Revista Opinión

Debates del personalismo VI

Publicado el 25 septiembre 2010 por Lautarojc
Queridas Inés y María Cristina, no creo que sea una cuestión de posiciones contrapuestas, sino de visiones distintas de una misma realidad. Eso implica que cada uno se posiciona para ver el cuadro desde su lugar, con lo que no hay hiato, y quien quiere ponerlo tergiversa la realidad. La cuestión es ser capaz de mirar desde distintas posiciones para ver la realidad completa.
También es cierto que hay momentos que exigen más una mirada que otra. La eterna tensión de las democracias cristianas entre la mariteniana y la mouneriana se expresa en un menor o mayor compromiso con la realidad. Maritain nos demanda una mayor contemplación para profundizar en el ser, mientras que Mounier exige hundir manos y pies en el fango de lo continuo para comprenderlo y actuar en él.
Tener estas cuestiones claras es primordial para que ambas visiones dialoguen y se enriquezcan. Es como si me dijeran que no es necesaria una filosofía de la persona a lo Von Hildebrand o Guardini, o que el Personalismo Comunitario de Carlos Díaz es superfluo.
Para seguir contestando no voy a situarme desde ninguno de los dos autores en particular, aunque mi influencia (o mi raíz, siguiendo la terminología de Carlos Díaz en “30 nombres propios”) creo va a quedar clara.
La primera aporía que menciona Carlos no me parece tal. La persona es y se hace. Desde el primer momento somos personas y por tanto somos dignos; no se trata de una cuestión de perfección o imprefección, categorías aritotélicas y tomistas que resultan complicadas (cuando no peligrosas) a la hora de hablar de la persona. No somos en potencia, pues, sino que somos personas desde un primer instante, pero personas que deben pasar por un proceso de personalización. Éste se desarrolla de manera doble; en relación con los demás y relación con uno mismo. Además existe la posibilidad de descubrir en los demás y en uno, una forma de relación especial con la trascendencia, que en ningún caso es independiente de nuestra relación con los otros y con nosotros mismos, y que no es imprescindible para el proceso de personalización. Estamos demasiado imbuidos de la concepción aristotélica de que la perfección y la completud van unidas, de donde proviene la idea de progreso o desarrollo que manejamos habitualmente en sentido de mejora, avance, o camino de perfección, cuando en realidad son simplemente camino.
Así las consecuencias de una visión perfeccionista son precisamente de las que alerta Carlos en estas líneas; sólo vales si te adhieres a una escala de valores, por lo que quien no puede por ser nonnato o discapacitado no sería persona o lo sería “menos”. De la misma manera que he visto justificar a reputados neotomistas la pena de muerte, ya que igual que se “mejora”, se “empeora”, pudiendo perder en la escala personal. Ser no implica estaticidad; la discrepancia entre Heráclito y Parménides es falsa, se trata de dos maneras de explicar lo mismo. El ser se desarrolla y no es por ello que sea mejor o peor, sino por su adscripción a una escala de valores.
Hasta aquí mi matiz con Carlos es que creo que el tomismo es una mala explicación de lo que dijo Tomás de Aquino. Maritain se ciñó finalmente en exceso al tomismo. Esto ya lo separó de Péguy y lo separaría de Mounier.
Mounier es un pensador arriesgado, más preocupado por entender y explicar qué acontecía con la persona, que en mantener una rigurosidad filosófica. Y esto lo aprendió de Landsberg, su “maestro” en entender qué era eso del compromiso, alguien extraordinariamente riguroso que también entendía de las urgencias, que prefirió la inestabilidad al quietismo.
En fin, que esto da para mucho y es un comentario…

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