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Diario de lecturas: Memorias de un amigo imaginario, Matthew Dicks

Publicado el 25 marzo 2013 por Brillo

Max es un pequeño campeón de 8 años al que no le gustan los otros niños. Ni que su madre le de besos, ni las sorpresas, ni ir al baño en el cole, ni que le hablen. Solo tiene un amigo, Budo, que él mismo ha creado como comprensivo compañero de viaje. Y Budo vive porque Max cree en él, sin más, así que le acompaña a clase, ve la tele con sus padres, sale de paseo por las noches cuando el pequeño duerme. También le salva de los líos en los que se mete, o al menos siempre que puede, porque es importante que el miedo no le bloquee y tenga un episodio. Pero a veces, es Budo el que tiene miedo, porque si los terapeutas cambian a su amigo o si crece y deja de necesitarle, él morirá. Nadie se acordará de Budo, como no se acuerdan del resto de amigos invisibles.
memorias de un amigo imaginario matthew dicks
Memorias de un amigo imaginario (Matthew Dicks, publica Nube de Tinta) aparenta ser una novela simpática y original sobre un niño autista y su amigo imaginario, pero esconde una historia totalmente existencial, llena de temas universales y complejos (vida y muerte, amistad, miedo a lo desconocido). Nos recuerda que vivimos en una sociedad que no perdona el diferente, sea por la causa que sea, tenga la edad que tenga. Se le obliga a que sea un niño feliz, que tiene que disfrutar de los mismos juegos y tener amigos, todo aparentemente perfecto. 

"Max no se parece a ninguna persona del mundo. Los niños se burlan de él porque es diferente. Su madre quiere convertirlo en un niño distinto y su padre lo trata como si no fuera como es. Incluso los maestros lo tratan de manera especial, y no siempre muy bien... Nadie trata a Max como si fuera un niño normal, pero todo el mundo quiere que sea normal, nadie quiere que sea como es. Y, pese a todo, Max se levanta de la cama cada mañana para ir al colegio y al parque, e incluso a la parada del autocar…Para salir de casa cada día y ser tu mismo cuando a nadie le gusta cómo eres hay que ser supervaliente. Yo nunca podría ser tan valiente como Max" (Ni yo, Budo).


Pero el protagonista no es Max, es Budo. Él pregunta sin cesar si es real. Sufre los mismo miedos infantiles que cualquier niño de su edad (Budo lleva con Max cinco años, una barbaridad para un amigo imaginario, nada para una persona). Todo lo que es Budo viene de la mente de Max, esas son sus escasas herramientas. Esto hace que el comienzo que la historia sea lento, la trama en su introducción deriva por las diversas facetas de su amistad antes de centrarse en la acción principal. Es una dilatación que creo que se ajusta a lo fantástico de la historia, por lo que la mayor pega que se le ha puesto al libro a mí no me ha molestado en absoluto. Y es que ritmo hay, sobre todo en las últimas 100 páginas, con cameo de John Rambo incluido.
Me ha parecido un libro muy emotivo, que se lee con una sonrisa a la vez que invita a pensar. Tal vez lo haya disfrutado tanto porque me ha recordado a dos de mis escritores favoritos: el maestro Dickens y el maestro Gaiman (con el que casi no me repito, ni ná). Un mundo fantástico y cruel, tierno y amenazador, con personajes como el Gigante Oswald, auténticos malvados, violencia y tristes pero reales desenlaces, pero en el que hay siempre un lado humano, por culpa del que tenemos que aguantar la lagrimita al final.


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