Revista Opinión

De las elecciones surge una España sin ilusión, dividida y difícil de gobernar

Publicado el 27 junio 2016 por Franky
Los resultados de las elecciones del 26 de junio perfilan una España sin mayorías absolutas y con un reparto de escaños que hacen difícil la formación de un gobierno sólido. Si a esa dificultad se agrega la baja calidad de los candidatos y su demostrada incapacidad para anteponer los intereses de España a sus propias miserias y mezquindades, entonces el futuro político del país es muy preocupante y se abren las puertas a unas terceras elecciones. --- De las elecciones surge una España sin ilusión, dividida y difícil de gobernar España, tras los resultados electorales, necesita a políticos generosos y con grandeza, pero carece de ellos porque los disponibles son mediocres, pendencieros, egoístas y escasamente democráticos. Los pactos posibles no proporcionan mayorías y los que abren las puertas a un gobierno sólido parecen bloqueados. La única mayoría capaz de formar un gobierno solvente es la unión del PP y el PSOE, pero esa opción es impensable porque los dos partidos son gallos de pelea acostumbrados a clavarse los espolones y son incapaces de sacrificar sus diferencias en aras del bien común. Todas las demás opciones son difíciles y no otorgan mayorías suficientes.

La gran noticia de la jornada fue la derrota del amenazante comunismo, que quería renacer en Unidos Podemos y que, abandonado por más de un millón de sus anteriores votantes, ni siquiera logró superar al PSOE como fuerza dominante en la izquierda. Las otras grandes sorpresas fueron la holgada victoria del PP, un partido en el que se ha refugiado el miedo, a pesar de haberse convertido en el mas carcomido por la corrupción y el abuso de poder, y la acentuada caída del PSOE, que pierde cinco escaños y obtiene el peor resultado en su historia reciente.

Ante la amenaza de que unas terceras elecciones provoquen una rebelión popular que expulse a los políticos del poder, a patadas en el trasero, y abra un capítulo de regeneración forzada por la indignación popular, el rey Felipe VI va a tener que mojarse y exigir a los partidos que dejen a un lado sus abundantes miserias y bajezas y que pacten por el bien de la nación.

Si el rey no juega fuerte y se mantiene en su cómoda neutralidad, insensible al drama político de España, tal vez ponga en peligro no solo el futuro de la democracia española como sistema, sino también el de la Corona y el de la misma nación.

Para colmo de males, los grandes dramas y carencias de España han estado ausentes de una campaña electoral desconcertante y tan mediocre que ha estimulado el triunfo de la abstención, la mayor en la historia reciente y la verdadera vencedora en los comicios, por mayoría absoluta. Nadie ha hablado de la incosteable estructura del poder político, del exceso de políticos que ordeñan al mayor Estado de Europa, de la necesidad ineludible de regenerar la política, del deterioro profundo de la democracia, del odio creciente de los ciudadanos a los políticos, del verdadero estado de la economía, de la necesidad de frenar el despilfarro y el endeudamiento y de otros muchos dramas y carencias política que han convertido a España en la cloaca que peor huele en Europa.

Alguien va a tener que dar un golpe rabioso e indignado en la mesa para imponer fuertes corrientes de regeneración y si no lo hacen los políticos o el Rey tendrá que hacerlo el pueblo, que no debería soportar unas terceras elecciones, provocadas por la pandilla de inútiles que, incapaces de cumplir con el mandato de las urnas y con sus deberes de liderazgo, degradan la política, la convivencia y el futuro de la patria.

Francisco Rubiales


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