Revista Opinión

Debate: Análisis post-electoral sobre las elecciones andaluzas

Publicado el 26 marzo 2015 por Polikracia @polikracia

Pedro Calzada

Dos claros ganadores

Reflexionar en unas pocas líneas sobre el resultado de las elecciones andaluzas es complicado debido a que se pueden sacar muchas conclusiones. En estas líneas defenderemos que tras los comicios del día 22 hay dos claros vencedores: El Partido Socialista y Ciudadanos.

Por un lado el Partido Socialista, se ha visto apoyado mayoritariamente por los votantes a pesar de los casos de corrupción y el desgaste de más de tres décadas de gobierno. Si en las elecciones europeas habían quedado dudas del liderazgo de Susana Díaz, hemos visto que su forma de hacer política convence a los andaluces. Está claro, que los resultados del PSOE en Andalucía no son un fiel reflejo del resto del país, pero digamos que se ha salvado el primer “match ball”.

El otro claro vencedor es Ciudadanos que ha demostrado que no le pesa demasiado su imagen de “partido catalán” y que está preparado para dar el salto definitivo a la política fuera de Cataluña. Además, es muy probable que los escaños de Ciudadanos hayan venido directamente de los votos que ha perdido el Partido Popular por lo que en la calle Génova deben empezar a tomarse en serio la posibilidad de que por primera vez haya un partido que arañe votos del centro derecha, algo que no pasaba desde el gran giro al centro de Aznar.

El único problema que creemos que tiene el partido de Albert Rivera es precisamente Albert Rivera. Con esto queremos decir que es un partido que necesita despersonalizarse de la figura del líder. La imagen del abogado catalán es una garantía ahora mismo; llena mítines y convence a votantes cada vez que habla en televisión. Sin embargo, si el partido quiere crecer necesita encontrar nuevas figuras carismáticas y no depender tanto del líder actual. Esto por supuesto conlleva el riesgo de que aparezca el fenómeno de la lucha de líderes y problemas internos. Este es el gran dilema de Ciudadanos: las elecciones andaluzas han demostrado que está haciendo las cosas bien y que está lejos de alcanzar su techo a nivel nacional, sin embargo, debe seguir creando estructuras de partido que le permitan responder con fiabilidad a esa crecida de votantes.

En definitiva: las comicios del pasado domingo han supuesto un soplo de aire fresco al PSOE que se ha demostrado a sí mismo que no todo está perdido y que puede remontar antes de las próximas citas electorales y también ha supuesto la demostración de que Ciudadanos, con su discurso calmado ha llegado a los votantes centristas de este país, arrebatando votos que en otras ocasiones fueron del PP. Ahora lo interesante será comprobar la política de pactos durante la legislatura en la que todo apunta que tanto PSOE como Ciudadanos serán muy protagonistas.


Fidel Oliván Navarro

Inercias, división de la izquierda y márketing

De entre las lecciones que podemos sacar de las últimas elecciones regionales al Parlamento de Andalucía se encuentran tres fuerzas o tendencias que han predominado sobre todas las demás, configurando de esta manera un Parlamento algo más plural que el anterior. Estas tres fuerzas son la fuerza de la inercia, la división de la izquierda y el poder del márketing. Si se entrelee cierto pesimismo es porque parece que ser que ha vuelto a perder la política (programas, base social, rotación y transparencia) en favor de las tendencias de la vieja política (corrupción, puntofijismo y jerarquías).

La primera de estas fuerzas que hemos comentado es la que ha mantenido al PSOE en el poder durante 35 años en Andalucía y que sigue manteniendo a los partidos del establishment (PPSOE) a la cabeza en escaños. Como bien dijo un amigo mio: “Votar en Andalucía es una ceremonia folklórica en la que se coge una papeleta del PSOE y se mete en la urna”. Esto no viene dado tanto por una gestión preferible a la central del PP sino por la composición de clase, edad y peso del voto rural de la población andaluza que es predominantemente PSOE y que como sabemos, sobrerrepresenta injustas mayorías gracias a un sistema de circunscripción y ley electoral que sobrerrepresenta esta inercia (PSOE con 120.000 votos menos y no pierde ningún escaño, IU con 164.000 votos menos y pierde 7 escaños).

La segunda de estas fuerzas es la ya histórica división de la izquierda, que con la aparición de Podemos, la ilusión de lo nuevo y su promesa de llegar al electorado al que nunca llegaría IU parecía que iba a poner fin a esta tendencia en la izquierda. No obstante las lecciones son duras: PPSOE obtiene 62% de los votos y la izquierda transformadora llega a un 22% de los votos que sumándolos no consiguen romper con ningún “régimen”. Lamentablemente, no se consigue traspasar el techo electoral del 20%, techo que alcanzaba en Andalucía IU sin ayuda de Podemos hace cosa de un año y pico, pese al castigo electoral pactando con el PSOE. Los márgenes del voto transformador no se han movido dentro de los cánones históricos: Podemos en todo caso ha penalizado el voto de la izquierda dividiéndolo.

La tercera y más temerosa fuerza que ha operado en el plano electoral es la capacidad de los medios de jugar con el márketing y de acabar con la política. ¿De qué otra manera se podría explicar la subida de ciudadanos de la nada, si no es mediante una promoción concertada desde los medios de comunicación para presentarlos como “la derecha renovada”? Ciudadanos no tiene un recorrido, y el poco recorrido que tiene es pésimo y corrupto (véase las decenas de casos de corrupción de los diputados en el Parlament), que no tiene base y la que tiene es fundamentalmente grandes empresarios y voceros de la CEOE (candidato en Castilla y León) y que no tiene programa alguno más que el de la CEOE y la sacrosanta y casposa indisoluble unidad del Reino de España. Aquí no hay nada nuevo, más que una estrategia nueva para salvar al Régimen del 78 con un fenómeno mediático sin base social, programa o propuestas.

El Régimen del 78 sólo se ha tambaleado ante la ofensiva electoral de la izquierda, en parte debido a las características regionales que hacen primar lo estable y la inercia ante lo volátil en Andalucía, que dentro de esta “ventana de oportunidad” está dejando muy de lado la lucha en la calle.


Tirso Virgós Varela

 La bisagra naranja

“Que vivas tiempos interesantes”. La antigua maldición parecía cobrar vida a medida que se aproximaba el 22 de marzo y las noticias sobre las elecciones andaluzas se agolpaban en todos los medios de comunicación. El cambio, sensato, seguro o total, parecía avecinarse a velocidad de crucero apenas diez meses después de las elecciones europeas en las que saltó la sorpresa de Podemos y se incrustó la daga que ha comenzado a resquebrajar el sistema de partidos español y nuestras ideas antes de acercarnos a unos comicios.

Cabe precisar, antes de entrar en la materia propiamente dicha y siguiendo lo que ya se ha dicho en muchas ocasiones, que Andalucía es diferente de Madrid o Valencia y que, en un entorno tan cambiante, las conclusiones extraídas no se pueden aplicar sin más a otras autonomías o al propio nivel estatal. Pero, desde luego, deja pinceladas muy interesantes, y aquí prescindiré de hablar acerca de un PSOE que ha sido el gran triunfador de la campaña pese al descrédito de la marca nacional y las amenazas surgidas a izquierda y centro. 47 escaños es un resultado más que soñado.

El Partido Popular, desmoronado, enfrenta ahora un severo proceso de análisis y de evaluación buscando porqués, y su estrategia de “laissez faire-laissez passer” no parece la más apropiada cuando otras fuerzas se están apropiando de las ideas de regeneración y mejora. Sentarse en el trono de la herencia recibida y la recuperación económica puede servir de faro que atraiga a alguno de los votantes perdidos, pero con la pujanza de Ciudadanos en el flanco y su posible desarticulación del “miedo al cambio” la desafección política debería estar subrayadísima en la lista de prioridades de los populares.

Es precisamente de Ciudadanos de quien más me quiero ocupar. No desmerezco a Podemos, cuyos 15 agridulces escaños, porque son muy meritorios para su año escaso de vida y su carencia de organización pero pueden haberse visto muy menoscabados por su mala campaña electoral y el desgaste sufrido, serán objeto de mucho debate. Los naranjas, con “solo” 9, dan para muchas reflexiones tanto sobre su presente como sobre su futuro y cómo resolverán los retos que se les presentan.

Lo primero a considerar es que su surgimiento puede haber beneficiado a un PSOE que se debatía entre la irrelevancia, abrir la casa a Podemos o suicidarse en una “Gran Coalición”. Con un partido centrista, pese a ser percibido como “de derechas”, y vocación de catch-all recortando terreno al Partido Popular y ocupando el espacio en que UPYD nunca logró terminar de medrar sacan un aliado de la nada para posibles acuerdos puntuales y se aferran a una solución que no implica la inmolación. Los de Rivera y Juan Marín, por su parte, ganan la puerta de acceso a la Junta y con la nueva situación se pueden permitir marcar los tiempos de los acuerdos con los socialistas, trazando líneas rojas y sin “mancharse” en un gobierno de coalición.

La posición de Ciudadanos, sin embargo, no está exenta de complicaciones. Hiriendo al Partido Popular pero con pretensión de centrismo y aglutinamiento de todos aquellos que reclaman cambio, lo cual puede ayudarles al producir “efecto Bandwagon” en las encuestas, demasiados escarceos con uno u otro bando pueden perjudicar estas aspiraciones. El momento de tocar poder representa una prueba de fuego, en cuyos primeros envites se parecen haber manejado con soltura al tender manos a todo el mundo, insistiendo en el discurso “constructor”. Andalucía ha sido el primer barómetro, la primera forja de nuevas aspiraciones y un interesante punto de partida para lo que está por venir en apenas dos meses.


Sergio Rupérez 

Los andaluces confían en el bipartidismo

Andalucía decidió el pasado domingo apostar por la continuidad sorprendiendo a aquellos que pensaban que el final del bipartidismo estaba cerca. El PSOE cosechó un gran éxito y se colocó como primera fuerza, lejos eso si de la mayoría absoluta, demostrando que Susana Díaz no se equivocaba al adelantar los comicios.

Los sondeos ya anunciaban una victoria de los socialistas, pero finalmente los resultados fueron aún mejores de lo que se esperaba, pese a perder 120.000 votos con respecto a 2012, obteniendo 47 escaños en un momento complicado para los partidos tradicionales. Visto lo visto, los andaluces no han perdido la fe en las políticas del partido que lleva gobernando Andalucía 33 años pese a los casos de corrupción que han rodeado a muchos de sus cargos en los últimos meses.

El PP, por otro lado, se hundió perdiendo hasta 17 escaños y obteniendo 33 demostrando que el candidato no era en absoluto la mejor apuesta y que las políticas de Rajoy parecen no contentar a los andaluces. En Génova 13 deberían resolver cuanto antes sus problemas de comunicación y continuos deslices si no quieren perder más regiones que podrían ser claves de cara a las elecciones nacionales. Mientras, Izquierda Unida descendió hasta la quinta posición lastrado seguramente por el ascenso de Podemos y las luchas internas, con un Antonio Maíllo que, si bien ha hecho una buena campaña, no ha conseguido contentar a sus potenciales votantes.

Entre las formaciones tradicionales, UPyD fue la que representó el fracaso. El partido de Rosa Díez no ha conseguido entrar siquiera al parlamento andaluz y ello no es una cuestión baladí en un partido que se colocaba, al menos en sus inicios, como alternativa al bipartidismo. Ahora deberán reflexionar en la formación magenta qué ha podido fallar y comenzar una renovación interna que pasa sin ninguna duda por la salida de Díez y la convocatoria de primarias para elegir a un nuevo líder, dónde la diputada Irene Lozano parte con mas papeletas, que pueda sacar al partido del atolladero y replantear de nuevo la unión con Ciudadanos, una cuestión que con el paso de los días parece cada vez más factible y necesaria.

Respecto a los partido emergentes, hay que destacar la espectacular entrada de Podemos en el parlamento andaluz con 15 escaños, unos resultados nada desdeñables para un partido con apenas un año de existencia pero que rebajan y mucho las expectativas de la formación que, ya sea por inexperiencia o por excesiva ambición, se veía ya como primera fuerza. La formación, un experimento gestado en el cuartel general de la Complutense, busca englobar el voto mayoritario con un discurso profundamente populista que comenzó siendo cercano a tesis comunistas y que se ha ido suavizando hasta convertirse en socialdemócrata. Y, aunque se habla del mismo como sustitutivo de Izquierda Unida e incluso el PSOE, en realidad es una tendencia de tipo coyuntural sin valores, necesaria hoy para englobar el desencanto, pero que terminará por desvanecerse cuando el país comience su recuperación total.

En cuanto a Ciudadanos, el partido de Rivera es desde luego el mayor ganador de estos comicios tras el PSOE. Lograr sacar 9 escaños en una tierra complicada y conservadora en cuestiones electorales como es Andalucía es toda una proeza y deberá aprovecharlo si de verdad quiere ser, como parece, la alternativa moderna al Partido Popular a nivel nacional.


Diego de Schouwer

Andalucia y el día de la marmota

Otras elecciones en Andalucía, otra muestra de inmovilismo por parte de los votantes andaluces. Otra jornada de falta de autocrítica, de falta de amor propio y de prostitución ideológica que pone en tela de juicio el valor que tiene la política y las instituciones a la hora de plasmar el savoir faire del cuerpo de votantes a la hora de escoger las opciones que más les convencen. Al margen de eso, a destacar la debacle del Partido Popular en una tierra que jamás se le dio bien, la amarga entrada de Podemos, la dulce velada de Ciudadanos y la cuasi irrelevancia a la que se deberá enfrentar Izquierda Unida durante la próxima legislatura.

¿Es legítimo dar el poder a un actor político caracterizado por irregularidades notables en los más de 30 años que lleva gobernando un lugar? Lo es. ¿Es entendible? En absoluto. Puede entenderse que Andalucía es una región con una larga tradición de izquierdas que ve en el PSOE la única opción adaptada a los socialistas que allí viven de hacer valer su voto, pero tal y como dije al principio, obvian que votarles por pura cercanía ideológica traduce su apoyo en una mera prostitución del socialismo, socialdemocracia y laborismo que tratan de reforzar.

Sueno exagerado, sueno brusco y puede que incluso poco condescendiente, pero veo los resultados y no puedo ver nada más que esto que escribo hoy aquí. Al igual que no me haría amigo de un abusón porque de todos los que me pegan resulta que este me agrede en puntos que considero menos dolorosos con respecto a cómo me ataca el resto, no puedo entender este “más vale mal conocido que bueno por no conocer” instalado en la sociedad andaluza. Ni por asomo.

Echando un vistazo al resto de la cámara no me sorprendo en absoluto. El mal resultado del Partido Popular se veía venir desde el momento en que se pensó en Génova que Moreno Bonilla iba a conseguir vencer al socialismo andaluz. Me explico: Javier Arenas, tras años y años tratando de vencer al PSOE, y cuando este llegó a sus horas más bajas, solo logró adelantar a Griñan por un escaño. ¿De verdad se pensó que nombrar como candidato a alguien extremadamente desconocido para vencer a una figura que cada vez toma más fuerza en el PSOE como Susana Díaz de verdad era posible? Un sinsentido, sin más.

El resultado de Podemos, tal y como se le situaba en las encuestas a nivel nacional, puede considerarse malo. Ahora bien, debemos destacar que Andalucía es un campo de batalla atípico para la formación de Pablo Iglesias: a diferencia de otras regiones de España, en las que el PSOE se encuentra totalmente desdibujado, Andalucía presenta un bloque socialista compacto cuyo voto es muy difícil de robar por parte de otros partidos de izquierdas que contra ellos se presentan. Destacar también la campaña de imagen de Ciudadanos, que con un marketing notable supo adelantar a UPyD y ganarle en su espectro electoral, el centro.

Por último Izquierda Unida, cuyo mal resultado también podía esperarse. Por un lado el nacimiento de Podemos les ha acabado pasando factura. Por otro, su polémico pacto con el PSOE andaluz, por el que muchos votantes de la formación de Alberto Garzón pudieron sentirse desligados de su anterior voto.

Son elecciones atípicas, son las mismas elecciones de siempre. El voto, que pareció haberse diversificado, nos deja el mismo PSOE fuerte que nos dejaron las elecciones andaluzas hace 3 años. La única diferencia notable es que su mayor apoyo por aquel entonces esta vez no podrá tenderles la mano para hacer un poco menos amarga su transición 2015-2019.


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