Revista Regiones del Mundo

Diarios de Haití: Un lujo indigno

Por Antoniopampliega

Desde Saint Marc

Cientos. Miles. Cientos de miles de pequeñitas lucecitas brillan a lo lejos. Son los rayos del sol que acarician las pequeñas olitas que levanta el viento que mece el mar Caribe. El verde turquesa del agua llama poderosamente la atención. Por un momento eres capaz de olvidar donde te encuentras y centras toda tu atención en las diminutas islas que flotan a la deriva adormecidas por la brisa de uno de los mares más bellos del planeta.

Haití es un paraíso tropical. El camino a Saint Marc está salpicado de un verde refulgente fruto de las palmeras y de las explotaciones de banana que crecen paralelas a la carretera. A la derecha las montañas dibujan una silueta imposible mientras unas nubes algodonadas se deslizan por el azul del cielo. A la izquierda… el mar Caribe. Foto de postal. Foto para colgar en el Facebook para dar envidia a los amigos y a la familia… ¿De verdad estamos en Haití?

La carretera que nos lleva a la ciudad donde se registró el primer caso de cólera en todo el país continúa paralela mientras el azulado mar nos invita a fotografiarlo. A lo lejos. En la orografía del camino se dibuja un edificio que nos deja boquiabiertos. No. No puede… Pues sí. La frondosa vegetación va dejando paso a una inmensa mansión de color ocre. Nos miramos. Pensamos que a estas alturas del partido lo habíamos visto todo en este país; pero estábamos equivocados.

Diarios de Haití: Un lujo indigno

Una de las mansiones de Cayes. Foto: A. Pampliega

El coche ralentiza su marcha hasta casi detenerse. La casa tiene una extensión de varios cientos de metros. “Es la casa de la playa”, nos afirma el conductor. ¿La casa de la playa? “Sí, la gente de dinero viene aquí de vacaciones”, sentencia sin inmutarse.Una. Dos. Tres… Seis. Y siete. Siete habitaciones llegamos a contar que dan a la carretera. Una veintena en total, si contamos las que tienen vistas al mar Caribe. Pero no conseguimos salir de nuestro asombro cuando nos topamos con un inmenso embarcadero donde fondean dos yates. Sí… dos yates.

Esto es Cayes. Un paraje idílico en Haití. Un lugar exclusivo donde las mansiones y los palacetes crecen como setas a diestro y siniestro. Un lugar donde las fortunas más exclusivas del país acuden a veranear o de fin de semana- está a menos de dos horas de Puerto Príncipe. Un paraje de fina arena blanca y agua color turquesa donde los ricos viven la vida. Un lugar donde el lujo mana a borbotones del suelo en el país más pobre de América y el octavo más pobre del mundo. Un país donde la renta per cápita es de 572 dólares por habitante. Es decir, menos de dos dólares al día por cabeza.

Es indignante que en un lugar donde un millón y medio de personas viven cobijadas bajo tiendas de lonas. Asándose al sol y sin nada que llevarse a la boca. Desesperadas porque nadie les quiere ayudar y porque se dan cuenta de que no tienen un futuro a corto plazo. Un país donde el cólera se ha convertido en la nueva espada de Damocles y cae con todas sus fuerzas entre los más desfavorecidos. Mientras las morgues del país ha dejado de recibir cadáveres de enfermos del cólera por temor a que la enfermedad se propague; una minúscula parte de la población de este país tiene la oportunidad de pasar un domingo pescando en su yate de lujo disfrutando de una cerveza bien fresquita mientras disfruta de la vida.

Las playas de Kaloa y Kyona son testigos mundos de un lujo indigno. Un lujo insultante para los haitianos que miran con desesperación a su alrededor buscando que alguien les saque del pozo sin fondo en el que llevan metidos desde hace décadas. Mientras, los ricos continúan metiendo mano en la caja. Un dinero donado por los países ricos para alimentar a una población que se muere de hambre; no para que un tipo se compre un Porsche Cayenne (70.000 euros, sin ningún tipo de extra) gris metalizado y lo luzca por el centro de Puerto Príncipe mientras los pobres haitianos le miran con odio en los ojos desde sus endebles casitas de lona y chapa.

¿Dónde está el dinero de los haitianos? ¿Quién se ha quedado los miles de millones que el mundo dio para que salieran adelante? No puede ser que después de 77.000 millones de dólares haya aún 1.300.000 millones de haitianos sin hogar. Tirados de cualquier manera en lo que en otra época eran parques o plazas. Hoy convertidas en pequeñas urbes. ¿Quién se ha quedado ese dinero? Creo que es hora de que alguien dé explicaciones al respecto.

La localidad de Cayes es un buen punto de partida para buscar una respuesta a esta indecencia. Allí está parte del dinero que el mundo lleva años donando a Haití… Lo más curioso del asunto es que nadie dice nada. Supongo que será un “Hoy por ti… mañana por mí”. Lamentable que todosestemos de acuerdo con las reglas de este juego. ¿De verdad hemos venido a ayudar a los haitianos o nos hemos venido a reír de ellos? ¿Manifestaciones? ¿Disturbios? Lo raro es que esto no haya explotado antes.

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