Del agua y el vino.
Siempre he tenido una puerta entreabierta y una llave bajo la alfombra, tu cara para recordar… otro plan.
La vida entera habría dado porque aquellas dos latas de cerveza nunca se hubieran acabado. Y los días siguen… siempre se sucederán, cuando no quedemos... los otoños hablaran de la historia imposible de unos amantes que nunca fueron y de sus recuerdos perpetuos… Contarán de una tarde con luz débil en la Cerrada de Utrero y de ti vestida de negro junto a las tinajas del vino; nombraran a tus ojos miel vibrando cerca de la verja en aquel campo, de dos perros ladrando, de tu vecino Antonio al acecho y el aliento junto a mi… de tu aliento. Nada quedará, pero un enjambre de abejas anidará cancerberas a la puerta que dejé entornada para impedir el paso a los necios y ellas guardaran el espacio que nunca ocuparemos para que no fuera ya de nadie. Cubrirán de néctar dulce... ciego y baldío, un templo abandonado entre brozas secas erigido para la nada... recordando eterno este terrible no, que siempre será nuestro.
© f. buendía.