Revista Cine

Día de la Independencia: Contraataquee, a tus neuronas

Por Cinéfilo Criticón @cinefilocritic

No existe defensa ante la afirmación que ‘Día de la Independencia’ es una mala película. Podrá haber sido entretenida, cómica y a ratos hasta impactante; pero en términos de cine deja mucho que desear. Y aún así, logra encontrar un sitio dentro de la historia como una obra que marcó tendencia en efectos visuales, impulso la carrera profesional del director y hasta terminó en recordarnos que las películas de catástrofe podían seguir siendo exitosas.

Después de 20 años pensaba que nos ofrecerían una secuela decente, no digamos mejor que su antecesora, solo algo medianamente aceptable. Ya se que estoy pidiendo demasiado, y más viniendo del director Roland Emmerich que hemos tenido suficiente tiempo de conocer con sus grandes obras que rayan entre lo vergonzoso e inaudito. No se, quería que esta vez se logrará motivar y borrar algo de la mala imagen que se ha creado a lo largo de los años. ¿Qué estoy diciendo? Después de ver este filme llegue a la conclusión de que estoy loco al pensar que tal individuo en su forma actual sea capaz de crear algo digno de nuestros ojos, ese hombre como director es un desastre mayor del que trata de plasmar en pantalla.

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La trama (si se le puede llamar tal cosa) comienza con la humanidad preparándose para una futura invasión extraterrestre. Los conflictos quedaron atrás y por lo visto el dinero también porque los juguetes que construyeron no han de haber sido gratis, aunque después el filme me demuestre lo contrario con un grupo de exploradores buscando tesoros debajo del mar. En esta versión del planeta al borde la destrucción, conocemos a Thor Jr Jake Morrison (Liam Hemsworth), un joven que busca la aprobación de su jefe al mando, muy convenientemente interpretado por un actor asiático que permite darle un toque de globalización al asunto. Como es costumbre, resulta que este chico tiene relación con la hija del ex-presidente Wilmore, además de un conflicto con el hijo del Capitán Steven Hiller, quien fue interpretado por un Will Smith al que se le agradece su decisión de ausentarse de este pedazo de desgracia. Podría profundizar pero es lo de menos.

Entre los vestigios del elenco también tenemos a un Jeff Goldblum demasiado desanimado y canalizando el espíritu emprendedor patentado por Nicolas Cage. Claramente está en la película por el billete, más que cualquier motivación artística. El desarrollo de su personaje geek, se limita a sorprenderse por cualquier pedazo de basura digital que le avienten, y por supuesto no podía faltar las vergüenzas que le hace pasar un padre que inicia de naufrago y termina como chófer de un autobús escolar que al final ayuda salvar al mundo. No estoy bromeando.

Cuando llega la madre nodriza a estacionar su enorme trasero en nuestro planeta (¡De verdad que no estoy bromeando!), es cuando comienzan la destrucción de millones de pixeles haciéndonos creer que algo está sucediendo. Si algo tiene la primera parte, es que con todo sus maquetas llenas de palmeras ridículas calcinándose, existe un aire de realismo en como se desarrolla la catástrofe. Como ya es tendencia,  los efectos visuales se ven tan comunes y plenamente baratos, en parte por el director que no le inyecta emoción, y otra por tener unos personajes genéricos y aburridos.

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Mientras la primera película tuvo una duración considerable de tres horas, en donde una hora fue dedicada a ver personajes en su vida cotidiana reaccionando ante el evento que cambia a la humanidad, aquí en 20 minutos (como si ordenáramos una pizza) el director se dedica hacer explotar la pantalla y con todavía el cinismo de decirnos que a los invasores les gusta destruir los sitios históricos. Poco a poco, con cada minuto la burla llega al punto de quiebre con un clímax que es para aventar todo lo que encuentres a la pantalla.

Existen límites de credibilidad en donde el director es el encargado de desarrollar su película de tal forma que puedas interesarte en lo que sucede: algunos se basan en la realidad para que te sientas identificado, otros crean un mundo en donde establece reglas que terminas por aceptar por más fantasiosas que puedan ser. En este pedazo de imagen y sonido no existe nada que pueda uno detectar. Cada escena te pide que no le des importancia, que cualquier cantidad de destrucción y vidas no importan porque al final estarán celebrando como si nada hubiera pasado.

‘ID-Contraataque’ es una hecatombe fílmica sinvergüenza. Es de esas que no pide permiso o perdón alguno y te hace una lobotomía para hacerte creer que lo que estas mirando vale la pena porque contiene efectos visuales. Esta vez el director Roland Emmerich ya no tiene madre humana, ni alienígena. Fácilmente uno de los peores filmes del año.


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