Despedidas indecorosas

El ayuntamiento de Mojácar ha prohibido las despedidas de soltero indecorosas. Thanks, God. A ver si cunde el ejemplo y se erradica esta oda al mal gusto de disfraces imposibles, pollitas en la cabeza y similar de todo el territorio. Sobre la faz de la Tierra.

Quien más y quien menos tiene un pasado pero rectificar es de sabios. Tanto es así que ella no hizo despedida de soltera. No porque le pareciera una ordinariez –se niega a renunciar del todo al espíritu de barrio- sino que estaba tan desfallecida que no tuvo tiempo de pasarlo bien.

Siempre abominó de aquellas personas que se negaban a hacer despedidas abogando que no tenían nada de qué despedirse. Le parecían unos amargados. Y ahora, engrosa sus filas. No es que esté reñida con la diversión, o eso se dice, pero disfrazar al novio de torero o juguetear –en público- con muñecas hinchables desde luego no es su definición del disfrute, precisamente.

Strippers con pelele disfrazado al fondo

Este concepto cavernícola de la “despedida” le parece salido de otra época. De la que los hombres salían como de toriles y acababan la noche desfogándose en un lupanar. Ahora, todo ha cambiado. Hay menos tabúes, más libertad sexual pero la tradición perdura. Exhibicionista y ampliada, convertidas en negocio organizado. Industrial, grueso y vacío.

Mojácar debe verlas con sus mismos ojos porque el municipio ha aprobado una ordenanza reguladora de la convivencia que prohíbe transitar, además de con complementos sexuales, en traje de baño por la vía pública o disfrazado –y esto es muy grande- cuando no sea Carnaval. Las infracciones pueden llegar a los 1.000 euros. Una medida polémica que busca proteger Mojácar como destino familiar de un turismo ruidoso y devastador, el turismo de despedida.

La buena noticia, después de todo, es que la gente sigue casándose. Viva el amor.