Revista Música

Depeche Mode o mi pacto unilateral contra la promiscuidad musical

Publicado el 01 octubre 2012 por Janeko

Strangelove...
Depeche Mode o mi pacto unilateral contra la promiscuidad musicalCon Depeche Mode y la música me sucede igual que con el amor. Alguna vez tuve la suerte de conocer a alguien tan, pero tan extraordinario que, después de él, ninguno pareció dar la talla. Hubo otros, a mi despecho no muchos, que a pesar de sus cualidades, nunca pudieron superar el examen comparativo con el personaje en cuestión. Lo mismo me pasa con DM; toda vez que descubro otra banda, debo forzosamente contrastarla con ellos, y no se puede, los estándares son demasiado altos como para pasar la prueba. Salvo las otras dos bandas que se ubican en mi Olimpo musical particular –The Cure y Tool–, ningún músico moderno se ha salvado de esta odiosa comparación.Depeche Mode o mi pacto unilateral contra la promiscuidad musicalLa agrupación original (1980-1981) : Martin Gore,Andrew Fletcher, Dave Gahan y Vince Clarke (Erasure)
Deduzco entonces que DM se ha convertido en una especie de seguro contra la melomanía, uno no muy grato, por cierto. A veces me lamento por haberlos conocido tan joven, y con ello haberme negado al placer de apreciar a otras bandas como se merecen. Lo admito, muchas, muchísimas son excelentes, me atrevería a decir que quizás más virtuosas pero –al igual que en el amor– mi pasión por ellas, pese a ser muy intensa y en ocasiones rayana en la obsesión, se esfuma pronto, mucho más de lo que desearía. Al final, siempre regreso a ellos. El amor verdadero existe, el mío –dejando a un lado a quien de ahora en adelante denominaremos el Señor X– se llama Depeche Mode.Depeche Mode o mi pacto unilateral contra la promiscuidad musicalA la salida de Vince Clarke en 1981, lo reemplaza Alan Wilder hasta 1995 (derecha)Recuerdo con claridad la noche en que los conocí. No me pregunten por qué, pero estaba embarcada en el automóvil de mis primos –mucho mayores que yo– rumbo a un barrio de clase alta al que jamás he vuelto. Un portón ancho de metal nos abrió camino a una urbanización repleta de casas lujosas, edificadas sobre colinas, artificiales quizás. Mis primos debían encontrarse con sus amigos, que demoraban en salir; para amenizar la espera y no aburrir a sus pequeñas acompañantes –mi hermana, otra prima y yo– mi primo decidió que escucharíamos lo que, casi quince años después, adquirí a manera de CD original como los Singles 81-85 de la banda. Mágicamente, la casetera sonó al inicio de la más hermosa canción jamás escrita, musicalizada e interpretada; una especie de gemidos armónicos, sostenidos, daban paso a una clase diferente de sonido, que yo llamé robótico, pero que más adelante supe que debía llamársele, con corrección y respeto, electrónico. Una masculina y profunda voz, bien educada, sofisticada y sensual, acabó sellando mi pacto de por vida con Depeche Mode. A ésta le sucedieron en orden otras, no menos bellas, no menos poderosas, nunca menos virtuosas. Atrás quedaron los días de Flans, Mecano y Hombres G. Había tomado la píldora roja; desde entonces, nada volvería a ser igual para mí. Tenía siete años.Shake the Disease (1985) : La píldora rojaResulta curioso que un acontecimiento aparentemente trivial se convierta el que decida tu destino y forma de ver el mundo. Pasé de ser la potencial consumidora de productos para las masas, a escuchar Music for the Masses a una edad en la que las niñas debían preocuparse por aprender a bailar la coreografía de Me enamorado de un fan. No puedo mentir ni negarles que en todo este tiempo resbalé. Pero les aseguro que, de Joe de los New Kids son the Block, sólo me gustaba su físico ¡ja!; con Depeche Mode se trataba de algo más profundo, algo que sobrepasaba la barrera de lo estético. Es la admiración por la búsqueda de la perfección lo que me ha motivado siempre ha volver a ellos. La sofisticación, ese exquisito equilibrio rara vez visto en el arte contemporáneo, quizás en casos como el de Kubrick o Borges, en donde la popularidad nunca está reñida con la excelencia. Siempre me ha fascinado el hecho de que DM fuera un grupo tan comercial y fiel a sí mismo al mismo tiempo, que no haya tenido la necesidad de recluirse en ninguna clase de círculo underground para ser considerada una banda de culto, devoción y adoración para sus admiradores. Si al Señor X –fanático a muerte de Tool– le sorprendía que alguien pudiera considerar a Depeche Mode como su banda favorita, a mí siempre me llamó la atención que esto no fuera así para un gran porcentaje de la humanidad.Depeche Mode o mi pacto unilateral contra la promiscuidad musicalDM en la actualidad: Martin Gore, Dave Gahan, Andy FletcherHan pasado veinticinco años desde el flechazo, he caminado junto a ellos en todas sus producciones discográficas y he sido testigo de su evolución: new wave, pop electrónico ochenteno, coqueteos con cuerdas y distorsiones grunge, hasta su regreso a las raíces revestido de madurez. Me importa poco esperar cuatro años para el lanzamiento de cada nuevo álbum. Estoy totalmente segura de que nunca me decepcionarán. A veces veo con sana envidia como mis amigos melómanos se entusiasman cada vez y cuando con bandas novedosas, sonidos eclécticos, colecciones enteras de música que quizás no les alcance la vida para escuchar. Créanme que lo he intentado. He procurado ilusionarme con uno y otro grupo musical que escucho por ahí y por allá, para ver si de una vez logro exorcizarme del pasado, pero algo falta. No puedo encontrar en ellos una suerte de alma que pueda vibrar con la mía como sucedió con Depeche Mode, allá por 1987. Me es imposible recrear la sensación, menos aún superarla. Lo mismo me pasa con este bendito asunto con el Señor X. Para estas alturas me he resignado a vivir con este tipo de limitaciones. La promiscuidad musical no es lo mío, como no lo es la promiscuidad en el amor. Lo mío es la idealización; si en algo he de destacarme, es en erigir pedestales, pero uno sólo para cada dios.Uno de los mejores temas de la banda. Del álbum Ultra (1996-1997)

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