Revista Historia

DESARROLLO LOCAL, HISTORIA Y LITERATURA: en torno al "árbol del pan" y sus frutos

Por Josemarialama @josemarialama
DESARROLLO LOCAL, HISTORIA LITERATURA: torno Presentación de la X Feria de la CastañaCabeza la Vaca, viernes 30 de octubre de 2015
Buenas noches. Agradezco al Ayuntamiento de Cabeza la Vaca, como principal institución organizadora de la Feria de la Castaña, que me haya invitado a estar hoy aquí con ustedes. Mi agradecimiento es, en primer lugar, por permitirme recuperar, con este acto, una parte importante de mi vida, la de los años que viví vinculado a Cabeza la Vaca y al resto de localidades de la comarca de Tentudía.
Desde finales de 1993 mi actividad profesional transcurrió en estas tierras. Primero como director de la Escuela Taller de Monesterio (que años después pasó a ser la Unidad de Desarrollo y Formación para el Empleo “Las Moreras” o “Antonio Morales Recio”, en recuerdo del amigo que fue su subdirector y que murió en el ejercicio de sus funciones). Después como director-gerente del Centro de Desarrollo Comarcal de Tentudía, creado en 1996. Y que estuvo muy unido a este municipio debido a la elección como primer presidente de Manuel Vázquez Villanueva, alcalde entonces de Cabeza la Vaca, con quien trabajé codo con codo durante los primeros años de vida del centro. Desde CEDECO impulsamos la iniciativa comunitaria LEADER y a través de ella se diseñó el proceso de desarrollo territorial de la comarca y se comenzaron a financiar numerosas iniciativas empresariales y sociales que redundaron en beneficio, eso creo, de ese desarrollo. Durante diez años permanecí -yo, que soy de Zafra- muy cerca de este trozo de Extremadura.

Los escritores recordamos la vida por lo que hemos escrito. Y sobre Cabeza la Vaca uno ha escrito algo. Al principio, estudios sociales y económicos en mi función de técnico de desarrollo territorial. El primero fue hace ya veintitrés años, en 1992, sobre la subcomarca de los Servicios Sociales de Base de Monesterio, Montemolín, Calera de León y Cabeza la Vaca. Lo redacté dentro de un encargo al Taller Zafra de Educación Popular, la empresa en la que trabajé de 1988 a 1993, antes de incorporarme a finales de ese año a mi nuevo puesto de trabajo en Monesterio. Después de este estudio vinieron otros, incorporados ya al proceso de dinamización de estas tierras, como el “Plan Estratégico de Desarrollo Territorial  sobre la subcomarca de Monesterio”, presentado como trabajo del master de Desarrollo Local que cursé en 1996 en la Universidad Autónoma de Madrid, o “La comarca de Tentudía vista por su gente”, un dictamen social sobre el desarrollo de la comarca de Tentudía elaborado a partir de las opiniones de los participantes en un curso relacionado con el LEADER. Por cierto, que en ese curso de hace veinte años (tan importante para lo que después vino) participaron varios vecinos y vecinas de Cabeza la Vaca, que no quiero dejar de citar: Juan Barroso, Manuel Belmonte, Ana Caballero, Pilar Colorado, Tobías Fabián, Elena Lavado, Blasa Lemos, Carmen Macías, José Martínez, Antonio Mateos, Rosario Pérez, Rosa Pérez, Rufina Ramos, Isabel Romero y Pepa Vázquez. Sobre nombres como estos se ha construido el progreso de esta comarca. El siguiente escrito relacionado con esta localidad que recuerdo haber hecho tuvo un carácter histórico-literario: “Crónica de la maravillosa invención de Tentudía” se titulaba. Fue un texto largo que apareció en 2001, en uno de los volúmenes, Tentudía, la montaña mágica, espléndidamente editados por la Diputación de Badajoz y dedicados a las diversas comarcas de la provincia. En ese texto escribía sobre cómo “la profundidad de las cuevas de Fuentes de León tiene su envés en la altura del caserío de Cabeza la Vaca, el más alto de toda la provincia de Badajoz”. Escribía también que por ello no es casualidad que la patrona sea Nuestra Señora de los Ángeles (con permiso de San Benito Abad). Y escribía sobre el origen del nombre y del poblamiento. “No hay constancia en Cabeza la Vaca de poblamiento anterior al Medievo al contrario que la mayoría de los núcleos comarcanos -decía- reduciéndose su antigüedad al siglo XIV. Quizás por esta bisoñez del caserío los naturales destacan orgullosos cómo Felipe II concedió al lugar el título de Villa en 1594 y le otorgó el privilegio de impartir justicia. De esa época data la Cruz del Royo…”

Mencionaba la plaza de toros, la principal de la comarca, sin callejón y adosada a otros edificios; la Torre del Reloj, del siglo XVIII, y algún sucedido célebre como el relatado por el tantas veces fantasioso Juan Mateo Reyes Ortiz de Tovar, que en sus Partidos Triunfantes de la Beturia Túrdula, dice que el año 1755 cerca de Cabeza la Vaca, se hundió un poco de sierra y tal fue el montón de aguas que salieron de sus entrañas que parecía un diluvio, quedando los naturales atemorizados. Después a los pocos días se recogieron y no han vuelto a salir.
Terminaba esas menciones a Cabeza la Vaca en la “Crónica de la maravillosa invención de Tentudía” con un suceso que desarrollé en un artículo unos años después. “Nazis en Cabeza la Vaca” se llamaba, y en él historiaba la muerte en accidente de seis aviadores de la Legión Condor en la sierra de la Buitrera, aquí al lado, el 16 de abril de 1938. Lo publiqué, en colaboración con el historiador Francisco Espinosa, en el número de octubre de 2002 de la revista local “El Rollo”. En él sacamos a la luz también las magníficas fotos de la agencia EFE sobre la erección de un monolito por parte de la Legión Cóndor en la cima de la Buitrera en mayo de 1939. Y lo acompañamos de otra fotografía realizada por Jordi Macías con la apariencia actual -bueno, de hace ya trece años- del monolito. Y lo último que he escrito sobre esta localidad es este texto que ahora les leo presentándoles la Feria de la Castaña en su décima edición. Si hasta aquí hay, en mis textos sobre Cabeza la Vaca, tanto muestras de temas socioeconómicos, como literarios e históricos, en este último texto que aquí les ofrezco se me antoja que se mezclan todos ellos. Ejerzo, pues, en él –con la excusa de la castaña- mis tres dedicaciones y obsesiones: la de técnico de desarrollo territorial, la de escritor y la de historiador.
Porque la Feria de la Castaña entiendo que es, en primer lugar, una iniciativa vinculada con el desarrollo de esta tierra. La excepcionalidad de las manchas de castaño de este término, tan meridionales, que existen quizás gracias a la altura del caserío más elevado de toda la provincia y a la humedad consiguiente, han situado la castaña de Cabeza la Vaca como una pieza básica del desarrollo del municipio. Durante mucho tiempo la castaña ha estado en regresión. No sólo aquí, en todos lados. De ser un producto agrícola, por su uso alimentario para la población y para el ganado, cuando fallaba el cereal, ha pasado a ser un producto prácticamente forestal. Y eso a pesar de que siguen siendo notables las potencialidades económicas de los castaños y sus posibles aprovechamientos, sean de la madera o del fruto, y de éste fresco o elaborado (almíbar, bombones, harina, mermelada…). En Cabeza la Vaca, la producción de castaña, a diferencia del otro foco castañero del norte de Extremadura, ha estado más vinculada al aprovechamiento del fruto que al de la madera, y la recolección (destinada la mayoría a harina) ronda anualmente –según tengo entendido- los 200.000 kilos. De todas formas, la importancia del castaño viene dada también por la compatibilidad de su cultivo con otras actividades que permiten el desarrollo rural, como la caza, la pesca, el turismo, la micología, etc. Y es que el castaño no es un cultivo excluyente. Pero más allá de la incidencia real que los castaños tengan en la economía de la zona, su valor es también identitario, tiene que ver con la identidad, con vuestra identidad. Y no hay desarrollo de un territorio sin identidad. Esa siempre ha sido una preocupación al emprender procesos de desarrollo de una zona, de un municipio o de una comarca. El desarrollo no es sólo una cuestión cuantitativa, tiene que ver sobre todo con la capacidad que tiene un pueblo de reconocerse a sí mismo y de diseñar su futuro. Y eso atañe más a la cualidad que a la cantidad. El trabajo que venís haciendo, desde hace ya diez años, en torno a la castaña, a su promoción y valoración tiene que ver con el desarrollo no sólo porque se trate de un producto que incide en la economía. Tiene que ver con el desarrollo sobre todo porque se trata de un producto que incide en la cultura y en la identidad, en vuestra tradición y personalidad. Durante unos días, y alrededor de la castaña, instalaréis un mercado verde y artesano, con productos de temporada; organizaréis rutas de la tapa, quedadas cicloturistas, rutas senderistas, talleres de cocina, exposiciones de caballos y enganches, demostraciones de herrajes, concursos de postres y dulces de castaña, cursos de transformación y elaboración de este fruto, cursos sobre el manejo del castañar. Bajo la tutela del ayuntamiento y con la colaboración de la Diputación de Badajoz y numerosas empresas y asociaciones, entre ellas el Centro de Desarrollo Comarcal de Tentudía, durante unos días vais a insistir en vuestra identidad, vais a hablar de una de vuestras señas de identidad. Y eso es lo primordial. Así lo han entendido también otros muchos pueblos peninsulares, que por estas fechas celebran festividades similares alrededor de la castaña. Como Marvao, en Portugal, que algún año ha tenido representación en vuestra feria y que anualmente celebra la Festa do Castanheiro. Como Alcaucín, en Málaga, y su Día de la Castaña. O los también malagueños Pujerra y Genalguacil. Como la Festa da Castaña en Breixa, Silleda, Galicia. El magosto de los pueblos del norte. O, en Extremadura, y con un carácter más genérico, el Otoño Mágico, una programación de actividades en el cacereño Valle del Ambroz que se acerca ya a las veinte ediciones.
Y es que la castaña no es un fruto cualquiera; es un fruto con personalidad, propicio para forjar identidades. Haré de historiador. Aunque se dice que lo introdujeron los romanos en la Península Ibérica, ya los celtas lo tenían por un fruto totémico, y el castaño era uno de sus árboles sagrados. Los celtas. Resulta significativo si tenemos en cuenta que Cabeza la Vaca, como el resto de estas tierras del sur de Extremadura, desde Zafra hasta aquí, y desde aquí a la desembocadura del río Sado en Portugal, atesora una peculiaridad histórica: la de ser –en el siglo II antes de Cristo- tierra celta, a diferencia del origen étnico distinto del resto de la provincia: los túrdulos de Azuaga o los lusitanos de Mérida. Esto era la Beturia Céltica, ese círculo cultural prerromano ubicado en la cuenca del río Ardila y que tiene manifestaciones en Capote, en la Sierra de la Martela, en los Castillejos de Fuente de Cantos, en Belén de Zafra… Prácticamente toda la comarca actual de Tentudía fue Beturia Céltica. Y en lo más alto de este territorio céltico es significativo que aún perviva el árbol sagrado de los celtas, el castaño. Es, por tanto, un vestigio histórico. Pero también simbólico. La castaña introduce el otoño. Es el otoño. Si el verano es el sol, la primavera las flores y el invierno la nieve, el otoño es la castaña. El otoño siempre ha estado vinculado a la noción de muerte, a la caída de la hoja, a ese acabarse cíclico de la naturaleza. Y en ese escenario de expiración, de fallecimiento, la castaña ejerce como representación de la vitalidad. No es casual la vinculación de la castaña a la festividad de los muertos, de los difuntos (que tampoco es casual que se celebre al comienzo del otoño). La chaquetía, que decimos en mi pueblo. Es una unión por contraste. Esos once días que van de Tosantos a San Martín, del 1 al 11 de noviembre, son los de la celebración del magosto, la gran hoguera, el gran fuego alrededor del cual se asaban las castañas y se adoraba la fecundidad de la tierra. Por cada castaña que estallaba en el fuego un alma del purgatorio que se libraba, decía la tradición.
Sí, es evidente que la castaña no es un fruto cualquiera. Alrededor de la castaña hay refranes, tradiciones, costumbres y hasta personajes. Como la famosa María Castaña, una castañeira gallega que vivió a finales del siglo XIV, se rebeló contra el obispo de Lugo y ha pasado al lenguaje popular como representación de tiempos lejanísimos: los tiempos de Maricastaña. Tras la castaña hay tradición, historia, simbología y literatura. Son muy numerosos los dichos y refranes relacionados, lo cual indica la importancia que siempre ha tenido en nuestras vidas. Sacar las castañas del fuego. Se parecen como un huevo a una castaña. Valer menos que una castaña. Cada cosa a su tiempo y la castaña en Adviento. Castañas en Navidad, saben bien y pártense mal Por San Eugenio, castañas al fuegoPor San Martín se hace el magosto, con castañas asadas y vino o mosto
El árbol del pan, llamó Jenofonte al castaño. Y en esa definición está la explicación de su importancia. Aunque hoy la castaña esté más en el ámbito de la gourmetería, antiguamente fue un alimento esencial. De ahí su importancia y su omnipresencia en nuestras tradiciones. Las que recuerda Pablo Neruda en uno de sus poemas, la “Oda a una castaña en el suelo”: Del follaje erizado caíste completa, de manera pulida, de lúcida caoba, listacomo un violín que acabade nacer en la alturay caeofreciendo sus dones encerrados, su escondida dulzura, terminada en secretoentre pájaros y hojas,escuela de la forma, linaje de la leña y de la harina, instrumento ovalado que guarda en su estructuradelicia intacta y rosa comestible.
(…)
Celebráis la décima edición de la Feria de la Castaña de Cabeza la Vaca. Que sepáis que con ella impulsáis, año a año, una iniciativa de desarrollo del territorio, económica y turística, pero también lleváis a cabo un ejercicio de singularidad, histórico y simbólico, de reencuentro con vosotros mismos, con vosotras mismas, al acercaros –como los antiguos celtas− al tronco del castaño a  recoger el fruto que durante tanto tiempo fue el único pan. Que lo disfrutéis. Muchas gracias.

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