Revista Diario

Diálogo de besugos

Por Sandra @sandraferrerv
Es curioso la capacidad de llevar al límite que tiene un niño. Desde la distancia creo que todo el mundo está de acuerdo en que lo hacen sin malicia y sin ánimo de desquiciar a nadie. Pero desquician, vaya si desquician.
Hace unos días vivimos un episodio que sin duda va a quedar gravado en los anales de nuestra historia familiar.
Era un día festivo. En casa nunca comemos con pan, solamente el fin de semana. Como no era ni sábado ni domingo, no pensamos en comprar pan. Mi marido se sacó un trozo para él del congelador sin ninguna malicia, simplemente porque nosotros nunca comemos pan entre semana. Comíamos tan tranquilos cuando al darle el último mordisco al pan, Bebé Gigante pidió pan. Mi pobre esposo no iba a escupir el pan, así que fue diligente a sacar otro trozo del congelador y lo puso en la tostadora para acelerar el proceso de descongelación. Craso error. Al llegar el pan a la mesa, avisó a Bebé Gigante de que estaba un poquito caliente pero que se lo podía comer. Respuesta:
- Pero si yo quería pan frío- Bueno, es que no había más y lo he tenido que calentar para descongelarlo (evidentemente desde el bueno que Bebé Gigante ya no escuchaba)- Ya, pero yo quería pan frío- Bueeeeno, se enfría en un momento- ¡No se enfría! Está caliente. - Silencio – Yo quería pan frío
Al final cogió el pan y lo metió en la nevera. En serio. Cerró la puerta y la abrió para volver a sacar el pan.
- ¡Jo! No está frío. ¡¡¡¡Yo quería el pan frííííííío!!!!
A punto estaba yo de sacar mi vena de vas a terminar en el rincón cuando me cogió una risa floja y no pude terminar de comer de la risa que me entró.
Ahora cada vez que ponemos pan en la mesa le avisamos de que no se preocupe, que es pan frío.
Y pienso que el pobre entró en un bucle sin sentido del que no podía salir y no quería desquiciar a nadie. Suerte que no le castigué porque seguro que luego me habría arrepentido. Pero diálogos de besugos, últimamente tenemos bastantes.

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