Revista Cine

De latir, mi corazón se ha parado (De battre mon coeur s'est arreté; Francia, 2005)

Publicado el 27 diciembre 2011 por Manuelmarquez

De latir, mi corazón se ha parado (De battre mon coeur s'est arreté; Francia, 2005)El ‘etiquetado moral’ de los personajes cinematográficossiempre ha sido una cuestión que se ha movido pendularmente, oscilando entre lacaracterización unívoca y antagonista propia del cine más comercial, promovidopor los grandes estudios (con buenos y malos ‘de película’; los primeros, paraque el espectador medio empatice y se identifique con ellos; los segundos, parasu demonización y exorcización correspondiente…) y la construcción más compleja(y, por ende, realista) que lleva a cabo ese cine cuyos personajes se mueven enun territorio más ambivalente, ambiguo y de doble componente; personajes en losque, como en la vida misma, cabe el bien y el mal, la violencia y la ternura,el ángel y el diablo. Seres que, llevados al límite, pueden devenir en monstruoscuasi inhumanos, pero que no dejan de ser, en cualquier caso, personas de carney hueso.
Así es Thomas Seyr, un joven insultantemente descarado (yatractivo), inquieto, nervioso, y que se dedica profesionalmente a los negociosinmobiliarios poco escrupulosos, por denominarlos de alguna manera (unaactividad altamente lucrativa, ‘heredada’ de su padre, y que le permitemantener un tren de vida de altos vuelos: apartamento de lujo, mujeres, vidanocturna agitada, más mujeres, ropa cara, aún más mujeres…). Es una actividadque a cualquier otro le causaría notorios problemas de conciencia, pero que al(aparentemente) irreflexivo Thomas, así como a sus compinches de correrías(financieras y de las otras), parece no generarle mayores agobios morales —y, sise los causan, los ahoga bajo un manto sonoro de música estridente martilleandosus oídos, siempre cubiertos por unos auriculares hi-tech, o una hermosa mujerretozando en su cama—. Carpe diem…
Pero Thomas también es hijo de una afamada concertista depiano, una mujer culta y sensible que le transmitió su pasión por elinstrumento, y su talento para sacar de él armonías sonoras poco acordes conlas que suelen amartillar sus días y sus noches. Un encuentro casual con unviejo profesor, con el que compromete una audición, supondrá el reencuentro deThomas con el piano, y una carrera contra el reloj (y las circunstancias de un‘trabajo’ que le deja poco margen para esa tranquilidad que tan necesaria le espara poder concentrarse en ese teclado de posibilidades infinitas…) para poderdar un giro completo a su vida, llevado de la mano de una joven profesora chinade piano con la que solo se puede entender (ella no habla francés; él no hablachino) a través de la música.
Entre esos dos extremos del arco, marcados por la posiciónde sus progenitores, se mueve la peripecia vital de Thomas; y ése, y no otro,es el armazón argumental de la propuesta de Jacques Audiard, ‘De latir, micorazón se ha parado’, una magnífica muestra de cine construido sobre latrayectoria de un único personaje en el que se aglutinan y condensan lassuficientes contradicciones, incongruencias y discordancias como para darle unadensidad y una enjundia que otras historias no obtienen a través de laacumulación de un buen número de ellos. Una construcción para la cual, Audiard,que despliega las dos líneas de acción de su personaje en una narración linealen paralelo sin mayores audacias (aquí no hay cabida para flashbacks nidisgresiones narrativas), juega con dos elementos fundamentales: la dualidad deritmos narrativos y el trabajo interpretativo de un actor de talentodescomunal.
El Thomas Seyr inquieto e inestable que vive en el vértigode sus acelerados negocios, es seguido por una cámara igual de inquieta ynerviosa, que se mueve, generalmente en mano, a través de planos cortos y encorto, montados posteriormente a un ritmo de secuenciación que llega incluso alo frenético, acompasado al ritmo de una música que, cuando se explicita, lohace con ese mismo nivel de convulsión. Por el contrario, el Thomas Seyr que,aun sin abandonar su nerviosismo existencial permanente, intenta volver acontrolar las riendas de ese piano abandonado y ahora recuperado, se mueve enun entorno de imágenes mucho más sereno y reposado, a base de planoscadenciados a un ritmo mucho más tranquilo y con mucho más aire para losentornos y los personajes, como esos arpegios que nunca terminan de cuajar peroa cuyo progresivo dominio se entrega con denuedo. Una dualidad de ritmos ymovimientos que Audiard consigue cuajar en un producto compacto y equilibrado,que siempre transmite, y traslada, al espectador un estado de ánimo acorde conlas oscilaciones en que se mueve la historia, incluso en esa coda final que daacogida a dos golpes de efecto poderosos (y, como suele suceder en tales casos,con su punto de truculencia), con los que se cierra un círculo que abraza lacoherencia desde la contradicción.
Esa contradicción que encarna magistralmente, en un trabajointenso y sin fisuras, el joven Romain Duris; un actor que dota de credibilidada sus bandazos emocionales —los que corresponden a esa dualidad a la que estareseña se viene refiriendo con insistencia, dada su condición de leit motivtemático y tonal— y a sus chispazos episódicos, ésos que le llevan a embarcarseen situaciones complicadas —y que implican un retorcimiento de la trama, con suconsiguiente peligro de exceso—, gracias a un desempeño de aparente desaliño,pero tras el que no es difícil apreciar una tarea impecable de contención ydosificación de un torrente emocional al que solo puntualmente se da salidafísica, pero que siempre bulle en el interior de una mente, la de su personaje,con altas dosis de turbiedad y confusión, ésas que le generan influjos tancontradictorios como los recibidos de sus padres.
 ‘De latir…’ se trata,en suma, de una propuesta cinematográfica madura, cargada de valores dignos dedisfrute, con hechuras técnicas brillantes y una enjundia, en su trama ydesarrollo argumental, al más alto nivel, el del cine francés (y, por ende,europeo) que puede tratar de tú a tú a cualquier otra cinematografía, auncuando no ostente los oropeles comerciales que alguna de estas otras puedaexhibir. Pero ésos, amigos lectores, son otros misterios, tan insondables comolos de la más mistérica de las religiones. En fin…

Volver a la Portada de Logo Paperblog