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Diario de a bordo: Palabras más, palabras menos

Por Cartas A 1985 @AntonCruces

Estimado Capitán:

El informe de hoy versa sobre las palabras. Palabras primerizas, palabras confusas, trozos de palabras, palabras incompletas, palabras sin sentido, en definitiva, del lenguaje. De bebés y de mayores.

Como ya le he contado en alguna ocasión los lechones comienzan a mostrar una suerte de protocarácter. Lechón 1 es muy hablador, o regurgitador o como sea que se denomine ese primer estadio del habla. Al tío le da la venada y empieza a soltar cosas por esa boquita de piñón. ¿Quién sabe lo que querrá comunicar? Noto que le viene pequeño ser pequeño y que ya quiere contarnos cosas sobre sus inquietudes, que no nos engañamos, se limitan a: comer, cagar y recibir mimos. Pero sobre cosas más sencillas se han escrito tesis así que me encantaría tener un traductor bebé/papá. La cuestión es que puede estar así durante minutos y yo lo miro embobado porque para eso es mi hijo. Si fuese el hijo de otro me reiría y deportivamente le diría que el mío más. Orgullo de padre primerizo que le vamos a hacer.

Es broma, no se puede fomentar la competitividad entre hermanos, así que prometo dejarles jugar al juego de mi invención: “Lucha a tres asaltos el que quede en pie merienda”.

Por el contrario, el lechón 2 es mucho más tranquilo, más pachón que le decimos. Articula lo justo, pero se ve que tiene un criterio “que nin Dios”. No hay que olvidar que por muy mellizos que sean son dos personas distintas. Si fuesen personajes de televisión Lechón 1 sería Paco Clavel (no calla) y Lechón 2 posiblemente alguien más comedido como Pedro Piqueras.

Y mientras los pequeños comienzan a estirar su aparato fonador (con n) los mayores hacen piruetas con el léxico. Una vez superado lo de apiretal y epidural, nuevos retos se alzan entre los abuelos, tíos y padres primerizos.

Cuando uno es padre descubre que los bebés tienen gases, que en algunos casos son gases de humanos desarrollado tanto por tamaño, decibelios y olor. Si hiciesemos una cata de pedos a ciegas no sabría discernir cual es el pedo de un cazador manchego jubilado y cual el de uno de mis hijos recién nacidos. Pues bien, para que los niños expulsen sus gasecillos hay una cosas que se llama Aero-Red

Aero-Red. Ya he escuchado de todo. Aero-Max, Aero-Flux (el del Aero-Flux soy yo no me preguntéis por qué). De todo. Ryan Air me falta, pero todo llegará.

Maxi-Cosi no son los nuevo Victorio & Lucchino.

Y después hay otras que son por puro agotamiento.

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—¿Cariño, están ya insonorizados los biberones?

—Sí, no te preocupes que la leche puede montar todo el jaleo que quiera que no pasa nada.

Cuando son pequeñitos tienen que tomar la vitamina D3. Nos hemos inventado un sistema para retener el nombre.

—Cariño, le has dado ya a los lechones la vitamina B6

—Agua.

—¿B12?

—Agua.

—¿La C? No, espera, ¿la C3?

—La C3Po no te jode. Agua.

—La D6

—Tocado. Casi, casi.

—¡¡¡La D3!!!

—Esa sí.

Nos abrazamos y celebramos nuestras dotes científicas.

Lo de la silla Bugaboo a cierta edad es ya como tomar seis cubatas en una noche. Es inviable. La silla Bubbaloo. Ni me molesto en corregirlos. ¿Para qué?

El otro día le encargué Dalsy a mi hermano y me trajo esto:

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Y así se van desarrollando los días, Capitán. Seguiremos informando.


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