Charlatán, obra de Miel Jan
Coincidiendo con la fiesta de la patrona los feriantes iban llegando a la plaza, donde colocaban sus tenderetes. La echadora de cartas, el señor del algodón dulce, los payasos, el hombre más alto del mundo… Todos formaban una armoniosa comunidad que, durante una semana, convertían la plaza en el lugar más fascinante de todo el pueblo. Todos excepto Narciso, que prefería ir por libre pregonando, de puerta en puerta, las bondades de sus pócimas mágicas. Este año andaba en la de la "eterna juventud".El muchacho tenía encanto para engatusar lo mismo a cincuentones que a novicias; a ancianas que a zagales. Y así, todos cuantos se acercaban, no podían resistirse a las propiedades de su jarabe antienvejecimiento.
La mala fortuna quiso que un forastero, que se encontraba visitando a un pariente,Seguir leyendo...