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Desencuentro

Publicado el 29 septiembre 2014 por Pablo Ferreiro @pablinferreiro

Nunca calculo bien mi tiempo en el baño, a veces me apuro de más y muchas veces al llegar a mi casa me encuentro con una aureola delatora. Tal vez deba ir al homeópata y solucionarlo de una vez. Sin embargo hoy no podía fallar, estaba con ella, pensé en tanto deseo retenido (por decirlo de alguna manera), en su sonrisa, en su chatura. Hoy podía ser la noche, pasé por el mingitorio para asegurarme que nada mancharía el calzoncillo que mi vieja me había dejado poner. Lavé mis manos a pesar del escalofrío que me genera el jabón entrando en mis uñas y volví al bar a buscarla. La había dejado a tiro de tu casa o la mía. Sinceramente esperaba poder convencerla que fuera la suya, para evitar preguntas de mi madre y no terminar en un hotel mugriento sin ventanas. En fin, si jugaba mis ultimas cartas correctamente podría ver si efectivamente ella escondía lo que había imaginado.
Volví al bar y para mi sorpresa ya no había nadie, ni siquiera el tipo que nos había servido el café. Sólo en una mesa había restos de una gaseosa que no recuerdo haber visto a nadie tomar. Inspeccioné las inmediaciones con la desesperación de los lujuriosos. Encontré restos de una limpieza dudosa. Recorrí todo el museo en su búsqueda, en el camino me encontré con empleados nocturnos que me miraban con recelo, les pedí ayuda, pregunte si habían visto a una muchacha alta, de pelo castaño, con frizz en el cabello y una despedida grata, no obtuve respuestas, me miraban en silencio como si no perteneciera allí. En la ultima oficina me encontré con un tipo que ante mi consulta me preguntó si creía en la astrología maya mientras me tocaba la cara como si yo no fuera real. Cuando pude sacármelo de encima me dijo:
¿Es un imperio
esa luz que se apaga
o una luciérnaga?” 

No entendí que me quería decir, pensé que estaba bajo efectos de alucinógenos, le dí un abrazo y seguí mi camino. Hastiado de tanta rareza me dirigí hacía la calle. Estaba pesada la noche en Buenos Aires, como siempre. Una niña jugaba en la calle, en su gesto había algo extraño como si no tuviera miedo de nada. De pronto, se desvaneció y se hizo de dìa. Me asusté y comencé a correr, a los pocos metros el cigarrillo me mostraba sus estragos, no importaba, solo quería alejarme, cosa que me impidió el torpe tropiezo con algunos restos de basura.
Frente a mi cara quedaron dos monedas que decían 11/03/14, miré mi teléfono : era el día de hoy. Me tranquilicé todo lo que uno puede hacerlo luego de un momento de tensión. Respiré profundo y encendí otro cigarrillo, la calle estaba a oscuras, me llamaba la atención que todo estuviera cerrado y no hubiera señales de vida, no era tan tarde, caminé. Luego de varias cuadras de marcha creì reconocer las mismas calles por las que había pasado anteriormente, como si no pudiera salir de esta confusión. Me quedé parado buscando orientación, un movimiento me sobresaltó, una figura de dos metros parada al fondo de la calle, me acerqué a pedirle indicaciones. La bruma poco a poco fue descubriéndome que en realidad era una persona con un niño en hombros. Le pregunté si sabía donde paraba el 41 a lo que respondió:
- Pablo estás ahí, si estás ahí golpea dos veces. Podès verme Pablo?
Era mi madre con un niño en andas. Golpee dos veces cada vez que hizo alguna pregunta, al rato se me apareció la imagen de mi chica, con una sonrisa que se fue desvaneciendo. Busqué en mi bolsillo secreto uno de los ansiolíticos para tranquilizarme. Tomé uno y seguí buscando el 41, más consciente de que todo esto eran alucinaciones, tal vez algo en el café.Como si Dios me hubiera hecho una gesto desde el cielo el 41 apareció, amarillo, en el horizonte. Luego de hacer señas aparatosas logré que parara y me dejara subir. Me senté en el primer asiento de la mitad del colectivo, el anterior a la rueda, donde mis piernas se sienten más a gusto. Cuando me aprestaba a cerrar los ojos y pensar en Racing campeón, una luz intensa penetró mis ojos. De pronto el colectivo estaba a oscuras. Desperezándome la vi, bella, con el frizz intacto, pero con una palidez inexplicable. Estaba más bella sí, pero algo en ella transmitía soberbia. Se acerco con la sonrisa de costado y paso seguro. Mis calzones se habían arruinado del susto. Cuando me disponía a preguntarle porque se había ido y sí sabía que estaba pasando. -Estás muerto. ¿Encontraste las dos monedas para pagarle al colectivero?-Me estás jodiendo?
-Soy la muerte y no jodo. Bajate del bondi entonces, que tengas mucha suerte, hubiera sido lindo echarse un polvo.
Caí en un ambiente grisáceo, me fui viendo más joven, distinto. Atiné a ver al colectivero, era el tipo de la astrología. Ella fue cambiando también, reía . Ella me empujó aparecí en una especie de limbo, un Buenos Aires gris y más apocalíptico. Una voz me susurraba:
¿Es un imperio
esa luz que se apaga
o una luciérnaga?”

Lo entendí, había sido una luciérnaga.

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