Revista Opinión

Desembarcando con Fidel en Washington DC

Publicado el 21 julio 2015 por Liober @GLiober
Desembarcando con Fidel en Washington DC

Fidel llegó en vuelo directo desde La Habana, a bordo del Brittania Libertad, un turbo hélice de la Compañía Cubana de Aviación. La puerta de la cabina se abrió en el Aeropuerto Nacional de Washington a las 9:07 de la noche, con dos horas de retraso. Había despegado en La Habana a las 5:45 pm, escoltado por otro avión del Ejército Rebelde donde viajó parte de la comitiva oficial.

Lo esperaban al pie de la escalerilla el embajador cubano Ernesto Dihigo y George W. Healy, hijo, director del diario Times Picayune, de Nueva Orleans y presidente de la Sociedad Norteamericana de Directores de Periódicos, que había invitado al líder de la Revolución a Estados Unidos. Desde que puso un pie en la ciudad, Washington perdió su monótono equilibrio. No era indiferente a nadie y burló continuamente la protección de los agentes de la seguridad y del FBI, generoso con los saludos, las fotografías, los afectos de los taxistas, los voceadores de periódicos, las muchachas que salían de la escuela, los niños.

Los policías descubrieron que venía sobre ellos un huracán apenas Fidel asomó su cabeza en la puerta del avión y respiró el aire de la ciudad. Bajó la escaleras volándose los peldaños y se acercó a la barrera de la pista del aeropuerto para saludar a la multitud que lo aclamaba. Allá se movió el tropel de más de 80 periodistas en total desorden y algarabía. El líder cubano, vestido de verdeolivo y botas de campaña, estaba ronco, pero aún así se le escuchó responder en inglés a la pregunta de por qué venía a Estados Unidos: "Estamos conscientes de la responsabilidad que pesa sobre nosotros. Esta será una Operación Verdad, porque defenderemos el prestigio de la Revolución".

Debió hacérsele un largo el trayecto en la noche por la ribera del Potamac hasta el barrio Adams Morgan, donde está la Embajada cubana -la misma que dentro de unas pocas horas retomará su placa oficial- y que lo alojó desde el miércoles 15 hasta el domingo 20 de abril de 1959, en que tomó un tren rumbo a Princeton. Se bajó con paso largo del carro oficial y antes de traspasar la entrada, volvió a hablar unos minutos con la prensa. Cuando se disponía a subir las magníficas escaleras de mármol de la casona neoclásica de la Avenida 16, escuchó un fuerte clamoreo a sus espaldas. Centenares de personas lo reclamaban al cruzar la calle, bloqueada por barricadas de la policía, pero "no debería salir, tiene que cumplir el protocolo", le replicó un desesperado oficial.

"¡Basta ya de protocolos!... De lo que puedo y no puedo hacer. Va a resultar que el desembarco en Estados Unidos es más difícil que el desembarco en el Granma". Un tal Mr. Houghton, identificado en los programas de recepción como secretario de Prensa, sugirió: "Es mejor que salga al balcón", a lo que Fidel le replicó tajante: "Oiga, yo no soy hombre de balcones". Diciendo esto retomó sus pasos hacia la entrada de la Embajada y cruzando la calle, se confundió con la multitud. "Por segunda vez el equipo de seguridad se vio desconcertado ante la temeridad del visitante", reseñó en su edición del día siguiente el diario cubano Revolución.

Tomado de Cubadebate.


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