Revista En Femenino

Diario de un bebé: Primer mes, la adaptación

Por Mamás_besos @mama_besos

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El día 25 el Peque cumplió ya su primer mes. Sólo puedo decir, ¡qué rápido pasa el tiempo! ¡Parece que fue ayer que me rajaban la barriga!

El primer mes es duro, muy duro, como buenamente sabéis todos los que sois madres y padres. Pero he de decir que algo menos duro que con el primer hijo. Sí, cada dos o tres horas quiere comer (sea día o noche); a veces empalmas una toma con la siguiente (biberón, caca explosiva, cambio de pañal, otra caca todavía más explosiva, cambio de pañal y de ropita y vuelta a empezar); pasas más de una noche en vela; no duermes más de dos horas del tirón (ni el mejor antiojeras te quita la cara de zombi) y durante el día poca cosa puedes hacer que no sea atenderle. Pero, o la edad me ha hecho más fuerte o definitivamente con el segundo una ya se lo toma todo de diferente manera, con más tranquilidad, cierto pasotismo y aceptando des del minuto zero que cuando tienes a tu cargo a un bebé vives 23 horas para él y la hora restante la usas para comer a trompicones e ir al baño con él a cuestas. Te importa una mierda cómo esté la casa, si debidamente ordenada o como si hubiera pasado un regimiento de rinocerontes; te ríes cuando al cambiarle el pañal el bebé deja ir la manguera y te mea encima (¡incluso en la boca el puñetero hizo una vez puntería!, este en la feria se gana todos los peluches en la parada de tiro); ya no haces ni caso a toda la variedad de ruiditos que hace cuando duerme (si los hace señal que está bien) ni a los “consejos” de los demás.

Cuando tienes a tu primer hijo pasan unas semanas en la que te crees que puedes seguir haciendo las mismas cosas que hacías antes de su nacimiento y, el querer compaginar todas esas cosas con el bebé hace que te estreses y muchas veces te desmorones al ver que no lo consigues. Hasta que llega ese punto de inflexión en el que te das cuenta que ya tu vida no será como la de antes y no podrás hacer todo lo que hacías antes, al menos de la misma manera o con la misma asiduidad o intensidad. Al llegar ese punto aceptas la realidad, la actualidad, y todo empieza a rodar mejor, a fluir. Con el segundo hijo ya no pasas por este periodo de transición, pues ya llevas siendo madre desde hace tiempo y ya has adaptado tus necesidades, tus anhelos, tus aficiones y tu día a día con la convivencia de tu primer hijo.

Y qué más decir de este primer mes que no sea que, sí, efectivamente, lo amas tanto como al primero, y que una simple mirada de sus ojos hace que te olvides de la falta de sueño, del cansancio y de la falta de relacionarte con el mundo exterior. Tu mundo, en este primer mes, gira básicamente alrededor de biberones, pañales, paseos matinales aprovechando el poco Sol de invierno, ir y venir de la escuela a buscar a tu hijo mayor e intentar estar por ambos de tal manera que el Mayor no se sienta desplazado ni el Pequeño desatendido. Lo vivo así, y lo disfruto. Cada etapa tiene lo suyo y hay que saber aceptarla para poder disfrutarla. Más adelante ya llegarán tiempos nuevos en los que poder volver a hacer aquellas actividades que hacías antes de ser madre o que ya hacías con tu hijo mayor. Todo llega. Sólo es cuestión de ver la parte positiva de cada época y saborearla tal cual viene. Todo, por muy duro o amargo que nos parezca tiene su parte positiva, esa parte que nos hace dibujar esa sonrisilla tonta en la cara y que te hace sentir todas esas mariposillas revoloteando por tu cuerpo al ver a tus hijos felices.


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