Revista Opinión

De la ridícula historia de Inglaterra XI

Publicado el 27 diciembre 2015 por Vigilis @vigilis
El siglo XVIII, llamado Siglo de las Luces o de la Ilustración, comienza el 25 de abril de 1707 en los campos de Almansa. Todo el conflicto europeo que se alargará hasta desembocar en el periodo revolucionario es consecuencia de la Guerra de Sucesión Española que con la victoria borbónica establecerá los llamados Pactos de Familia entre el Reino de Francia y la Monarquía Hispánica.
Solamente una semana después de su espectacular derrota en la batalla de Almansa (apenas sus aliados portugueses opusieron una resistencia honorable cuando los casacas rojas comenzaban a huir como niñas) se aprueba el Acta de Unión que crea el Reino de Gran Bretaña. Los ingleses, aliados puntuales de los Habsburgo en esa guerra, dejarán de ver al continente como parte de sus intereses estratégicos y se dedicarán a explotar lo que les funcionaba mejor: el comercio internacional de esclavos y productos de lujo. Era comprensible: los ejércitos franceses no tenían rival en el continente una vez que Francia selló la alianza con España.
Toda la política expansiva inglesa que llega hasta los procesos de descolonización del siglo XX comienza en Almansa y curiosamente en aquella batalla el ejército borbónico estaba dirgido por un inglés, el duque de Berwick, célebre mercenario que tiene muchas aventuras de matar gente a cambio de dinero.
Tratados de Paz
De la ridícula historia de Inglaterra XI
Hacia el final de la Guerra de Sucesión Española, con todo el pescado vendido, se van firmando sucesivos tratados de paz entre las potencias europeas. El Tratado de Utretch de Paz y Amistad entre el reino de Gran Bretaña y España garantiza a los ingleses que Felipe V no reclamará el trono de Francia y que estos dos países no se unirán en una unión personal y además establece la paz cristiana universal (una idea que décadas después Manuel Kant desarrollará en su ensayo sobre la paz perpetua). El Tratado de Utretch de Paz y Amistad entre Gran Bretaña y Francia cede las posesiones italianas y de los Países Bajos Españoles a la casa de Habsbrgo y establece ciertas compensaciones territoriales así como la garantía del monopolio del comercio de esclavos para los ingleses.
Estos tratados de paz les confirmaron a las potencias europeas que Inglaterra no tenía honor ya que se había unido a una guerra en ayuda de los austríacos y firmaron la paz por separado. El emperador austríaco tuvo que firmar varios tratados de paz por separado y renunciar a sus pretensiones sobre la Monarquía Hispánica. La segunda década del XVIII ve nacer, por tanto, la hoy secular ojeriza entre la Europa continental y los ingleses.
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Pero hay más. La Guerra de Sucesión Española de la que huyen los ingleses es causa directa del primer gran crack económico de la historia inglesa. Los ingleses habían fundado la Compañía comercial de los Mares del Sur como una entidad con privilegio real en la que cualquiera podía participar comprando acciones. Esta compañía asumió la deuda pública inglesa en el trascurso de la guerra contra España a condición de obtener el monopolio comercial con las plazas españolas en América. Millones de ingleses invirtieron millones de libras en esta empresa. Los mecanismos financieros modernos todavía no estaban muy pulidos así que muchos compraban acciones con el aval de poseer otras acciones. Cosas.
El caso es que la paz con España sólo permitió el monopolio comercial con el comercio de esclavos. Los beneficios de este comercio no pudieron cubrir las deudas asumidas y muchos ingleses acabaron con su patrimonio reducido a un montón de papelitos sin valor. El estallido de esta burbuja se compara con la crisis holandesa de los tulipanes (cosas del paleocapitalismo protestante). Una vez que los ingleses aprendieron que no pìntaban mucho en América (y sobre todo después de la Revolución Americana), emprenderían el camino de la India donde se apalancaron durante cien años de persecución, lágrimas y muerte.
Hanoverianos
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Al poco de firmar la paz con el resto del mundo la reina Ana muere (1714) y por la Ley de Sucesión inglesa de 1701 sus docenas de posibles sucesores católicos son ignorados hasta encontrar al primer sucesor protestante. La lotería le toca al elector de Hanover, de 54 años, que reinará con el nombre de Jorge I. Esta carambola decide la sucesión inglesa en el trono hasta nuestros días: básicamente príncipes alemanes con dos guerras mundiales contra los alemanes por el medio, asunto que no deja de tener su gracia.
Los dos partidos políticos que empiezan a tomar forma por esta época no son completamente estúpidos y tratarán de ir a más con los cambios políticos que habían comenzado desde el final de la Guerra Civil. Un fuerte Parlamento frente al poder arbitrario de reyes que no son completamente fiables será el tratamiento a seguir (es más, a partir de esta época ya existen datos electorales ingleses al estilo de los que estamos acostumbrados en la Edad de la Ideaca, la de nuestros días).
Tener reyes extranjeros aumenta el poder del Parlamento, pero hay otra consecuencia más importante: un fuerte Parlamento a su vez evita las veleidades revolucionarias de fin de siglo. Cosas que hay que ir apuntando.

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«No sé quién es Isabel de Farnesio, pero si hay que machacar ingleses me apunto».

Jorge I, como rey inglés y príncipe alemán, no duda en ponerse de parte del emperador Carlos VI cuando al rey de España le apetece recuperar las viejas posesiones españolas en Italia. Es una movida que muy poco tiempo después de la Guerra de Sucesión Española, España le declare la guerra al Sacro Imperio, Francia, Gran Bretaña, Saboya y Portugal. Los españoles desembarcan en Escocia y activan sus contactos con los clanes de las Highlands y los jacobitas. La empresa no tiene éxito pero esto no es razón para que no exista ninguna película sobre el asunto.
La muerte de Jorge I lleva a su hijo Jorge II al trono. Otro rey alemán que estará más pendiente de la política imperial que de los asuntos británicos, ya en manos de la política parlamentaria interna. Durante su reinado tiene lugar la última batalla campal en suelo inglés, la batalla de Clifton Moor (1745) que enfrenta a los realistas con las tropas del pretendiente jacobita, católicos, escoceses y demás gente que no estaba muy contenta con el curso de las cosas.
A Jorge II le sucede su nieto Jorge III, un rey que ya nace en Inglaterra y que es famoso porque los estadounidenses ganaron la Segunda Guerra Mundial.
Revolución Americana
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Se le da muchísima importancia a la Guerra de Independencia de los Estados Unidos y se suele vender como un conflicto épico. Como ésta es una historia de Inglaterra y no de los Estados Unidos no profundizaré en el asunto.
Para hablar de la independencia de las Trece Colonias hay que hablar de la formación de Prusia, de su conflicto con Austria por el control de Silesia y de cómo la Guerra de los Siete años arruina a Francia y obliga al Reino Unido a exprimir a impuestos a su población colonial.

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Mosquete Charleville, causa y solución de las guerras de fin de siglo.

Para poner las cosas en perspectiva y restar épica al conflicto, hay que conocer que la mayor parte de la riqueza colonial británica provenía del Caribe (de las islas que les fueron quitando a los franceses durante todo el siglo anterior). En las Trece Colonias había una gran población que se dedicaba a tratar con esclavos y a producir de la tierra. Muchos de estos súbditos descendían de sectas expulsadas por la Madre Patria. Los conflictos internos eran comunes y hay que recordar que las primeras rebeliones en las colonias las ganaron los defensores de la corona y la Iglesia de Inglaterra. A todo esto hay que sumar la ojeriza por los ingleses de las naciones indias del norte y el este y la poca simpatía que los ingleses despertaban en España y Francia.
Al comienzo del conflicto vivían en las Trece Colonias aproximadamente un millón y medio de personas a los que hay que sumar cerca de medio millón de esclavos. Esta población se repartía por aproximadamente un millón de kilómetros cuadrados (dos veces la España peninsular). La guarnición inglesa en tiempos de paz era de unos 10.000 soldados.
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Esta guerra de independencia es un mito fundacional como otros tantos. El sentimentalismo, el nacionalismo y el uso florido de la exageración y la mentira son habituales en estos casos. Sobre aquello de que todos los americanos estaban en contra de los ingleses y que ganaron la guerra practicando la guerra de guerrillas y la genialidad de Jorge Washington no hay mucho que comentar. Este relato florido y los hechos históricos están a años luz.
Ciertamente había muchos más milicianos por la independencia que tropas británicas. Pero no hay que olvidar que una cantidad similar de leales a la corona eran un mayor problema que las tropas británicas. La bella prosa legal que las asambleas de los estados van aprobando con bonita caligrafgía incluye sin excepción requerimientos de lealtad. Gran cantidad de colonos se negaban a jurar lealtad por los levantados y las nuevas leyes permitían a los independentistas no pagarles las deudas, expropiar su patrimonio y expulsarlos de la vida pública. Hay una historia poco estudiada sobre las decenas de miles de colonos americanos que tuvieron que sufrir el destierro tras la guerra.
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También hay que decir que sin la flota francesa y sin que los españoles abrieran un frente de tierra por el sur los revolucionarios habrían perdido con toda seguridad. El 90% de la pólvora, los uniformes, las botas, la inteligencia y los repuestos fueron aportados por Francia y España. Esta fue una guerra ganada por desgaste y logística (como todas las guerras, por otra parte). Los ingleses no perdieron demasiado (no eran sus colonias más importantes, aunque hablamos de una época donde todavía se valoraba el honor) y la aparición de un nuevo país en Norteamérica no tuvo mayor importancia para nadie en aquel momento.
Lo importante viene después. Toda guerra es la antesala de la siguiente guerra. Las ideas de la Ilustración, los impuestos de guerra, la bancarrota francesa y la experiencia democrática incendiarán la Francia de la siguiente década. Los fuegos artificiales prenderán en la campiña inglesa, cosa que trataremos en el siguiente capítulo.

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