Revista Opinión

De la ridícula historia de Inglaterra VII

Publicado el 07 marzo 2015 por Vigilis @vigilis
Después de Enrique VIII, el hijo que este tuvo con Jane Seymour —Eduardo— reinó durante seis años. O mejor dicho, reinó un consejo de regencia porque Eduardo era un niño. Un niño que murió de tuberculosis y en cuyo manoseado testamento se excluía explícitamente a su hermanastra María de la línea de sucesión. Pero entre un testamento y un ejército, suele ganar el ejército.

De la ridícula historia de Inglaterra VII

Londres, 1550

Quedaban todavía en Inglaterra miles de partidarios de la causa católica y por lo tanto nobles dispuestos a asegurar a María en el trono. La persecución religiosa con la que Enrique VIII impuso el anglicanismo en el reino era dificil de olvidar pero María demostró desde el comienzo no ser motivada por la venganza y la crueldad de su padre. Solamente mandó ejecutar al cabecilla del intento de impedir que no fuera reina y amnistió a los partidarios católicos que esperaban el cadalso. Y esto es raro, porque en todas partes lo primero que te dicen de María Tudor es que era cruel y vengativa. Os lo juro. Incluso en una rancia enciclopedia Espasa a la que tengo acceso es lo primero que dicen. Y eso que es una enciclopedia escrita por católicos con gafas de pasta de los tiempos en que las gafas de pasta eran normales.
Aunque María llega al trono con 37 años, su heredera era su hermanastra Isabel, hija de la Bolena, conocida agitadora protestante, por eso era importante tener descendencia y asegurar una línea de sucesión que satisficiera a los partidarios de la causa católica. Y ahí es cuando empiezan los problemas.

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Luz de Trento, martillo de herejes, espada de Roma, barrita de chocolate.

Su primo Carlos era por aquel entonces un tipo con cierta influencia en el planeta Tierra y le sugiere desposar a su hijo Felipe, cosa que ella acepta porque Felipe era rubio, Tiziano lo pintaba con boquita de piñón y además ya tenía un hijo de ocho años —Carlos, muy revoltoso— así que no iba a tener que cambiar pañales. A los protestantes ingleses cualquier elección de María no les iba a gustar, por ahí el no ya lo tenía. Pero a los católicos ingleses no les gustó que eligiera a un príncipe extranjero. Menos aún a uno de los Habsburgo españoles que por aquel entonces acumulaban más poder que Bill Gates y el creador del Trivial Pursuit al mismo tiempo. En la política europea durante muchos siglos habrá dos cuestiones fundamentales que darán al traste con planes razonables: Dios y la patria.
La desazón que provoca la intención de María de casarse con Felipe es aprovechada por Francia que a través de su embajador apoya una revuelta para deponer del trono a María. En este intento de insurrección hay material para una buena película: existen partidarios de los Habsurgos en Londres y María firma sus primeras sentencias de muerte. Isabel Tudor acaba presa como cabecilla de la conspiración y esto motiva a los historiadores ingleses a crear un mito en torno a su persona.
Una vez los alborotadores están muertos o en prisión, el parlamento inglés aprueba la ley del matrimonio de la reina con Felipe. Es un acuerdo político por el que Inglaterra no estará obligada a apoyar la política exterior española y Felipe no podrá contratar extranjeros para la corte. Para igualar el estatus de los contrayentes Carlos nombra a su hijo rey de Nápoles y de Jerusalén.

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Felipe (26) y María (37), con sus perros microscópicos, pasando la tarde (Hans Eworth).

Se puede ver en la no obligación de Inglaterra de contribuir a las guerras que hace España un éxito para los ingleses. Pero es curioso que bajo el horroroso Enrique VIII, el país con el que más se aliaba Inglaterra era España. Es más, la tradicional enemistad angloespañola todavía no existía en la época de los Tudor. Diferencias motivadas por la religión había, sí, y pronto aparecerá el problema comercial con Nuevo Mundo, pero por aquel entonces, como en nuestros días, el enemigo común es Francia.
Se suele decir que María deshizo los cambios religiosos de su padre y volvió a meter en el redil romano al reino, pero mucha parte del daño ya estaba hecho. Las tierras de los monasterios no regresaron a la Iglesia, sino que quedaron en manos de los terratenientes y además, pese a las reinstauradas leyes contra la herejía, se prometió no obligar a nadie a abrazar la fe católica. Una vez ordenado el aspecto religioso y desactivadas las conspiraciones francesas en la corte, Felipe marcha a Flandes a hacer un poquito la guerra contra los franceses. A María, aburrida, se le cae el palacio encima y recuerda cómo su padre mandó ejecutar a su institutriz a cuyo hijo nombra arzobispo de Canterbury y también al mayordomo de la casa donde se crió, uno de los organizadores de la resistencia católica contra Enrique VIII. Entonces es cuando se pone a cortar unas poquitas cabezas de nobles protestantes. Nada en comparación con las persecuciones anticatólicas de su padre, en las que no sólo se cortaban cabezas sino que además se quemaban campos y se extendía la hambruna entre los vasallos.

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Escudo de armas de María.

La política exterior inglesa bajo el reinado de María se vio oscurecida por el ascenso al trono imperial de Felipe. El comercio inglés pasaba por Francia y Francia solía estar en guerra con España. Inglaterra estaba en el medio de intereses en conflicto y su política exterior se limitó a asentar su presencia en Irlanda y a perder su última plaza continental, Calais, en uno de los infructuosos intentos franceses de deponer a María.
María muere tras seis años de reinado y después de crear muchos enemigos para la fe católica en Inglaterra. La Tudor pudo vencer con éxito numerosas conspiraciones en su contra, pero no pudo contra una sospechosa enfermedad que también se llevó por delante la vida del arzobispo de Canterbury exactamente el mismo día que ella. Yo sospecho que ese día la princesa Isabel estaba en la cocina del palacio. Con Rubalcaba.
Isabel I

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Isabel Tudor, la reina virgen.

Los ingleses se lo flipan con Isabel, que fue la última Tudor y no se casó nunca aunque tenía un amigo especial. El gran éxito de Isabel es lograr bajar el tono de la disputa religiosa en el país. Para ello reforma la iglesia de Inglaterra adoptando una liturgia parecida a la católica y condenando a los protestantes más radicales, llamados puritanos, que eran la némesis de los católicos. La paz entre dos es más fácil cuando los dos odian al mismo tercero. Esos puritanos, al final del reinado de Isabel, serán expulsados de Inglaterra y levantarán las primeras colonias inglesas de Nuevo Mundo.
Habíamos dicho antes que los problemas políticos se reducían a Dios y a la patria. Si más o menos lo de Dios lo arregló Isabel matando protestantes para contentar a los católicos, lo de la patria (el trono) era una cuestión diferente. Por aquel entonces era reina de los escoceses una tal María Estuardo. Se daba el caso de que María Estuardo era nieta de la hermana de Enrique VIII y por lo tanto, si quitamos a las concubinas de Enrique del árbol genealógico, la legítima heredera de María Tudor al trono inglés.

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María Estuardo, reina de los escoceses, en una reciente película. ¿Os habéis fijado que a las reinas católicas las ponen siempre con el pelo negro?

María, reina de los escoceses, acumulaba otras dos cosas en su contra: era católica y estaba casada con el rey de Francia. ¿Cómo creéis que le sentaba esto a Isabel? Yo creo que regular.
Cuando la joven María se quedó viúda del rey de Francia, el acuerdo francoescocés por el que los franceses protegían Escocia quedó en agua de borrajas. María regresó a una Escocia dividida entre las dos facciones religiosas, se casó con un católico, tuvo un hijo (Jacobo, acordaos del nombre), su marido mató a su amigo especial, ella después lo perdonó, luego él la traiciona, después a él lo asesinan. Un panorama, vamos. Después María se casa con el asesino de su marido, sobre el que hay rumores de que la había secuestrado y violado antes. La apresan, aborta, la rescatan, forma un ejército, pìerde una batalla y la vuelven a hacer cautiva, esta vez en Inglaterra. María tiene 26 años.
María era la cautiva más complicada del reino. Isabel no se la podía cargar así que tramaba conspiraciones para restarle partidarios. Los españoles, por su parte, trataron infructuosamente de defender su causa (la iban a casar con Don Juan de Austria). Total, que al final Isabel accede a que juzquen a María por conspirar contra ella. La juzgan de forma bolivariana y le cortan la cabeza. Isabel entonces se hace la loca y ordena encerrar a sus verdugos en plan "conmigo no va la cosa". Es el año 1587 y en España los astilleros y atarazanas están doblando los turnos.
La Felicísima Armada
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El problema militar de España era Flandes, no Inglaterra. Los piratas ingleses patrocinados por la reina Isabel eran una leve molestia en comparación con la sangría de los Países Bajos. Durante la década de los años 1570 Inglaterra trató sin éxito de ganar alguna batalla a las flotas de galeones españoles en alta mar. Los herejes, despechados por las continuas derrotas, decidieron entonces atacar las flotas americanas en los puertos ibéricos y apoyar a los levantiscos holandeses. Esto por sí solo ya es un causus belli, pero Felipe II, ejerciendo la responsabilidad que se espera de la potencia hegemónica, esperó a una resolución de Naciones Unidas (Regnans in Excelsis).
Uno no se pone a construir 100 barcos sin que todo el mundo se dé cuenta. La flota inglesa ataca algunos puertos españoles los meses anteriores a la partida de la armada, retrasando los planes de invasión y dando un tiempo precioso a los ingleses para preparar sus defensas.
El plan era ir a Flandes, embarcar a los tercios y llevarlos a Inglaterra con el fin de poner a la Virgen Santísima en un bonito altar de la abadía de Westminster. El plan fracasa no solamente por el mal tiempo, sino también por la estrategia inglesa de atacar a los españoles en puerto (en Calais, por ejemplo) y lanzar brulotes a buques anclados muy cerca unos de otros. La imposibilidad de embarcar a las tropas trastoca los planes españoles, que dejan atrás a los corsarios ingleses y rodean por el mar del Norte las islas Británicas para regresar a la península. Estamos hablando del paralelo 60ºN, el mismo que cruza Alaska. Por esas aguas los españoles sufren la mayoría de sus pérdidas, fundamentalmente buques de transporte. Los supervivientes de los naufragios logran llegar a las costas de Irlanda.
Las consecuencias de este enfrentamiento fueron básicamente dos: los españoles aprendieron a hacer mejores barcos (en 1590 se triplicó el tonelaje de mercancías americanas de la década anterior) y los ingleses armaron su propia Contraarmada.
La Contraarmada

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María Pita, enseñando modales.

La Contraarmada inglesa tenía por objetivo frustrar las reparaciones de los barcos españoles en los puertos del Cantábrico, saquear ciudades (estas misiones eran empresas que requerían rentabilidad económica para los accionistas) y provocar el levantamiento de Portugal, que por aquel entonces formaba parte de la Monarquía Hispánica.
Drake lo intentó en Coruña, sin armas de asedio y con continuas deserciones. Falló y se dirigió a Lisboa, una plaza cuatro veces más grande que la herculina, donde tampoco tuvo éxito. Finalmente los ingleses pusieron rumbo a las Azores, pero la flota hispánica que les había recibido en Lisboa salió en su persecución causándoles continuas bajas y capturando a sus barcos. De regreso a Inglaterra trató de saquear Vigo, que ni siquiera era una plaza fortificada, y también falló. En el Cantábrico salieron en su persecución barcos españoles frescos. Causando también más bajas, deserciones y capturas.
La mayor empresa naval de la historia inglesa hasta el momento había fracasado estrepitosamente, pero los ingleses no iban a dejar así las cosas.
Los españoles tampoco.

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