Revista Opinión

Debates electorales y zona Ash

Publicado el 29 noviembre 2015 por Miguel García Vega @in_albis68
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debate 7dLa Navidad y las campañas electorales cada vez empiezan antes y  cada vez traen más encuestas, luces de colores y anuncios de colonia. Con algunos programas y candidatos podríamos pasar del entretenimiento político al ‘busco a Jacques’ sin darnos cuenta de que hemos cambiado de programa. Porque no lo hemos hecho.

Aparte de esos espacios pensados para revelar el verdadero rostro de los políticos –nada más alejado de la realidad que un programa de televisión– tenemos los programas serios: los debates.

Esos también son puro espectáculo, la tele no sabe hacer otra cosa. Eso ya lo tenemos hablado aquí. Es un combate de boxeo coreografiado donde las luces, la vestimenta, la entonación, la pose, etc. son más importantes que las ideas.

Pero de lo que hoy quiero hablar es de cuando los presentadores se despiden y se apagan las luces del plató, que es cuando de verdad empieza el combate, con el postdebate y las encuestas sobre el mismo.

De eso y del experimento de Solomon Ash.

Solomon Ash (1907-1996) fue un psicólogo norteamericano de origen polaco, uno de los pioneros de la psicología social; célebre por sus experimentos sobre conformidad con el grupo. Realizados en 1951, demostraron cómo un individuo condiciona su propia percepción ante la presión del grupo.

Se reunía a un grupo de estudiantes, unos 8 ó 9, y se les decía que estaban ante un experimento de percepción visual. Era una prueba asequible para un chimpancé de nivel medio. En una tarjeta, una linea negra sobre fondo blanco. En la otra, tres líneas negras de diferentes tamaños. Había que decir cuál de aquellas tres tenía el mismo tamaño que la de la primera tarjeta. Algo que el individuo aislado respondía correctamente el 99% de las veces, una equivocación la tiene cualquiera. Pero, misma prueba realizada en grupo subía el error al, tachán, 37% de las respuestas.

ash y experimento
¿Cuál era el truco? Que de los ocho participantes, siete eran cómplices del experimento y solo uno el sujeto del mismo, al estilo del método Grönholm. El sujeto siempre era el último en dar la respuesta, tras los cómplices. Estos comenzaban soltando hilo: dando las respuestas correctas, todo bien. Pero luego viraban y empezaban a señalar líneas equivocadas. Y si siete personas veían la línea 3, algo pasaba contigo, que veías la 1. Al final ese 37% cedía y decía que era la 3, por supuesto. Por su parte, muchos de los que se mantenían en la respuesta correcta lo hacían con una visible incomodidad por contradecir al grupo.

No se hagan los especiales pensando que a ustedes no les pasaría. Todos hemos vivido la prueba de Ash. Es lo que yo siempre llamé ‘el truco de Íker’, por Íker Jiménez. Seguro que se han encontrado en esa situación: una fotografía en pantalla con un manchurrón similar a un minion vestido de flamenca mientras Iker, con ese tono solemne marca de la casa, les decía “en la fotografía se distingue claramente la figura de un hombre alto con sombrero de ala ancha acarreando una cesta de sardinas”. Ante eso a) joder, de repente veías las sardinas y te entraba hambre o b) no soy capaz de ver las sardinas, tengo que cambiar de oftalmólogo e incluso de vida, ni esto se hacer bien.

Bienvenidos a la zona Ash

Con los debates electorales y las encuestas posteriores creo que pasa lo mismo. Lo que ocurre en el terreno de juego es casi secundario. Por ejemplo, es imposible que haya un ganador, no hay manera de contabilizar goles de forma objetiva. Y no debería haberlo. ¿Quién gana algo así? ¿Cómo comparar peras y manzanas, cuando se dan dos visiones del mundo diferentes? ¿Gana el que dice mentiras comprobables con seguridad y buena dicción o el que da argumentos razonados de forma más vacilante? Tal vez el primero sabe que posee la verdad y el segundo duda de que eso exista. ¿Gana el primero? ¿Es importante ganar de esa manera?

Parece que sí, porque los debates van dirigidos a los indecisos, a ese 37% de Ash, por decirlo a lo bruto. A mí me parece que ningún adulto debería esperar a un debate televisivo para saber si es mejor privatizar o nacionalizar la sanidad, eso debería traerlo sabido de casa. Pero se ve que haberlos haylos. También, parece, hay gente a la que le influye quién ha ganado un debate porque apuestan a ganador sin mirar a quién. Y respecto a las encuestas, están los que juegan a dar la respuesta correcta, como si tuvieran premio: era el palito 3, si todo el mundo lo dice será por algo.

Porque el ganador del debate no se sabe cuando termina el programa, eso te lo cuentan después los medios, las encuestas, los expertos. También hay quien no ha visto el debate y solo se guía por la posterior explicación de los medios. Pobres almas perdidas.

Ahí es donde se gana o se pierde, en los despachos y no en el campo, que se diría en terminología futbolera. Porque la mayoría de medios de este país son lo que son, y sirven a sus dueños, no al público. Se lanzan a proclamar vencedor y te hacen la de Íker. Ha ganado el suyo, claramente; casi logras ver las sardinas y bajas a comprarlas al colegio electoral de la esquina. Mientras su candidato no rompa a llorar admitiendo que es un fraude, se puede ganar el postdebate si tienes la suficiente potencia de fuego. Y si tu candidato mete la pata dentro del área puedes ingeniártela para disimularlo con un titular tan delicioso como éste. Incluso puedes sacarle partido al error, desviando la atención a la anécdota para disimular el doble fondo de tu propuesta electoral.

Estamos ya en periodo electoral, acaban de entrar en la zona Ash. Consuman con cuidado.

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