampoco veremos una película de Hollywood.
Ficieron gran guerra este año por la mar, e entraron por el río Artemisa fasta cerca de la cibdad de Londres, a do galeas de enemigos nunca entraron.

A Eduardo III le sucedió su nieto Ricardo II ya que su hijo, el príncipe Negro, murió antes que él. Durante su reinado los franceses recuperaron casi todas las posesiones inglesas en el continente. entre otras cosas los gabachos fueron más hábiles con su política de alianzas. Con Castilla, Aragón y Escocia de su lado, los ingleses las pasaron canutas. Es más, la nobleza inglesa prefirió al regente Juan de Gante para dirigir el reino antes que al propio rey. Esto al rey no le gustó nada y cuando Juan de Gante murió, decidió desheredar a su hijo, Enrique de Bolingbroke. Mala idea.
Enrique de Bolingbroke apañó a un grupo de cejijuntos con palos, llegó a la corte, le quitó la corona a Ricardo II, se puso la corona y decidió ser Enrique IV. Creo que Shakespeare tiene algo escrito acerca de esto: «cuando todo lo que resta es caer, importa mucho cómo caer». De esta bobada sí encontramos millones de películas.

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Qué limpitos y qué pelo tan suave.

A Enrique IV le sucedió su hijo Enrique V, quien consideró que los franceses habían tenido suficiente tregua con los dimes y diretes de la corte inglesa. Allá que se fue a hacer la guerra a Francia y sorprendentemente ganó una batalla decisiva en Azincourt.
—Mi Señor, los franceses nos superan en número, tienen caballería pesada y muchas banderitas de colorines. Nosotros sólo tenemos a un montón de arqueros que reciben una penalización de -10 al enfrentarse con unidades montadas y -5 en lucha cuerpo a cuerpo.
—Oui, pero recuerda que son franceses.
Y tanto que eran franceses. El arco largo inglés arrasó al ejército enemigo, Enrique V se casó con la hija del rey de Francia y se firmó un tratado por el que su hijo heredaría Francia. Además, como consecuencia imprevista, esa batalla creó la ley histórica que afirma que los franceses no saben combatir.

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Batalla de Azincourt. Las flechas indican por dónde salieron llorando los franceses.

Enrique V murió ocho meses después de nacer su hijo, el Consejo de Regencia procuró defender los derechos dinásticos del nuevo Enrique VI pero los franceses vieron en la minoría de edad del heredero un vacío de poder que aprovecharon para aupar al delfín Carlos al trono. Claro que como legalmente no podían nombrarlo rey, orquestaron una campaña de marketing: montaron en un caballo a una doncella de Orleáns y la mandaron con las tropas a combatir a los ingleses.

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¡Juanaaa, Juanaaa!

La ley histórica dice que el soldado francés huirá de una batalla si no es mimado adecuadamente. Pero esa ley no dice nada de las francesas. La doncella de Orleáns, Juana de Arco, inspiraría al ejército francés y con su victoria en la batalla convencería a Carlos de ser coronado rey de Francia, incumpliendo así un tratado internacional y traicionando a los ingleses, cosa que me deja con una sensación agridulce en el paladar. ¿No podían perder los dos? El caso es que los borgoñones, franceses aliados de Inglaterra, capturan a Juana y la entregan a la tétrica y terrible Inquisición Inglesa, que no tiene otra cosa mejor que hacer que quemarla en una pira. Una costumbre bastante fea de los ingleses es quemar a gente en hogueras. Ah, pero son más famosos por el té. Ya.
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La fase final de la Guerra de los Cien Años viene determinada por el cambio de chaqueta de los borgoñones. Estos dejan su tradicional alianza con los ingleses y se alían con el bando francés. A partir de ahí, y con la rica aportación de las ciudades del norte y de la frontera con Alemania, los franceses en ausencia de varios frentes concentran sus esfuerzos en recuperar Normandía —que por otra parte nunca había sido suya— y después la Guyena. Incapaces de aguantar el sitio a sus ciudades costeras, los ingleses terminan perdiendo todas sus posesiones continentales excepto una finca en el Paso de Calais (que ellos llaman estrecho de Dover porque son unos mírame y no me toques).
Imaginaos el pifostio que se monta en Inglaterra. Un montón de nobleza desposeída, una corona en bancarrota, la gente hasta las narices de pagar impuestos, todo el mundo endeudado. Claro, con razón empezará el juego de las sillas musicales que conocemos como Guerra de las Rosas. Ya sabéis: el enfrentamiento entre la Casa Stark y la Casa Lannister. O como se llamen.

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