En Días de pesca (más conocida así, por su título original) Sorín repite fórmula y vuelve a poner su foco sobre un mundo visitado ya numerosas veces. Quizá con peor resultado que otras ocasiones. Lo contado en pantalla, la historia de ese pobre Marco que trata de cambiar de rumbo su vida, de recuperar algo que decidió dejarse tiempo atrás, resulta creíble, humano. Pero se deja ver tan bien como tan pronto se espera el final. Y al salir del cine se descubre que nada ha sucedido, que no hay huella.
No hay que negarle su cuota de pesimismo y buenas intenciones a este cuento de Sorín, entre otras cosas por Alejandro Awada, la música que firma Nicolás Sorín y ese secundario tan simpático que es Óscar Ayala. Pero yo no noto la emoción nunca. A lo peor es cuestión de sentimientos.
En todo caso, el resultado no es de ningún modo ofensivo, y muchos encontrarán en esta árida Patagonia el calor necesario para encumbrar la historia y salir con el pecho lleno o compungido. Eso ya depende del escepticismo de cada uno.
Aquí nuestra entrevista con Carlos Sorín.