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De tu tierra - Cesare Pavese

Publicado el 11 julio 2016 por Rusta @RustaDevoradora

De tu tierra - Cesare PaveseEdición:Pre-Textos, 2008 (trad. César Palma)Páginas:132ISBN:9788481919134 Precio:15,00 €
«El buey y tu mujer, de tu tierra deben ser». Eso, al menos, reza el refrán italiano que da título a esta novela, publicada en 1941, que constituye una de las primeras incursiones de Cesare Pavese (Santo Stefano Belbo, 1908 – Turín, 1950) en la narrativa, después de haber debutado en 1936 con el poemario Trabajar cansa. Está considerada una obra de referencia del neorrealismo, ya que desarrolla algunos principios del movimiento —el retrato de la realidad social, la clase trabajadora, el estilo accesible para el gran público, el desenlace pesimista, antiheroico—, si bien Pavese ante todo lleva a cabo un proyecto de realismo simbólico, que va más allá de las imágenes y otorga a cada elemento un significado que trasciende los límites de lo puramente social. De tu tierra, pese a tratarse de un libro modesto con respecto a novelas como La luna y las hogueras (1950) o Entre mujeres solas (1949), esboza los motivos esenciales del escritor piamontés, y por eso mismo hay que tenerlo muy en cuenta.

De tu tierra - Cesare Pavese

Una colina del Piamonte

El protagonista y narrador es Berto, un joven mecánico de Turín, urbanita, seductor y de ademanes chulescos, que acaba de salir de la cárcel junto a su compañero Talino. Este último, a diferencia de Berto, procede de Monticello, una localidad rural de Piamonte, e invita a su amigo a instalarse en su casa, con su familia, que le ofrecerá un trabajo. Berto desprecia profundamente los ambientes rurales y a su gente, pero acepta la propuesta. En las primeras páginas, reflexiona: «Estos pueblerinos no pueden ponerse en la piel de alguien que, por muy curtido que esté, se siente perdido la mañana que sale de la cárcel y no sabe qué hacer» (p. 10). El propio Pavese había estado en la cárcel en 1935 por su denuncia del fascismo, por lo que no es casual que se refiera al desamparo de dos personajes recién salidos de prisión, obligados a encontrar de nuevo el rumbo, a encontrarse a sí mismos. Mientras que Berto carece de estabilidad en la ciudad (tiene amigos y amigas, personas de paso), el campesino está anclado en el pueblo, en el ciclo de las estaciones y en la unidad familiar —estos dos camaradas se parecen un poco a los de La luna y las hogueras, aunque en esta última el forastero es de hecho un hombre que vuelve a su tierra—. En ese pueblo se adentra Berto, que no hace caso al refrán y comienza a trabajar con ellos… y a fijarse en sus mujeres.La oposición entre el campo y la ciudadse erige como un tema fundamental de la obra. Berto se instala en casa de Talino a regañadientes: tacha a los campesinos de «pueblerinos» e ignorantes, se burla de su tosquedad y se recrea en la descripción de los pies descalzos y la piel morena. En definitiva, presta atención a todo aquello que diferencia lo rural del paisaje urbano. No se trata, por lo tanto, de una perspectiva idílica del campo, aunque este espacio embrutecido también es para Pavese una fuente de erotismo. De entrada, la descripción de la colina como un seno femenino sugiere una interpretación mítica, como un regreso a las pasiones primitivas, al instinto, a la sangre. En efecto, Berto se siente atraído por Gisella, la más refinada de las hermanas de su amigo, una chica que guarda un secreto. Al igual que en Camino de sangre (1959), una novela póstuma escrita junto a Bianca Garufi, el hilo sigue a un urbanita que se adentra en el campo, un territorio desconocido para él, en el que descubre la cara turbia del pueblo, representada en el «castigo» a una mujer de su interés. El campo simboliza un retorno a la irracionalidad original, a la pulsión; pero un retorno opresivo, con relaciones familiares tensas, violentas y llenas de sombras.El viaje interior del protagonista supone asimismo su particular aprendizaje: Berto, que se cree curtido tras pasar por la cárcel, se descubre ingenuo en este hábitat; el campo es para él una bofetada de realidad de la que sale entero, pero no indemne. Su lenguaje, sobre todo al principio, rebosa brío y descaro, una voz de joven encantado de conocerse que no teme a nada ni a nadie. Con todo, al final se ve diciendo: «Habría sido mejor que me hubiese quedado en la cárcel» (p. 119). Esta afirmación contrasta con la bravuconería inicial: de considerar que un campesino no puede entender su desamparo a expresar que habría preferido mantenerse ajeno a la brutalidad del campo. Ni la ciudad ni el pueblo son, pues, espacios apacibles. De algún modo, Pavese indaga en la soledad, en la imposibilidad de «salvar» al otro. Porque, como en Entre mujeres solas, por mucho que los personajes se relacionen entre ellos, al final cada uno termina solo con sus misterios. La primera persona del narrador hace que el lector, como el propio Berto, solo pueda intuir los secretos de Talino y Gisella; la insinuación, no obstante, resulta suficiente para envolver la narración con un velo oscuro.

De tu tierra - Cesare Pavese

Cesare Pavese

Bajo la aparente simplicidad de la trama, en la que se suceden episodios rutinarios de la vida en el campo, Pavese construye una novela de múltiples capas que condensa muchas de sus obsesiones. No hay que dejarse engañar por la sencillez del universo cotidiano ni por la sobriedad de su prosa: Pavese es un narrador preciso y sutil, que no recarga su discurso, sino que expresa mucho en pocas líneas. Busca la palabra exacta, la metáfora que se ajuste a la dimensión simbólica que quiere dar a cada escena. Presta atención a la naturaleza, a los elementos del paisaje que puede utilizar para potenciar su composición (por ejemplo, el simbolismo del día y la noche en el campo: por el día todos cumplen con su labor, todo está a la vista de todos; la noche, en cambio, abre otras posibilidades para lo inexplorado, lo pasional y lo impúdico), como hace también y de forma muy notoria en El bello verano (1949). La familia nunca es una institución amable para él; y ocurre algo similar con el amor, condenado al desencanto. Leer a Pavese significa integrarse en una realidad ordinaria en la que sin embargo uno tiene la sensación de que hay algo que escapa de cualquier control, una tensión oculta en las acciones diarias que tarde o temprano sale a la luz en forma de clímax dramático.

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