Revista Cine

Diario de a bordo: El despertar del mal

Por Cartas A 1985 @AntonCruces

Estimado Capitán:

Creo que hemos superado la primera fase de la paternidad. Usando jerga de vídeojuegos diría que hemos pasado de pantalla y esta, añorado amigo, es mucho más compleja. Digamos que los niños han “despertado”. En el último mes hemos notado lo siguiente.

1) Interactúan entre ellos

Se reconocen, se sonríen como políticos buscando un pacto y se demuestran su afecto en una extraña coreografía que consiste en que uno deja caer su cara contra el cojín y el otro le intenta comer la cabeza pelona. Después intercambian los papeles y así se divierten. También se dan golpes cariñosos y creativos que alucinarían al mismísimo Bud Spencer que Dios tenga (tranquilito y sin muchas emociones) en su gloria.

2) Hacen “el mal”

Dejemos una cosa clara. Los bebés son bebés y no distinguen el bien del mal, pero para nosotros, los mayores, que nos encanta ponerle etiquetas a las cosas para no liarnos la cosa cambia. Al bebé le “llama”  hacer el mal y buscar situaciones que le pongan en peligro. Además a esto hay que sumarle otro factor: Un padre primerizo es un ente creativa de por sí y en muchas ocasiones imagina peligros que ni siquiera existen. Estas dos situaciones unidas dan para mucho.

Desde mi punto de vista mis hijos son como los guionistas de SAW. Siempre inventan formas nuevas de ponernos nerviosos. Si los dejas en una habitación vacía buscarán la manera de ponerse en peligro de alguna manera creativa e insospechada.

Además de repente han aprendido a moverse mediante esa técnica híbrida entre el arrastre y el gateo. En realidad lo que hacen es reptar con cierta agilidad y en menos de un segundo son capaces de desplazarse de esta manera a una velocidad insospechada.

Tienen toda una manta gigante, pero acaban con medio cuerpo debajo de la cama. Y yo pienso. ¿Y si ahora se cae la cama y le parte en dos? Y lo aparto de ahí por si acaso. Cosas de tarao.

Tienen fijación con los cajones. Puede que un futuro sean ebanistas o carpinteros.Tienen dos mil juguetes y peluches para jugar, pero ellos son felices comiendo toallitas. 

También me he dado cuenta que la distancia que cubren los bebés entre que vas a la cocina y vuelves se mide en “metros radiales” ya que se mueven como aquellos jóvenes breakdancers de los ochenta que se ponían a girar como un helicóptero con las manos apoyadas el suelo. Pues estos igual. Tengo la sensación de que un día los voy a dejar en el suelo con sus juguetes, me voy a ir a la cocina y al llegar me los voy a encontrar allí sonriendo maléficamente. 

Los bebés son mágicos sí. Como David Copperfield.

3) El maravilloso mundo “Causa- Efecto”

Bebé está en la trona. Bebé tiene juguete en mano.Bebé mira juguete.  Bebé lanza juguete al suelo. Juguete hace ruido. Bebé flipa y analiza. Papá o Mamá recoge juguete y se lo vuelve a dar. Bebé mira . Bebé lanza. Juguete hace ruido. Bebé analiza. Papá o Mamá recoge juguete. Papá Mamá se lo vuelve a dar. Mira. Lanza.Flipa. Papá/Mamá recoge. Se lo vuelve a dar lo que nos sumerge en un bucle que puede durar perfectamente y sin forzar la situación de 18:00 a 19:15.

Conclusión:

Tanto hijos como padres tenemos un cantidad importante en el ADN de Homer Simspon.

He visto en un documental que así es como aprenden.

Es que si no aprende así…

4) A todo volumen

Lo de los sonidos va a más, pero lo más molesto es el volumen. Supongamos que un bebé es una minicadena (una Sanyo del montón). Bien, hasta ahora su volumen no pasaba del 4 o 5. En este últimos mes y medio la minicadena ha sufrido una mejora considerable (ahora es una Pioneer con Dolby Surround) y ya pueden subir el volumen hasta un molesto 9, 9,5. Curiosamente cuando más gritan es cuando uno habla por teléfono tanto es así que para entender algo en una conversación tengo que hacer el típico gesto de taparme un oído con un dedo  y poner tal mueca de concentración para descifrar lo que me cuentan que no sé si voy a responder a mi interlocutor o si le voy a cantar “We are the world”.

Hay muchos más cambios Capitán, se producen cada día. Están más despiertos, más ruidosos, más activos y eso es lo que nos agota y nos hace felices.

Un saludo y seguiremos informando.

PD.

Capitán el otro día estuve con un amigo al que hacía tiempo que no veía. Así que nos pusimos al día en apenas treinta segundos en una de esas conversaciones directas que solo tiene la gente que se conoce bien.

—¿Qué tal va todo?

—Bien, no me quejo.

—¿Qué tal el trabajo?

—Como siempre ¿Y tú?

—Bien. Ahora soy autónomo.

—¿Y los niños?

—De momento no. En ninguno de los sentidos.

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