Revista Cultura y Ocio

De Ruth Elder a Margot Soriano. ¿Pioneras de la aviación o ‘misses’?

Publicado el 20 julio 2021 por Aranmb

Muchas circunstancias separan las trayectorias de las primeras aviadoras reconocidas como tales en la historia, pero a todas las une un mismo axioma: el que sus atributos físicos fueran juzgados siempre por la prensa que glosó sus hazañas, no con la intención de mostrar que las mujeres también podían surcar los aires en igualdad con los varones, sino de señalar una excepcionalidad.

¡Psch! Las mujeres… ya sabe usted cómo son. Valientes y resueltas, y hasta temerarias en un momento dado, sí, y aficionadas a las empresas brillantes. Pero la mayoría incapaces de ese esfuerzo, sostenido y sereno, que hace falta en la Aviación: les molesta el frío que hay allá arriba, unas veces, y el calor, otras. Y madrugar. Y ensuciarse de grasa.
(José Rodríguez y Díaz de Lecea, 1928)

De Ruth Elder a Margot Soriano. ¿Pioneras de la aviación o ‘misses’?
Lecea, con más pinta de pasar frío que ella, acompañado de María Bernaldo de Quirós. | Estampa, 25 de septiembre de 1928

El caso más flagrante es el de Ruth Elder (1902-1977), sobre quien sigue pesando el estigma de haber sido una aviadora ‘de mentirijilla’ por dos razones: su belleza y el gran número de ‘sponsors’ que patrocinaron su carrera, especialmente el intento de sobrevolar el Atlántico que la encumbró a la fama. Fue en octubre de 1927, bajo la dirección del aviador George Haldeman. En aquella ocasión falló el avión, pero Elder y Haldeman hicieron récord de duración en el aire e iniciaron una gira mundial dentro de la que, por supuesto, también estaba incluida España. Aquí llegó el día 27, y Manuel Chaves Nogales -que ganaría el premio Mariano de Cavia por este texto- inició su reportaje… haciendo referencia a la cara de muñeca de Elder:

Esta muchachita americana es la única belleza de fama mundial que no defrauda a quienes la ven de cerca. Siempre que se tenga, claro es, un sentido moderno de la belleza femenina. Todas las mujeres hermosas han dejarlo de serlo ya cuando la fama de su hermosura hace que se vuelvan hacia ellas los ojos del mundo. Esta no. Lo mejor suyo es la frescura juvenil, la gracia adolescente, el sabor ácido de la fruta verde aún.

El artículo se publicó en El Heraldo de Madrid, y no vayan a creerse que se acaba aquí la historia. Sigue Chaves:

Maravilla en ella, más que nada, su fragilidad, su inconsistencia. Ruth Elder, considerándola sosegadamente, a ser posible, no es casi nada. Cincuenta y tres kilos de peso, unos ojos azules, una melenita rebelde, una línea suave en la mejilla, una silueta estilizada… es, sencillamente, la espuma de una civilización. La ‘american girl’ por excelencia.

Cuando se la conoce solo por su hazaña, hay que imaginarla como una mujer fuerte, del tipo tradicionalmente heroico, ancha, un poco viril, como la Diana clásica. No. Aquello se ha superado al fin. Ruth Elder es el arquetipo de la belleza nueva. Otra cosa ya.

Ni siquiera es ese tipo de mujer al modo romántico, que saca fuerzas de flaqueza, arde en su propia llama y, ayudada por una fuerza puramente espiritual, ejecuta trabajos sobrehumanos. Ruth se mareaba con el pesado olor de la gasolina cuando navegaba perdida sobre la gran fauce del Atlántico, y esta sencilla molestia de damita era superior a su heroísmo.

Cuando se la ve vistiendo el traje masculino, erguido el busto con bizarría juvenil, ardientes de fiebre las mejillas bajo la capa de carmín, que es como se presenta ante las multitudes que la aclaman, aún se la cree capaz de alguna gran acción. Pero anoche estaba en su gabinete de la legación americana en Lisboa, arrebujada en suaves prendas femeninas, rendida por las emociones del recibimiento y tomada por la gripe. Y parecía tan frágil, era una cosilla tan deleznable, que no podía creerse que aquello fuese el exponente de belleza de una edad. Y, sin embargo, ¡qué pena que a esa nadería se la hubiese tragado el Atlántico!

¿Habría algo feo en Ruth? Sí: precisamente aquello en lo que le iba el trabajo. «Ruth no tiene manos», asegura, en el premiado artículo, Chaves Nogales. «Es decir, las tiene feas, que es como si no las tuviese. Para conquistar la inmortalidad cada cual da lo que tiene, y Ruth ha tenido que sacrificar la belleza de sus manos, destruida en el manejo de las máquinas y de sus esencias. Las manos de la Elder son manos trabajadas, negras de petróleo y aceite, manos afiladad y torsionadas por las llaves u las manivelas de acera. (…) Son brazos y manos deformados de muchachito aprendiz de chófer. Como si no los tuviese. Así, nuestra Venus de Roosevelt Field, como la de Milo, no tiene brazos».

De Ruth Elder a Margot Soriano. ¿Pioneras de la aviación o ‘misses’?
Pie de foto en una de las imágenes captadas de Ruth Elder en Portugal| El Heraldo de Madrid, 27 de octubre de 1927

En esta terna de profesionalidad versus belleza, las aviadoras patrias no iban a ser menos. Porque las hubo, y Asturias puso su granito de arena, y de qué forma, para dar bellas al aire. María Bernaldo de Quirós (1898-1983) fue la primera mujer en obtener, en septiembre de 1928, el título de piloto en España, tan solo siete años después de que hiciera lo propio el primer varón, Benito Loygorri, y pocos meses más tarde de comenzar a dar clases con el comandante José Rodríguez y Díaz de Lecea, con cuyas declaraciones sobre las féminas en la aviación les abría yo este reportaje.

En fin: con motivo de aquel hecho histórico, Bernaldo de Quirós obtuvo una portada en la revista ilustrada Estampa, el 25 de septiembre de 1928, y, cómo no, toda una serie de requiebros que ella capeó con arte. Era la Bernaldo, decía, «los ojos más bonitos que tiene la aviación», y cuando no estaba sobre los asientos de la Havilland DH-60 Moth con la que aprendió a volar, «muy femenina».

De Ruth Elder a Margot Soriano. ¿Pioneras de la aviación o ‘misses’?
Reza el pie de foto: «María Bernaldo de Quirós es aquí la muchacha bella y delicada que se ve en los salones» | Estampa, 25 de septiembre de 1928

Dijo el reportero del Estampa, en la que es una de las escasísimas fuentes que tenemos sobre María Bernaldo de Quirós, que los de la madrileña, aunque con raíces llaniscas, eran «unos ojos negros, grandes, bellísimos; unos ojos positivamente antirreglamentarios; unos ojos inusitados en la Aviación, aunque contemos como pertenecientes a la aviación (lo cual sería aventurado, porque la verdad es que su propietaria nunca ha gobernado un aparato) los ojos de Ruth Elder». Así, comparativa mediante, fue presentada Bernaldo de Quirós, para la que la obtención del título de piloto no supondría su integración en el Real Aeroclub de España, en cuya normativa se explicitaba la prohibición de que las mujeres pudieran formar parte de la membresía.

Es una muchacha tan linda y de aspecto tan delicado como la chicas que se ven en las salas de te, en los bailes y en la Castellana. El traje viril le da cierto empaque, pero se adivina que, sin él, vestida de mujer, nada la distinguiría de las demás muchachas; nada exteriormente revelaría su energía.

A Bernaldo de Quirós, que en aquella ocasión vestía de hombre, le preguntaron por sus miedos –«no servir para aviadora», contestó-, por su papel en la aviación -en plena época de pasión Elder, ahí que se fue un puñalito: «Yo tenía desde chica la ilusión de volar, pero de volar con mis alas, no con las ajenas. Quería gobernar el aeroplano, llevarlo yo, no ir cargada en él igual que un fardo», y sobre la pública opinión:

«La ‘opinión pública’ se va ya acostumbrando a que las mujeres sirvamos para algo más que para bordar. La gente que no se asombra de que haya ciclistras, o jugadoras de ‘tennis’, o conductoras de automóviles, ¿por qué se va a asombrar de que una deportista se dedique a la aviación? (…) ¿Por qué no han de ser aviadoras las mujeres en España y en todos lados? ¡Si es muy fácil!«

Ahí quedaba.

De Ruth Elder a Margot Soriano. ¿Pioneras de la aviación o ‘misses’?
María Bernaldo de Quirós, sobre la Havilland. | Estampa, 25 de septiembre de 1928

Llegados a este punto, podría interpretarse que aquellos eran otros tiempos. Peligroso paradigma ese para la Historia, en tanto que elimina de un plumazo la posibilidad de que hubiera voces discrepantes al discurso de las misses aviadoras y puede llegar a atribuir una modernidad irreal a ciertos debates que aún siguen generándose hoy en día… pero que también estaban presentes en aquellas décadas de los veinte y de los treinta en las que la conquista del aire por parte de la mujer era solo un fleco más de toda una madeja de vindicaciones femeninas. Si bien es cierto que la importancia de los artículos ya mencionados es absoluta -nadie negará lo elevado de la pluma de Chaves Nogales, y, como bien explica Almudena Orellana, el de Estampa es de los pocos artículos, o quizás el único, que nos hablan de Bernaldo de Quirós-, también hubo ejemplos por el otro lado.

Por ejemplo, en el caso de Mari Pepa Colomer, la tercera mujer aviadora de España y primera de Cataluña. En el reportaje que le dedica Crónica el 25 de enero de 1931 se aborda hasta la polémica de la terminología. Ahora que ya había tres mujeres con licencia para conducir avionetas, ¿debía decirse piloto o pilota?

Íbamos a escribir «pilota», de acuerdo con la reciente disposición de la Academia. Pero no vemos bien eso de ‘pilota’. Un académico a quien hemos consultado en la biblioteca del Ateneo en el momento de redactar estas cuartillas opina lo mismo, y como además es sacerdote, nos dice: «Escriba ‘piloto’ y yo le absuelvo». Así que quedamos en que es ‘piloto’.

Así, también nosotros, desde nuestro privilegiado podio del siglo XXI, también habremos de ‘absolver’ a Braulio Solsona, el periodista encargado del reportaje, ya que, a pesar de afirmar que, en la Academia de vuelo, Mari Pepa (quien llegaría a combatir, por cierto, en la Guerra Civil, con el bando republicano), compartía labores con sus compañeros «sin perder un ápice de su feminidad», no hace ninguna referencia más a los atributos físicos de Colomer; solo a su pericia como aviadora.

De Ruth Elder a Margot Soriano. ¿Pioneras de la aviación o ‘misses’?
Mari Pepa Colomer, en portada| Crónica, 15 de enero de 1931

Menos suerte con los medios tuvo la segunda aviadora en serlo titulada en España, Margot Soriano, cuya condición de mujer e hija de pilotos, así como su melena rubia, destacaría más que el hecho de haber logrado la licencia apenas unos meses después que Maria Bernaldo de Quirós. «La señorita Margot Soriano», dijo el Blanco y Negro del 15 de abril de 1928, «hija del general presidente de la Aeronáutica española, llama la atención en teatros y salones por su atractiva belleza. La elocuencia de un rostro y de una figura perfecta ya dice más de lo que pudiera escribir la pluma«. ¡Vaya! Tan elogiosas reseñas a Soriano no se acabaron ahí, pero, labor es decirlo, tampoco las críticas a las mismas. En el Muchas Gracias del 7 de noviembre de 1925, antes de que Soriano obtuviera la licencia:

El inefable Gil de Escalante (seudónimo de Juan Spottorno, cronista social del Blanco y Negro) decía el otro día reseñando un té servido en la aeronave ‘Yunkers’: «está la señorita Carmen Vives, que tiene en su rostro suavidades de seda y es hija del conocido general; Margot Soriano, esa espigada nena de oto cuyos ojos pudieran rimar con el cielo, si hoy no estuviera gris, y Merceditas Soriano, la del clásico perfil y el color de las rosas de té. Tambien viene el alcalde de Madrid, conde de Vallellano…» ¡Muy bonito, precioso, lindísimo! Pero, ¿por qué no nos dice también algo el aristocrático cronista sobre los ojos, el perfil o la tez del señor alcalde?

Ya lo ven: hace casi cien años que Mariano Benlliure y Tuero (1889-1951), escribiente del suelto, dio justo en el clavo. ¡Y que haya quien aún no lo entienda!

De Ruth Elder a Margot Soriano. ¿Pioneras de la aviación o ‘misses’?
Margot Soriano y José María Ansaldo, el día de su boda en un aeródromo, justo antes de emprender su luna de miel.| Estampa, 19 de febrero de 1929

La entrada De Ruth Elder a Margot Soriano. ¿Pioneras de la aviación o ‘misses’? se publicó primero en · La cantera de Babí ·.


Volver a la Portada de Logo Paperblog

Revista