Revista Sociedad

Democracia de Audiencia

Publicado el 18 abril 2013 por Abel Ros

El periodista de hoy se ha convertido en un exhibidor moral con capacidad para condenar a quienes cuestionen su autoridad


Democracia de Audiencia
egún Hallin y Mancini, el sistema mediático que distingue a
la Hispania presente, responde a las características del Modelo Mediterráneo. Para  Daniel y Paolo, este paradigma se define por: la escasa lectura de prensa, la politización de los medios, la instrumentalización de los periodistas y el intervencionismo estatal en los tejidos informativos. Tales trazos arrojan una coyuntura mediática de Democracia de Partidos muy alejada del ideal de Democracia de Audiencia. Esta última, se caracteriza por una esfera pública protagonizada por unos medios privados relativamente autónomos de los partidos políticos y unos medios públicos relativamente autónomos del gobierno.

Las dos Españas mediáticas se pelean como perros y gatos para tejer el titular al servicio de sus partidos

El periodismo ideal ubicado en el paradigma de la Audiencia se convierte en un árbitro del conflicto político y en un servicio público, ajeno a los intereses gubernamentales. En precisamente este escenario platónico alejado del que tenemos, el que sitúa al patrón de la opinión pública en una audiencia informada y capacitada para confeccionar opiniones fundadas sobre la agenda del momento. La Democracia de Audiencia se corresponde con la uniformidad de los mensajes y la transparencia de las cabeceras. El lector de la mañana, en  los sistemas ideales, compra su ejemplar atendiendo a la calidad de los escritos, con independencia de sus preferencias electorales y mimbres  ideológicos. La despolitización de los medios sirve a la sociedad ideal para fabricar espíritus críticos ajenos al corsé editorial de la polarización mediática.

El intervencionismo estatal, denunciado en el párrafo primero, se manifiesta en la radio-televisión pública española y autonómica. Según Sampedro, tales televisiones: "cumplen disciplinariamente una función de propaganda del gobierno de turno". En dichos medios, "no suelen realizarse debates entre candidatos por miedo a la manipulación". "El despilfarro económico de la televisión pública – en palabras de Fernández, amigo de José Luis - no se corresponde con la calidad de los contenidos". "No hay consejos audiovisuales independientes de los partidos y en condiciones de controlar a los medios". "Las concesiones de licencias de emisión – criticadas por Mancini – suelen estar contaminadas de clientelismo". En definitiva, "la oferta audiovisual no satisface los estándares que cabría esperar de un servicio público". Estamos – como diría el cuñado de mi prima – a años luz de un periodismo que sirva a los ciudadanos en lugar de a los partidos.

El periodismo actual, sujeto a la Democracia de Partidos, agoniza día tras día, ante la pérdida de su argumentación racional y el punto bajo de miras en el debate de las ideas. La prensa que nos envuelve se distingue por su falta de compromiso con las reglas más elementales de imparcialidad informativa y contrastación de fuentes. Las "dos Españas mediáticas", denunciadas hasta la saciedad por las páginas del Rincón, se pelean como perros y gatos para tejer el titular que mejor satisfaga a los intereses de sus partidos. Decía Bouza que: "la batalla por la comunicación es la forma que hoy parece tomar la (antigua) lucha de clases". En días como hoy, la información se disfraza de opinión y, viceversa, en un escenario de agresividad envenenado por los mercados. El periodista se ha erigido en un exhibidor moral con capacidad para condenar a cualquier ciudadano que le cuestione o, ponga en riesgo su protagonismo en los lagos de lo público. Mientras el periodismo no recupere su humildad estaremos – como decía José –  a "años luz" de conseguir el ideal. Cierto.

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