Revista Opinión

De los incendios.

Publicado el 23 agosto 2023 por Jrobertogonzalez

Nos acordamos de Santa Bárbara cuando truena. Con ocasión del excepcional incendio que tiene lugar en Tenerife, iniciado el 15 de agosto, en los medios de comunicación se da voz a profesionales que hablan de productos kilómetro cero, de agricultura, de ganadería, de ausencia de gestión forestal, como causas a la vez que soluciones para prevenir incendios forestales. Me complace haber escuchado en otros lo que personalmente considero frente a la tesis ideológica dominante: los incendios tienen más que ver con el cambio social que con el cambio climático. Siendo el principal culpable siempre el hombre que por dolo o negligencia causa el incendio, a partir de ahí se entra en una batalla entre la naturaleza y el Estado, que siempre acaba ganando éste en último término aunque sea porque aquella le regala la victoria. Tras un incendio no hay sino perdedores y lo mejor es evitar la lucha, para lo cual la prevención es el mejor ataque. Afortunadamente tenemos una gran extensión de pinar, de propiedad pública y privada, que dificulta o imposibilita tener limpio todo el monte, entendiendo por limpieza la reducción de combustible, lo que ya sería un factor de prevención importante. Para ello bastaría con facilitar el acceso al monte de las personas que se dedican al sector primario, aumentar la demanda de ese recurso forestal que pasa por el incremento notable de la cabaña ganadera y por no seguir dejando caer la agricultura.
En el reciente incendio de Gran Canaria se atribuyó a los rebaños que pastan en el monte parte del éxito en la contención del fuego. Y demostrado está también como la viña ejerce de cortafuego casi inexpugnable. No conozco que la variable de prevención del riesgo forestal sea un principio inspirador de la ordenación del territorio. Más bien se planifica – sin intención claro está – en pro del incremento del riesgo cuando se restringe o prohíbe el pastoreo u otros usos agrícolas y ganaderos, al amparo del principio de conservación y protección, que en muchos casos confunde terreno a proteger con terreno abandonado. Ni mucho menos será la ordenación del territorio quien por si sola recupere agricultores y ganaderos. Lo que si hay que pedirle es que no acabe expulsándolos porque de esta manera acabaríamos con los principales protagonistas de la conservación del medio rural. Y claro está que saldríamos ganando fomentando su actividad, para lo cual necesitan principalmente rentabilidad, ecuación en la que entramos todos como consumidores. La recuperación de cualquier terreno colonizado por pinar o silvestre por desuso mediante su conversión en viñedo nos da un cortafuego natural, sin coste para el erario público. Igual si las cabras vuelven al monte. Y además tendríamos producto km 0. Pero se necesita de lo fundamental, de personas dispuestas a trabajar en el sector primario; especialmente critica es la situación en territorios que se están vaciando, como La Palma y en general todo el medio rural español. Como siempre ha pasado y no espero ningún cambio después de este verano, tras cada incendio grave llegan las buenas intenciones, deseos y palabras pero sin resultado práctico alguno que suponga revertir la situación de riesgo, empezando por cada uno de los que estamos obligados a mantener limpio el entorno de las viviendas en el medio
rural. El caso pasará como otra serpiente de verano.


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