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De Troya, Laocoonte. De Grecia, la serpiente

Por Manu Perez @revistadehisto

De Troya, Laocoonte. De Grecia, la serpiente

De Troya, Laocoonte. De Grecia, la serpiente. La vinculación entre mito, hecho histórico y representación artística ha sido una constante a lo largo de la Historia de la Humanidad, sobre todo en época Clásica o en periodos de “revival”, como el Renacimiento del siglo XVI o el Neoclasicismo de fines del s. XVIII y comienzos del XIX. Pese a todo ello, casi siempre conocemos los elementos de manera aislada; o conocemos el mito, o el hecho histórico, o hemos disfrutado contemplando la obra de arte. Rara vez se da el conocimiento de los tres aspectos de manera conjunta.

En este sentido y a lo largo del presente artículo, se pretende partir de una representación artística, el Laocoonte y sus dos hijos, para contextualizarla a través del mito griego y concluir su explicación con el hecho histórico, también bañado de leyenda y mitología. Sólo a través del estudio y conocimiento multidisciplinar podemos llegar a entender verdaderamente lo que leemos en un libro o lo que vemos en una galería de arte.

De Troya, Laocoonte. De Grecia, la serpiente

De Troya, Laocoonte. De Grecia, la serpiente

El mito del sacerdote Laocoonte

Es el poeta romano Virgilio (s. I a.C.) a través de su obra Eneida quién nos explica el mito del sacerdote Laocoonte y nos contextualiza la representación artística anterior. Nos da las claves para que podamos entender la escultura y el significado de la misma.

Como sostiene el autor, Laocoonte era sacerdote de Apolo en Troya. Laocoonte fue uno de los pocos críticos y contrarios a que el famoso caballo de madera se introdujera y quedara en la ciudad de Troya. Nos dice la mitología, a través de Virgilio, que mientras Laocoonte se encontraba realizando un sacrificio en honor a Poseidón, la diosa Atenea, para castigarlo, hizo surgir del mar a dos monstruosas serpientes que acabaron con la vida del sacerdote Laocoonte y con la de sus dos hijos; el primero engullido, los segundos estrangulados. La interpretación de este hecho deriva de la ofensa que Laocoonte realizó al caballo divino, negándose a su entrada en la ciudad. Caballo que, introducido en la propia ciudad por los troyanos, supuso la destrucción y ruina de la misma.

El hecho histórico. Origen de la guerra y el Caballo de Troya.

Finalmente, queda explicar el principal factor que desencadenó la guerra entre Grecia y Troya, el porqué del caballo de madera y qué papel jugó Laocoonte en todo esto. Cronológicamente, y ampliando el espectro temporal establecido por los diversos autores, la guerra puede ser ubicada en algún momento de los siglos XIII o XII a.C.

Tenemos que tener en cuenta que lo que hoy sabemos de la guerra de Troya es el fruto de la mezcla del hecho histórico, la mitología y la leyenda. Son varios los autores clásicos que recogen el suceso, como Eratóstenes, Tucídides, Homero –Ilíada y Odisea–, Heródoto, Virgilio –Eneida–, etc. Aunque con profundas variaciones y numerosas hipérboles a lo largo de sus textos, todos coinciden en afirmar que el detonante del conflicto bélico fue el rapto de Helena –esposa del rey de Esparta, Menelao– por parte del príncipe Paris –hijo del rey de Troya Príamo–. Los autores clásicos también plantean la posibilidad de que Paris, con la ayuda de la diosa Afrodita, enamorara a Helena, por lo que no estaríamos ante un rapto sino ante una fuga voluntaria por parte de la reina de Esparta. Independientemente de ello, el hecho es que Paris consiguió que el consejo familiar troyano aceptara a Helena como su esposa y se estableciese en la ciudad, muy a pesar del rechazo popular, convencido de las graves consecuencias que ello acarrearía. Sabio es el pueblo y las consecuencias no tardaron en llegar.

De Troya, Laocoonte. De Grecia, la serpiente

De Troya, Laocoonte. De Grecia, la serpiente. Trya ardiendo, de J.G. Trautmann

Cuando Menelao, ausente de Esparta durante el rapto/huida de su mujer Helena, se enteró del suceso, congregó a una federación de ciudades-estado griegas –o aqueas, como se le conoce a esta agrupación en la Odisea e Ilíada– que, bajo el liderazgo de Agamenón, tendría la misión de marchar por mar sobre la ciudad de Troya para castigar el atrevimiento de París y recuperar a su esposa. Sin embargo, los troyanos, guiados por Héctor, ya estaban esperándoles posicionados en la playa. Tras una primera contienda bélica, los troyanos se replegaron hacia el interior de la ciudad amurallada. Es en este momento cuando comienza el larguísimo asedio sobre Troya. Las fuentes clásicas hablan de un asedio prologando durante nueve años.

De Troya, Laocoonte. De Grecia, la serpiente

De Troya, Laocoonte. De Grecia, la serpiente. La precesión del caballo de Troya, por Giovanni Doménico Polo

Para romper el cerco y poder entrar en la ciudad, los griegos recurrieron a una treta, pensaron en la posibilidad de dejar a las puertas de la misma un gran caballo hueco de madera en cuyas entrañas se apostarían guerreros griegos. Y así aconteció. Fueron varios los troyanos reacios a introducir el caballo en la ciudad, como el caso de nuestro sacerdote Laocoonte. Sin embargo, un espía griego, llamado Sinón, convenció al resto de habitantes de que el caballo únicamente era una ofrenda griega a Atenea. El caballo acabó siendo transportado al interior de la ciudad; una ciudad que celebraba la retirada de las tropas griegas hacia le península helena, tras un largo y duro asedio; una ciudad que durmió plácidamente tras haber disfrutado de los placeres de Dioniso en una festiva noche.

De Troya, Laocoonte. De Grecia, la serpiente

De Troya, Laocoonte. De Grecia, la serpiente La muerte de Laocoonte y sus hijos, por el Greco

El resto de la historia es sobradamente conocida. Los guerreros griegos descendieron del caballo de madera, abrieron las puertas de la ciudad y facilitaron el acceso a sus compatriotas que, supuestamente, se habían retirado definitivamente a sus metrópolis. El saqueo fue sistemático y no hubo piedad alguna. Tras esto, la confederación griega partió de vuelta a sus hogares en un viaje accidentado a causa de diversos naufragios. Menelao había cumplido su objetivo, la bella Helena regresó a Esparta.

“Quidquid id ést, timeó Danaós et dóna feréntes”

(Sea lo que sea, temo a los Danaos [griegos aqueos] incluso cuando traen regalos)

Frase atribuida a Laocoonte por Virgilio en el segundo canto de su Eneida cuando los griegos abandonaron el caballo de madera a su suerte en las playas de Troya.

Autor: Borja Aso Morán para revistadehistoria.es

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