Revista Opinión

De proteger a protestar

Publicado el 05 diciembre 2011 por Carlosrodriguez @CarlosRguezPrez

El plan de recortes hecho público por la Presidenta manchega, María Dolores de Cospedal, ha despertado a la oposición política y de los sindicatos. Todos somos conscientes de la necesidad de los ajustes para cuadrar el déficit, un déficit desorbitado por el que nadie se siente responsable. Ni los gobiernos, ni la oposición, ni los organismos de control,… pero cuyas consecuencias sufrirán las personas y trabajadores de a pie. Y los sindicatos protestan. Desde sus orígenes desde la revolución industrial y el reconocimiento al derecho de asociación sindical, mucho ha cambiado la filosofía de asociacionismo obrero. Etimológicamente la palabra sindicato significa “proteger”. Ahora se ha transformado en “protestar”. Sujetos a las millonarias ayudas y subvenciones que reciben (al igual que otras muchas organizaciones, industrias y medios de comunicación) han perdido su capacidad de autoprotección para estar supeditados a terceros que limitan sus movimientos. Los sindicatos ya no son el colectivo que se sustenta exclusivamente por las cuotas de sus trabajadores afiliados, sino que el paraguas del obrero lo sostienen otros.Actualmente se han convertido en una marioneta sin capacidad de decisión, víctima también de su autodestrucción, por la pérdida inherente del movimiento obrero y de la movilización asociativa, por la mala gestión de sus liberados sindicales y por la carencia en asumir responsabilidades. Por ello, se han creado nuevas profesiones laborales. Al igual que a la profesión de “político” se ha sumado la de “sindicalista” como personas que durante toda su vida activa han ejercido en un sindicato sin llegar a ser un obrero. Así pues, la protección de los trabajadores es más que cuestionable en parte porque actúan a contracorriente. No son capaces de anteponerse a los problemas laborales y en muchas situaciones ni proponen alternativas.Los trabajadores, como parte esencial del mercado laboral, deberían ser capaces de tener soluciones ante una crisis. Durante las etapas de bonanza se descuidó todo y se pensó que vivíamos en el paraíso eterno. Las reformas no deben hacerse en tiempos de recesión sino en los tiempos boyantes y la precariedad en los contratos, la temporalidad de muchos de ellos, la falta de formación de muchos obreros son la esencia del paro de hoy. Porque en aquellos tiempos de florecimiento económico nadie quiso poner remedio a esta situación. Se vivía de la sopa boba.

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