Revista Cultura y Ocio

Denme un Valle

Publicado el 24 junio 2016 por Rosa Valle @RosaMValle

De las bajuras al hedonismo de Epicúreo en un solo post

A los que padecemos miedo a las alturas (vértigo psicológico) nos gusta mirar la vida de abajo a arriba (¿igual nos lo tenemos que hacer mirar?…). Es por eso que prefiero caminar entre valles que escalar montañas. Denme un valle y no una montaña.

Valle de Somiedo (Asturias).

Valle de Somiedo (Asturias).

Pero, sin montañas… no hay valles. Como, sin obligaciones y durezas, no hay felicidad posible, salvo que uno tenga alma de hedonista. Quién pudiera… Quién supiera. No hedonista de los de Arístipo de Cirene, que eran de los de primero yo y después también yo. Léase:

Escuela cirenaica: “Se plantea que los deseos personales se debían satisfacer de inmediato sin importar los intereses de los demás. «Primero mis dientes, luego mis parientes»”.

La otra escuela clásica del hedonismo, la del controvertido Epicúreo (para unos, un libertino; para otros, un asceta) sí  se me antoja ‘achuchable’. Consideraba este buen griego que la felicidad consiste en vivir en continuo placer, entendiendo como tal no solo el sexual. Según él, hay otras formas de placer que nacen de la ausencia de dolor o disgusto. Ningún placer es malo en sí, pero, ojito, que los medios para alcanzarlo pueden ser arriesgados y hasta erróneos.

Epicúreo.

Epicúreo.

¡Aaaay, los hedonistas! Qué listejos salieron. La historia ha demostrado que el hedonismo tiene parte de razón. Esa llama, esa búsqueda del placer forma parte del ser humano.

Inicié este post hablando de valles y montañas. Valle es mi apellido. Por “Valle” me gusta que me llamen. Agradecida estoy a mi pos-nombre, sin atreverme a ensalzarme tanto como mis antepasados más pretéritos… :

«El que más vale no vale tanto como Valle vale». Tal era el mote que en su escudo de armas lucía Don Alonso González del Valle y Álvarez de Builla, primer marqués de Campo Ameno y el vecino más acaudalado de Ica (Perú), donde era gobernador. Nació en 1696 en Santa María del Mar (Asturias).

“No sólo fue notable por su título y fortuna, sino también por su talento. Dice la tradición que escribió muy buenos versos y que, como abogado, lució sus dotes en defensa del homicida Anselmo Montanches, cuya causa tuvo incidentes que la hicieron célebre por entonces en los anales del crimen”.


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