Revista Filosofía

De lo que no puedes decirte hay que callar

Por David Porcel
Comparto estas delicias literarias del poeta Miguel Porcel. Se trata de tres poemas y una reflexión reunidos por la idea de una verdad que silente se revela a un poeta herido. La memoria y las palabras no pueden decir lo que sólo el silencio escucha. Pero es ahí de donde los sueños extraen sus vestigios y los olvidos hacen su memoria.
 Otra vez la noche ha dejado sus vestigios.
¿Crees que con esos harapos de sueño
se debe, otra vez,
emprender la tarea de construir el universo
todo?
11/6/19
Volvías y buscabas en el suelo despavorido y seco
las últimas colillas de Rex
donde los labios
estaban contenidos en un aire denso,
entonces, cuando construíamos
agujeros negros en el tiempo
18/6/19
Una tarde creí ver
en la enramada que ya caía en el lugar de la sombra
un rastro de ti,
porque palpé al pasar
el satinado sabor de tu vestido
e incluso me paré a besarlo,
y entonces fue cuando mis labios confirmaron
que aquel tiempo no existió jamás
y que ahora es cuando vuelve
inapelable
18/6/2019

No hay más verdad que la belleza
No hay más verdad que la belleza, ni más belleza que la bondad, la falta que en el yo dejan las hendiduras del amor brotado o sin explotar. No hay comunidad que traspase el límite de las lágrimas cuando lloras a oscuras, cuando desde tu soledad recreas el mundo y éste se conmueve y se extiende.
La belleza es aquello que te transporta, que te hace correr a un tiempo que sólo es tuyo y ya perdido, donde te fundaste y desde donde el olvido ha construido la casa donde vives. La belleza te lleva de la mano, mueve el aire a tu alrededor, acaricia el dolor y sin buscar ningún final posa su mirada en las manos que te esperan.
Sólo a su través puedes reconocerte más allá de tus nombramientos. Mírate, pues, con los ojos cerrados pues ella te puede. Si apagas la luz, la belleza te guiará y sabrás de cada cosa y de ti lo que nunca te dijeron, lo que no puedes decirte, verás que los olvidos y los sueños, cuya materia es la misma, contienen aquello de lo que no debes desprenderte si quieres vivir alguna vez.

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