Revista Psicología

Depresión: Que decir y que NO decir…

Por Clotilde Sarrió Arnandis @Gestalt_VLC

En el intento de ayudar a un amigo, familiar o persona cercana que se encuentra atravesando una depresión, se suelen decir ciertas frases que, con con buena intención, producen un efecto contrario en la persona que se está viviendo una experiencia depresiva.

Depresión: Que decir y que NO decir

Depresión: Que decir y que NO decir a una persona deprimida

  • «Sal y distráete un poco»
  • «Debes poner de tu parte»
  • «No pienses tanto»
  • «No sé por qué estás así»
  • «No sé por que te quejas si no te falta de nada»
  • «Ánimo que lo tuyo se arregla con fuerza de voluntad»…

Estas —y muchas más— son frases que jamás deberíamos decir a un persona que atraviesa una depresión. Pero la realidad demuestra que la ayuda que el deprimido recibe de su entorno le llega muchas veces de un modo caritativo y proteccionista que trivializa su proceso e incrementar su malestar al exigirle un esfuerzo que es incapaz de realizar.

Consideremos que el paciente deprimido se atormenta cuando piensa en lo mucho que tiene que hacer y lo incapaz que se siente ante esfuerzos tan sencillos como levantarse del sofá, vestirse, lavarse y no digamos ya salir de casa para enfrentarse a un entorno que percibe como hostil.

Esta situación se convierte en una tortura que abotarga su mente y le hace claudicar ante una batalla que ni siquiera es capaz de comenzar por carecer de fuerzas. Este malestar sumado a la falta de ilusión propia de la depresión, hace que el paciente asuma sus síntomas como un nuevo estatus de vida del que tal vez no pueda salir nunca.

Es necesario que quienes conviven con un paciente depresivo conozcan los síntomas de la depresión, y es responsabilidad de los profesionales sanitarios instruir a la familia a tal efecto para que puedan ayudar al paciente en cada etapa de la misma, conozcan sus síntomas y entiendan que el paciente está incapacitado para “poner de su parte” .

También que su aparente falta de esfuerzo no es tal, sino sólo una falta de fuerzas y de ilusión inherente a su proceso que no se soluciona animándole a que haga lo que es incapaz de hacer; o al menos no en la fase más álgida del proceso depresivo, cuando la anhedonia y el agotamiento son altamente incapacitantes.

Obviamente, conforme el trastorno evoluciona y los medicamentos y la psicoterapia van haciendo su efecto, el paciente es cada vez más capaz de tomar iniciativas y afrontar retos, aunque llegar a ello a veces sea lento y tedioso.

Apoyo y contacto en la depresión

La persona deprimida tiene una visión constreñida de su realidad que le lleva a contactar de una forma inhibida, e incluso a interrumpir el contacto con su entorno más inmediato, que suele ser la familia.

Esta imposibilidad de contactar lleva al paciente a cerrarse en si mismo y le hace incapaz de ver ninguna solución a su tremendo malestar. Surge un aislamiento emocional e interpersonal que propicia que todo lo que sucede a su alrededor es percibido y sentido como ajeno, lejano e imposible de alcanzar.

El malestar del deprimido se acrecienta conforme es consciente de su impotencia y surgen sentimientos de soledad, incomprensión y un desconcierto que le impele a pronunciar frases como:

  • «No sé lo que tengo, pero no estoy bien»
  • «Si todo va bien, ¿por qué me encuentro así?»
  • «Nadie me comprende»
  • «Soy un estorbo»
  • «Qué difícil debe ser convivir con alguien en mi situación»
  • «Me gustaría ser como los demás que no sufren como yo»

Así es como va surgiendo un sinfín de quejas y reproches hacia si mismo, y también contra el entorno, que cierran un círculo vicioso de malestar, tristeza, sentimiento de culpabilidad, falta de apoyo y un vacío que nadie ni nada puede llenar.

Metafóricamente hablando, el paciente se siente como si estuviera en el fondo de un pozo oscuro, sin capacidad alguna de ver ni encontrar la salida.

En términos extremos, en esta situación deberá siempre contemplarse el riesgo suicida como mas adelante explicaremos con más detalle.

Lo que NO se debe hacer ante una depresión

1- Restar importancia a la situación

Hay tendencia a contemplar la depresión desde la perspectiva propia del observador y sin empatizar con lo que pueda estar sintiendo el que la padece. Se tiende igualmente a pensar en la depresión como una actitud negativa que mejoraría con un simple cambio de actitud por parte del paciente.

Craso error el de estas actitudes —muy frecuentes— que propician a trivializar el problema y predisponen a dar consejos al paciente desde la perspectiva de quien no sabe lo que es sufrir una depresión.

2- Decirle al paciente que se “anime”

Es muy frecuente recurrir al «anímate» como si esta palabra mágica pudiera arreglarlo todo. En realidad, con este modo de animar lo que en realidad se hace es infravalorar al deprimido y a su sufrimiento, y aunque la intención sea buena, el efecto puede ser tan devastador como sería decirle a un preso que su situación resolverá saliendo de la cárcel y paseando al aire libre.

Ante estos consejos (y otros como «vamos, alégrate», «sé positivo», «sé cómo te sientes»), es posible que el deprimido se sienta poco respetado en su experiencia depresiva e incluso culpable por haberse metido en una prisión de la que es incapaz de salir y desde la que hace sufrir a sus seres queridos.


3- Anular al deprimido al intentar ayudarle

Un exceso de cuidados y atenciones pueden anular la poca voluntad que aun le queda a quien atraviesa una depresión.

Esto sucede cuando la familia o la pareja cuida excesivamente al paciente y asume por él tareas, responsabilidades y decisiones que sólo deberían ser suyas, haciendo que se sienta más inútil y convirtiéndose —sin quererlo— en cómplice de la depresión y de que esta se perpetúe.

4- Hacer reproches

Es un hecho que quien convive con una persona deprimida lo pasa muy mal, y como consecuencia puede caer en el error de reprochar al paciente por lo que son sólo síntomas de su enfermedad.

Esta actitud empeora el proceso cuando lo que habría que hacer es que el deprimido se sintiera valorado y comprendido. «Aunque sé que no estás bien, creo en ti» es una frase que puede ayudar muchísimo ya que, aunque parezca una afirmación forzada, hace ver al paciente (que muy probablemente habrá perdido su autoconfianza) que le consideramos importante.

5- Hacer creer al paciente que si está así es porque quiere

Se deben evitar frases impositivas del tipo “pon buena cara” o preguntas como “¿por qué estás triste?”, pues serán interpretadas como si la depresión fuera algo que se ha elegido y no un evento surgido como cualquier otra enfermedad y manifestado sin más e independientemente de la voluntad del paciente.

Hay que reforzar al paciente en la convicción de que no está deprimido porque actúa indebidamente mal o hace algo que lo propicia. Le insistiremos en que él no tiene la culpa de estar como está y que tener una depresión no es algo que él haya elegido ni depende de su voluntad, como tampoco lo es tener una neumonía de la que nadie se recupera poniendo buena cara o saliendo a la calle a pasear.

6- Intentar reemplazar al profesional

En todo momento, el entorno más inmediato del paciente deprimido deben actuar como pareja, como padre, como madre, como amigo… pero nunca como psicoterapeuta.

Es frecuente que tratando de hacer un bien, los convivientes pongan en práctica remedios ineficaces —incluso perjudiciales— al intentar actuar como sólo un verdadero profesional está preparado.

La depresión es una enfermedad que requiere de un tratamiento prescrito y aplicado sólo por profesionales de la salud y adaptado a la individualidad de cada caso y persona.

No obstante, las personas cercanas al paciente deprimido tienen también su parcela de responsabilidad a la hora de ayudar en la evolución de su ser querido, pero ésta será una ayuda distinta a la del profesional, aunque complementaria e insustituible ya que los lazos afectivos constituyen una ayuda importante en cualquier experiencia depresiva.

Cómo ayudar a una persona con depresión

1- Intentar comprender su experiencia depresiva

A la persona deprimida le ayuda saber que comprendemos el proceso que atraviesa, que su depresión no es un fallo de su forma de ser, que no depende de su voluntad ni es algo que le esté sucediendo por su culpa.

No hay que trasmitir al paciente que la depresión se solucionará “animándose”, “poniendo de su parte” odistrayéndose”, sino sólo a través de un tratamiento tanto psicológico como farmacológico prescrito y controlado por un profesional de la salud.

2- Ofrecer apoyo en su proceso

Lo importante en una experiencia depresiva es que la persona se sienta apoyada y comprendida. Muchas veces, sobre todo cuando no se sabe bien como actuar, el mejor modo de hacerlo puede ser a través de frases sencillas como:

  • «¿Qué puedo hacer por ti?»
  • «No estás solo»
  • «No es tu culpa»
  • «Me tienes a tu lado para lo que necesites»
  • «Eres importante para mí»
  • «Sé que estás sufriendo y no te voy a dejar»
  • «Esto pasará y juntos lo superaremos»
  • «¿Quieres un abrazo?»
  • «Te quiero»

E incluso, hay ocasiones en las que la mejor ayuda puede ser no decir nada y sólo permanecer al lado de quien sufre la depresión.

Consideremos también que los procesos depresivos suele cursar con sentimientos de soledad (el paciente se siente como si atravesara un largo y oscuro túnel) y es de suma importancia que quienes conviven con él le transmitan el mensaje de que no está solo («Estamos juntos tú y yo para superar esta depresión, y vamos a vencerla»), y también que no tiene por qué sentir culpa alguna de lo que le sucede.

3- Gran dosis de paciencia

Hay que hacer ver a la persona deprimida que su trastorno puede tener un curso muy largo ante el que hay que tener mucha paciencia. También se le insistirá en la importancia de seguir el tratamiento prescrito para llegar a ver la luz que le aguarda al final del túnel. Del mismo modo le transmitiremos que salir de él será un trabajo en el que estaremos a su lado en todo momento.

Siendo que la evolución de la depresión puede ser lenta y muy invalidante (sobre todo al principio del proceso), será de gran ayuda que el familiar que esté a su cargo acompañe al paciente en sus visitas al psiquiatra y a las sesiones de terapia, en parte también para asegurarse de que está cumpliendo el tratamiento, sobre todo cuando hay reticencia a ser tratado por profesionales.

4- No forzarle a realizar las cosas que le resulten imposibles

Se debe ayudar al paciente a que hagan aquellas cosas que sea capaz de hacer, sin forzarle a las que le resulten imposible.

En este sentido es importante fomentar un equilibrio diario de rutinas en lo referente al sueño, comidas, ejercicio e incluso relaciones sociales (siempre en la medida de sus posibilidades). Estas medidas aparentemente sencillas, son en realidad muy importantes para conseguir una recuperación más satisfactoria.

5- Prestar atención a posibles pensamientos suicidas

Quienes conviven con el paciente deprimido deben ser instruidos por los profesionales de la salud que atienden al paciente, en cual debe ser su actuación en cada momento.

En concreto es importante que se interesen por el tipo de pensamientos que tiene el paciente y saber si está luchando mentalmente contra su trastorno, a fin de detectar pensamientos suicidas.

En este sentido no hay que tener miedo o recato a la hora de preguntar al paciente por lo que piensa, pues la depresión es un enfermedad altamente letal y el silencio podría implicar un grave riesgo.

El mejor modo de abordar esta información es normalizando al máximo la situación y haciéndole ver al paciente que en la depresión es frecuente tener este tipo de pensamiento pero que el suicidio nunca debería ser una opción.


Clotilde Sarrió – Terapia Gestalt Valencia

Dr. Alberto Soler Montagud – Psiquiatria Privada

Licencia de Creative Commons
Este artículo está escrito por Clotilde Sarrió Arnandis y Alberto Soler Montagud y se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 3.0 España

Imagen: Imágenes Gratis


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