Revista Cultura y Ocio

De tierra y cielo

Por Rhenriquez
Eugene Delacroix

Eugene Delacroix “The Orphan Girl at the Cemetery”, 1823-1824

 

DE TIERRA Y CIELO

 

I

 

Antes iba mi espíritu hasta el fondo
del Universo y a mi ser volvía.
¡Vuelve, vuelve!, al partir yo le decía.
Y él regresaba de explorar tan hondo.

Mas algo atemorízame y le escondo
sus grandes alas. Siento que podría
difundirse en la inmensa travesía,
y a su avidez con mi callar respondo!

Tengo miedo y no sé lo que me espanta.
Yo que pisé la oscuridad con planta
de avance libre y despejado vuelo,

delante de esta rauda bizarría
siento temor, me invade una agonía
¡como si fuera mi sepulcro el cielo!

 

II

Y escúchome sufrir himno y herida;
descubro la inquietante cuarteadura
de esa extraña pared, y prematura
soledad en el agua y la comida.

Y pregunto al Dolor: ¿Y esto es la vida?
¿Tan pronto así la tierra se apresura
a devorar con agria mordedura
lo que el alma defiende estremecida?

Y tiemblo ante el minúsculo gusano
que en este instante, en el jardín cercano
se apodera de un lirio y lo atardece.

De esa bestia voraz mi angustia brota,
pues su mínima fuerza me derrota
y él sabe que mi ser le pertenece.

 

III

 

No tiene prisa y va por su camino
con lentitud el destructor obrero.
Trabaja el haragán sepulturero
sin aceleración, sordo y cetrino.

Si se le opone al avanzar un pino,
le calcula su diámetro; y certero
le da una dentellada en el madero
vulnerable al hermoso campesino.

Despejada la senda lento sigue.
Sobre el mundo no hay nada que lo obligue
a la fulguración de una carrera.

Bruñe su diente de sabor salino
y va con lentitud a su destino.
¡Para qué apresurar! ¡La carne espera!

 

IV

 

Me asedia y se convierte en mariposa
de espumas y escarlata muselina.
Con sus fosforescencias me fascina,
tornándose criatura luminosa.

Pero ella es el gusano, es esa cosa
reptante que amenaza y extermina.
Nostálgico de tumbas adivina
con su olfato carnívoro la fosa.

Y se desliza el mórbido vidente
seguro de tragar podre reciente.
Y al sumirse en los antros mortecinos,

se desquician ocultos monumentos,
se detienen las aguas y los vientos
y fallan los oráculos divinos.

 

V

 

Yo me enfrento a sus páginas abiertas
ante unos telescopios inauditos,
que descifran los triángulos escritos
sobre el dintel de las nocturnas puertas.

Allá también las ecuaciones yertas.
Los números alzándose infinitos,
y los atormentados aerolitos
por llanuras de horror siempre cubiertas.

¿Hacia dónde escapar que no llevemos
esclavitud y a donde no encontremos
sepulturas violadas, lejanías,

y al fondo sangre de nosotros mismos,
transformada en los trágicos guarismos
de aquellas matemáticas vacías?

 

VI

 

Como en la tarde el águila declina.
Como pierde esplendor la mariposa.
Como en la claridad de cada rosa
surge de pronto diferente espina.

Como gasta al madero la escofina.
Como el viejo caballo que reposa.
Como agua que se vuelve misteriosa.
Como entregó su integridad la mina.

Así mi audacia, mis tajantes ojos,
mi facultad de convertir despojos
en avance triunfal de la energía.

Y es hora de entender que no es el viento
lo que da a mi quietud un movimiento
parecido al temblor de la agonía.

 

VII

 

Tú, explorador del Tiempo y sus clausuras;
espíritu iniciado que navegas
hacia la Eternidad, de la que llegas
con rastros de terribles quemaduras.

Tú, el inventor de lánguidas figuras:
¡Ya no regreses! ¡Fúndate en las ciegas
catástrofes de un orbe al que despliegas
las páginas estériles y oscuras!

¡Vuélvete luz y endemoniada estrella!
Mejor incinerar, ser la centella
de algo sin fin, que atravesar los huertos

de la Tierra y sus valles radiactivos,
y contemplar la cara de los vivos
reflejando los rostros de los muertos!

 

Germán Pardo García
Himnos de Orfeo

 


Volver a la Portada de Logo Paperblog

Dossiers Paperblog