Revista Coaching

Dichosas dependencias

Por Falcaide @falcaide

Dichosas dependencias

Hace algún tiempo, en el post El verdadero lujo es la libertad dije que hablaría algún día de ello. Hoy lo hago. Creo que la felicidad está muy relacionada con la libertad, porque la libertad es la posibilidad de ser uno mismo. En el post citado recogíamos las palabras de Don Quijote a su escudero: 'La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos, con ella no pueden igualarse los tesoros que encierran la tierra y el mar; por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida'.

Todo aquello que supongan restricciones a la libertad (bien entendida), nos aleja un poco de ese ideal de ser nosotros mismos. Para mí las dependencias son tremendamente dañinas para ese fin, y desde mi punto de vista, pueden ser de tres tipos:

1. Dependencias emocionales:

Son aquellas que se dan con la pareja, los amigos y la familia. Consiste en hacer sentir culpable al otro por no comportarse como nostros pensamos que debe comportarse. La gente más insegura y débil suele ceder y convertirse en una marioneta en manos de un tercero, ya sea el marido, la madre o su amiga de la infancia. Y es que hay gente que es capaz de hacer del chantaje y la manipulación emocional una obra de arte.

De hecho en alguna ocasión he denominado la amistad como 'el respeto absoluto a la libertad individual, a lo que el otro es o decide ser'. A menudo, la decepción con un amigo no es sino una forma de egoísmo. El otro no se ha comportado como yo hubiera querido que se comportase y me ha decepcionado: 'Podía haber llamado'; 'no ha venido a mi cumpleaños'; 'parece mentira que ni siquiera haya tenido un detalle'… Si el otro no lo ha hecho era porque no quiso hacerlo...

Un consejo: ten cuidado de no convertirte en el que los demás piensan que debes ser. Nunca estarás satisfecho. Si intentas agradar a todo el mundo todo el tiempo el resultado no es difícil de pronosticar: infelicidad.


2. Dependencias materiales:

Lo hemos dicho en otras ocasiones: hay jaulas que son de oro. El dinero es maravilloso; ser un esclavo de él produce muchas insatisfacciones. Cuidado con las hipotecas, deudas y gastos que son prescindibles. Como me confesaba una vez Pedro Ruiz: 'Cada día nos cuesta más caro vivir peor'. Un directivo también me decía en una ocasión: 'Cuando uno tiene un yate hay dos momentos felices: el día que lo compras y el día que lo vendes'. Entre medias, los gastos se van comiendo el patrimonio sólo para presumir. Si tienes dinero, cuando te apetezca, alquílate el yate y no te compliques la vida. ¿Problema? En una cultura como la nuestra (de propiedad) tiene poco glamour. Lo que vale de un yate es decir que es tuyo.

3. Dependencias sociales:

Consiste en comportarse con lo que es socialmente aceptable. Es la necesidad de aprobación de los demás que tantos damnificados deja por el camino. Poca gente se atreve a separarse de la masa (véase el libro El hombre masa, de Ortega y Gasset) y seguir su destino natural. Quien lo hace, también tiene que pagar un peaje. El coste emocional a menudo es la soledad, un cierto aislamiento afectivo producto de la incomprensión por ser uno mismo. ¿Merece la pena? Creo que sí. Con el tiempo la gente te respeta si te haces respetar. Tal vez no a la primera, pero sí pasado un tiempo.
Un vídeo que ya he dejado en otras ocasiones pero que es fundamental recordar de vez en cuando (la capacidad de olvidar es grande) y que refleja mi filosofía de vida con terceros: Cuando alguien tome cualquier decisión sobre su vida, con independencia de que tú harías las cosas de otra manera, apóyale, es su vida. Si alguien no respeta tus decisiones, no te merece. Aquí va el vídeo:


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