Revista Cultura y Ocio

Derechos y deberes – @JokersMayCry

Por De Krakens Y Sirenas @krakensysirenas

Voy a morir algún día… y tú también. Los pétalos rojos caerán de las alturas para marchitarse en el suelo en forma de coágulos de sangre, el sol desfallecerá en su inalcanzable cuna rebosante del vómito de la oscuridad, lo puro besará el negror de un bostezo que lo enterrará en labios del cáncer del nihilismo. Eso me da el derecho a cometer los errores que me dé la gana. El hecho de que mi existencia pueda acabar imprevisible y abruptamente dentro de diez años, dentro uno, una semana, mañana o incluso ahora me empuja a vivir, a arriesgar, a caer y seguir o quedarme en el suelo hasta que llegue mi hora sin poder levantar cabeza de esta cama de hospital donde veo a las arañas tejiendo mi ataúd en las esquinas, parcas jugando con mi pulso en su rueca, cuervos nublando el sol con sus alas de ángel caído, estrellas destetándose de la luna, el hielo se derrite, el agua se evapora, la nube cae sangrando las lágrimas de Lucifer, me hundo en el charco que apaga las velas de mi barco.

Si no existiese la muerte, si nuestro paso por este mundo fuera eterno, nos hubiéramos acomodado en la más tediosa estabilidad, la impaciencia no existiría, ni la precipitación, la abulia sería nuestro mal extendiéndose como la enfermedad que ahora me tiene postrada en mi trono fúnebre, la corona cae arrancándome el pelo y mi cetro tiembla con mi pulso. El mundo estaría lleno de miedo, el terror hundiría sus negras uñas en nuestra alma e, irónicamente, no viviríamos porque necesitaríamos de forma patológica la seguridad en cada uno de nuestros actos. El tiempo es lo único que no nos sobrará, se acaba, se evapora como un gran charco de lluvia en primavera cuando llega el sol del verano. Se me acaba el tiempo para ser joven, ya no lo tengo para ser vieja, se me van los segundos para estar contigo, se desprenden los latidos de mi corazón para leerme todos los libros que quiero, para escribirlos, para sonreír, para soñar contigo, para pasear de tu mano, para escupirle a la luna en los charcos provocando que temblara, para juntar el cielo con el infierno, para suicidarme, para tener miedo, para vivir. Ese tiempo finito vital te da derecho a hacer lo que quieras, te insta a correr, a no pensar en unas consecuencias que, al igual que tú, no serán inmortales.

Eres polvo deambulando en algún punto de las ciclópeas dimensiones del Universo y nada de lo que hagas afectará a su funcionamiento, pero sí a tu minúsculo mundo interior y a aquello que te rodea. Tienes derecho a destruirlo todo, a experimentar con los engranajes, a reventar su mecanismo incomprensible, a reconstruirlo, a llorar, a lamerte las heridas, a arrancar las hojas, a correr para nunca ganar al tiempo, a caer, a dejarte la cabeza por no pensar, a romper tu corazón por hacerlo, a asesinar demonios, a conjurar el mal que hay en ti, a conquistar lo que está por venir, a quemar por donde ya pasaste sin mirar a atrás… Tienes derecho a intentar, a intentar sin pensar en la decepción, a aliarte con ella, a sonreír en la ignorancia, a torturarte en la derrota, a masturbarte en medio de una batalla perdida, a cruzar tu espada con la de los dioses que te castigarán… a todo.

Y un único deber: morir.

Apura, corre por la guadaña tu sangre como el brillo de la luz por tus ojos. Ya viene… Ya se acerca… Oye sus pasos en forma de latido, viene a por mí. Toma mi mano, no quiero estar sola cuando me envuelva la oscuridad, tengo derecho a aferrarme al verde… de tus ojos… e intentar estar… contigo para sie.

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