Revista En Femenino

De supermanes y vacas

Por Y, Además, Mamá @yademasmama

Mi hijo tiene un traje de superman secreto. Una camiseta mágica que le da superpoderes y con la que le pasan cosas buenas. No hace falta que me lo diga, porque todos lo sabemos es la camiseta de Osasuna que descubrió hace unos meses cuando se le despertó su gen futbolístico. Por eso, se la escondo en la balda más alta del armario, donde él no llega, para que la dosifique. Si no, se la pondría todos los días y dejaría de hacerle efecto. En parte, además de que no me gusta que vaya siempre equipado, lo hago para que siga funcionando su magia.

Cuando lleva la camiseta gorria puesta se viene arriba. No ha visto nunca un partido del equipo rojillo, pero no le hace falta. Porque nada más ponérsela se invade de energía y corre y salta como nunca. El efecto lo notan rápidamente los demás: le llaman el próximo fichaje, le hacen bromas en el ascensor, le silban por la calle y los niños mayores le miran con simpatía. Y todos sabemos qué significa a estas edades que te miren los mayores.

Él, que con sus dos años y medios pasados está aprendiendo mucho de la vida, cree que con ella puesta tiene carta blanca para todo. Hasta para entrar a la frutería a lucirse y, de paso, hacerle ojitos a la tendera para llevarse una fresa, un puñado de cerezas o unas mandarinas, que ahora saben riquísimas.

Este comodín de la camiseta me lo guardo para momentos especiales, como cuando está sin ganas de ir al cole o para el día que se va a separar de nosotros para irse al pueblo con los abuelos. Las madres tiramos de nuestros particulares recursos y este equipo rojillo, que a mí no me da alegrías porque no las busco, al menos me da un as en la manga para salir airosos de los malos momentos.

La camiseta de sus amores, esa que inunda de buen rollo a los de su alrededor, tiene últimamente magia por duplicado: lleva en el centro el dibujo de unas vacas de una marca láctea navarra y eso, para él, es casi más valioso que el escudo del pecho.

Las vacas han sido el último gran descubrimiento del verano. Unas vaquillas que tan pronto corren cuesta arriba y cuesta abajo como cornean el vallado con saña y sobre las que se lucen los recortadores mientras suena la banda de música del pueblo. Todo un mundo para un niño pequeño que ha quedado deslumbrado este verano por el blanco y rojo, los txistus y tambores y el olor a campo.

niño en fiestas

A mí, antitaurina desde niña y que planeo prohibir los grandes fichajes de primera cuando me haga ministra, se me cae la baba con sus nuevas aficiones. Me quedo tranquila porque él me asegura que de mayor no correrá en el encierro de San Fermín y tampoco lo veo como delantero centro de un equipo de élite. Le pega más formar parte de la txaranga y devorar, como hace ahora, los pintxos de txistorra en las fiestas de los pueblos. Pero quién sabe las vueltas que da la vida.

De momento, su traje de superman le da alas y me alegro de que las tenga. Porque tiene sólo dos años y las necesita, aunque sé que con ellas o sin ellas volará muy lejos. Ojalá hubiera un traje así de mágico para los adultos.

P.D. El gato, por cierto, es de la familia, y no ha sido dañado en la elaboración de este post.


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