Revista Cultura y Ocio

Dickens, no eres tú, soy yo

Publicado el 15 septiembre 2014 por Paula Lucas @letrasconlasopa

Dickens es uno de esos escritores que siempre me acojonó. Aunque no al nivel de James Joyce y su Ulises o Melville y su Moby Dick, apunta maneras para que me entren sudores fríos y me tiemblen las rodillas cada vez que oigo pronunciar su nombre. A pesar de eso, me dejé engatusar por el entusiasmo del Club Pickwick y acepté leer "La pequeña Dorrit". "Dios nos coja a todos confesados", penśe, "en qué berenjenal me he metido". Pero como decimos los gallegos, ¡maloserá!
Dickens, no eres tú, soy yo.
Para ir acostumbrándome al hombre, a sus manías y a sus cosas, comencé a leerlo poco a poco como quien no quiere la cosa, al principio, sólo en los trayectos de ida y vuelta en el bus para que no fuese todo tan de sopetón. Vamos, como quien sale con sus amigos e invita al chico/chica/ser de otra galaxia que le gusta a que se venga y así ir conociéndose un poco y evitar posibles silencios incómodos hasta estar preparados para quedar a solas. NUNCA se está realmente preparado pero, eventualmente, eso sucedió. Y OMG. Ou. Em. Yi. Oh. My. God. Me quedé yo sola. Con Charles. Cagada de miedo.
Dickens, no eres tú, soy yo.
Al principio entre la velocidad de caracol a la que Dickens avanza y que la historia no me estaba haciendo mucha gracia, pensé en dejarlo y salir pitando de allí. Pero tan pronto como los personajes pusieron un pie en Londres y dejaron a los franchutes, todo se fue animando. No es que surgieran chispas, precisamente, pero no estaba mal. Me estaba gustando. Aquello podía ser el comienzo de una nueva amistad y ya estaba viendo un nuevo amor literario surcando el horizonte. Yo y Charles 4eva. Ya me estaba imaginando haciendo delcaraciones públicas de amor y poniendo candados en puentes. Me estaba portando un poco a lo Bridget Jones cuando escucha campanas de boda con Daniel Clever tras haber recibido un simple mensajito subido de tono sobre su falda, porque aquello me estaba gustando, pero de manera comedida y con moderación.
Dickens, no eres tú, soy yo.
El principio, resultaba prometedor con todos aquellos personajes tan bien creados y desarrollados y una historia que parecía perfectamente hilada y detallada. Un libro que requiere tiempo para meterse de lleno en la historia pero de esos que te llenan de orgullo y satisfacción haberlos terminado y que legitima a cualquiera para fardar después y poder decir " ¿Ves ese libro? Pues yo me lo leí. Flipa. En. Colores."
Dickens, no eres tú, soy yo.
Pero como siempre, cuando de tochacos estamos hablando (a menos que los haya escrito un ruso con barba hipster llamado Leo), la cosa no terminó tan bien. Los empiezo a tope, supermotivada, totally on fire y luego como tarde un poco demasiado en terminarlos, me desinflo porque se me van los ojos a otros libros que se cruzan en mi camino y se me insinúan. Me prometen que van a ser la lectura de mi vida y claro, diles tú que no, porque yo no puedo. NO PUEDO. Cuando se trata de literatura, soy una chica fácil. No puedo evitarlo. Demandadme.
Dickens, no eres tú, soy yo.
En este caso fue un monstruo francoparlante y bastante culto el que me apartó de Charles. Con todos esos razonamientos y frases tan congruentes formadas con palabras cultas, fue amor a primera vista. 
Dickens, no eres tú, soy yo.
Mary Shelley resultó ser todo lo contrario a Charles. La tía no se anda con rodeos, si quiere decir algo lo dice y si no, se calla. Va al grano, es directa y resuelve todo en un pis pas y además, teniendo en cuenta que venía de Dickens, avanzaba a la velocidad del Halcón Milenario, con lo que no había lugar a despistes o libros que me despistasen.
Con no poca fuerza de voluntad, traté de volver a Dickens cuando Frankie se acabó, pero nuestro momento ya había pasado. Traté de volver a meterme en la historia pero no hubo forma. Desistí pasada la página 439 y un cuarto. Charles y yo ya no estábamos en la misma onda.
Dickens, no eres tú, soy yo.
A Dickens y a mí se nos rompió el amor y quedó relegado a la estantería de la vergüenza junto con "Los desnudos y los muertos" de Normal Mailer, con el marcapáginas en la página 398, "Los miserables" en la página 216, o "Lo que el viento se llevó" en la página 354.
¿Habéis leído "La pequeña Dorrit"? ¿Qué escritor os da tanto miedito como a mí Dickens?


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