Revista Cultura y Ocio

Diario de viaje (1): Excursión por las Lagunas de Neila

Publicado el 07 septiembre 2016 por Benjamín Recacha García @brecacha
Lagunas de Neila - Laguna LargaLaguna Larga, en el Parque Natural de las Lagunas Glaciares de Neila.   Foto: Benjamín Recacha

Caldes de Montbui — Vigo. Unos 1.200 quilómetros cruzando la península de este a oeste. Un trayecto demasiado largo para hacerlo del tirón. Me gusta conducir, y más si es para disfrutar de las vacaciones, pero este agosto he llegado a la conclusión de que las etapas, cuanto menos largas, mejor.

La primera parte del viaje nos iba a llevar a tierras sorianas, parada obligada ya en nuestros recorridos por el norte. Repetiríamos en La Casona del Herrero, en Navaleno, donde tan a gusto habíamos estado cinco años atrás. Entonces descubrimos maravillas naturales como el Cañón del Río Lobos y pueblos con encanto (y mucha historia) como Calatañazor.

La Casona del Herrero - Navaleno
En el frondoso jardín de La Casona del Herrero. Foto: Albert Recacha
Calatañazor
Calatañazor, pueblo medieval con mucho encanto. Foto: Benjamín Recacha
Cañón del Río Lobos
Ermita de San Bartolomé, en el Cañón del Río Lobos. Foto: Benjamín Recacha

Magda y Felipe nos trataron aquella primera vez con total familiaridad. Las habitaciones son muy acogedoras, están limpísimas y decoradas con gusto, y la comida, riquísima. Magda es una cocinera excelente. Además, la casa tiene un bonito jardín a disposición de los huéspedes.

La elección era un acierto seguro, y nos alegró comprobar que las cosas les van bien, aunque sea a costa de pasarse todo el día trabajando. Ya se sabe que agosto es el mes en el que han de salir los números para que un negocio de turismo rural pueda sobrevivir el resto del año.

Y a pesar de las caras de agotamiento, Magda y Felipe siempre encuentran un hueco para charlar con sus huéspedes, ponernos al día e incluso interesarse por mi carrera literaria, hasta el punto de incorporar un ejemplar de Con la vida a cuestas a la biblioteca familiar. Muchas gracias, amigos.

El año pasado, desde Vinuesa, visitamos la Laguna Negra, en los Montes de Urbión. En esta ocasión queríamos conocer las Lagunas de Neila, en el corazón de la Sierra de la Demanda burgalesa, y, como su vecina soriana, también de origen glaciar.

Estuvimos a punto de no poder hacerlo, por “culpa” del tirón popular de la Vuelta ciclista a Burgos, que ese día concluía precisamente allí. La carretera de acceso al parque natural estaba tomada por los aficionados mucho antes de que los ciclistas llegaran, de modo que fue casi un milagro encontrar un hueco para el coche (encajonado entre un pino y otro turismo) a una distancia razonable del inicio de la excursión.

En verdad fue una suerte tener que aparcar a más de dos quilómetros del acceso principal, que conduce a las lagunas Larga y Negra, y, en cambio, muy cerca de la senda hacia la Laguna de la Cascada, enclavada en un rincón precioso, que sospecho que muchos de los visitantes al parque natural sólo atisban desde los miradores del circuito principal.

Lagunas de Neila - Laguna de la Cascada
La Laguna de la Cascada, forrada de verde.   Foto: Benjamín Recacha

El acceso es sencillísimo, un paseo por pista ancha y llana, que en un ratito nos conduce hasta un enclave con un encanto especial. La laguna, forrada de verde por la vegetación lacustre, es un paraíso para las ranas, que saltan al agua en cuanto detectan la presencia humana. Está protegida por unas enormes moles de roca, huella del pasado glaciar del paraje, de las que a lo largo de los siglos se han ido desprendiendo pedazos, como atestiguan los grandes pedruscos que ha contribuido a configurar el paisaje, que tiene algo de mágico.

Es una delicia pasear por esos bosques de pino y tejo, forrados del verde vivo de la hierba perennemente irrigada (hay que vigilar dónde se pisa para no acabar metido hasta el tobillo en un charco escondido), y del musgo que ejerce de ancestral tapete sobre las piedras.

Lagunas de Neila - Cueva de los Potros
La curiosa Cueva de los Potros, en el bosque cercano a la Laguna de la Cascada.   Foto: Lucía Pastor

Siguiendo el camino que discurre por el bosque, pronto llegamos a la curiosa Cueva de los Potros, que las rocas caídas decidieron formar en su momento, y que milenios más tarde serviría de refugio para guerrilleros durante la Guerra de la Independencia contra los franceses. El Cura Merino fue el más popular.

La pista se adentra en el bosque, serpenteando montaña arriba. Un cartel informa de la subida al Pico de la Laguna, de algo más de 2.000 metros sobre el nivel del mar. La aceptable distancia que anuncia (en torno a dos quilómetros) nos anima a seguir adelante, y aunque la pendiente va aumentando conforme avanzamos por el estrecho sendero, el esfuerzo vale (mucho) la pena.

Lagunas de Neila
Ascenso al Pico de la Laguna. Foto: Benjamín Recacha
Lagunas de Neila - Laguna de la Cascada
Las vistas sobre la Laguna de la Cascada son preciosas. Foto: Benjamín Recacha

Poco a poco nos vamos acercando a la zona en que el color blanco de las rocas, tanto de las caídas como de la cicatriz bien visible que han dejado en la parte alta de la montaña, revela un desprendimiento reciente (teniendo en cuenta la escala temporal geológica), y cuando llegamos, superada ya la parte más frondosa de la ladera, las vistas sobre el lago y la cordillera son impresionantes.

Estamos muy cerca de la cima y nos sorprende haber avanzado tanto sin tener el propósito inicial de embarcarnos en una ascensión semejante. La verdad es que los descubrimientos inesperados que ofrece la montaña cuando uno se pone a andar sin expectativas son sensacionales.

Parque Natural Lagunas Glaciares de Neila - Pico de la Laguna
Las vistas de la Sierra de la Demanda desde el Pico de la Laguna son espectaculares. Foto: Benjamín Recacha

Tras un último (y no pequeño) esfuerzo, alcanzamos la cima. No nos hemos cruzado con nadie en una hora de subida. Hemos superado más de 300 metros de desnivel. El espectáculo visual compensa sobradamente el calentón.

Pronto nos damos cuenta de que, si no nos perdemos, acabaremos enlazando (como preveíamos) con la pista que nos ha de conducir al que hubiera sido el inicio de la excursión de haber podido acceder al aparcamiento de Peña Aguda.

Si no nos perdemos…

Estuvimos a punto de hacerlo por querer avanzar campo a través, pensando en que más pronto que tarde enlazaríamos con la ruta marcada. Supongo que lo habríamos conseguido, pero lo más prudente era retroceder un poco y reincorporarnos a la pista que habíamos ignorado al llegar arriba.

Lagunas de Neila - Laguna Negra
La Laguna Negra y su entorno natural privilegiado.   Foto: Lucía Pastor

Eso hicimos, y fue un acierto porque el ascenso extra nos regaló unas vistas fantásticas de la Sierra de la Demanda y la Laguna Negra, nuestra siguiente parada. Podríamos haber continuado hacia el Alto de la Campiña (2.049 m), pero ya teníamos suficientes subidas por el momento.

El día era espléndido, de modo que la proximidad de las aguas nos tentaba a refrescarnos en ellas, al menos los pies. Fue un rato de lo más agradable, y con compañía inesperada, la de los residentes acuáticos del lugar, una cantidad creciente de peces que, al contrario que su prima Dori, demostraban conservar la memoria en perfectas condiciones.

Lagunas de Neila - Laguna Negra
La tentación de remojarnos los pies en la Laguna Negra fue demasiado grande.   Foto: Lucía Pastor

Resultaba obvio que no éramos los primeros en arrojarles migas de pan. En un momento Albert y yo estábamos rodeados de peces de tamaños diversos y en absoluto tímidos.

Albert se hubiera quedado alimentándolos indefinidamente, pero se hacía tarde y todavía teníamos un buen trecho por delante. Por suerte, el camino era muy cómodo: nada de cuestas ni estrecheces hasta alcanzar la carretera.

Parque Natural Lagunas Glaciares de Neila - Laguna de la Cascada
La preciosa Laguna de la Cascada. Foto: Benjamín Recacha

Aún pudimos admirar una laguna más, la Larga, con su insólita turbera natural flotante, y obtener una perspectiva diferente de la Laguna de la Cascada, desde lo alto, ya en sombra, protegida por el circo rocoso.

La parte final del “paseo” fue la más pesada, bajando hacia el coche por el arcén de la carretera y con el pobre Albert bastante agotado (este verano ha acumulado un montón de quilómetros en las piernas, es un campeón). Decidí adelantarme, y fue un alivio encontrarlo en el mismo sitio donde habíamos aparcado, ya sin compañía alguna.

Por si alguien se lo pregunta, la Vuelta a Burgos la ganó Alberto Contador, con sólo un segundo de ventaja sobre Sergio Pardilla, vencedor de la última etapa. Aunque nosotros fuimos ajenos a todo ello (y me gusta el ciclismo).

Esa noche repusimos fuerzas en La Casona del Herrero, pues a la mañana siguiente nos esperaba un largo viaje hasta Vigo. Allí pasaríamos cinco días inolvidables, en la mejor compañía que uno puede desear.

Sospecho que la etapa gallega de estas vacaciones va a merecer más de un capítulo.


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