Dido – Girl who got away

No hay mejor cura que una buena sobredosis de Dido. Os lo digo por experiencia propia. Gracias a ella he curado algún que otro desamor, para ser fiel a la verdad también me ayudaron dos palabras mágicas que en mi vida van de la mano. Johnny Walker y cocaína.

Ahora con los años recuerdo largas sesiones en mi casa, donde a lo único que me dedicaba era a destrozarme el cuerpo a base de estupefacientes y Dido en modo repeat. Nadie es perfecto, ¿verdad?

Cuando pasaron los años casi que añoraba más a Dido que al resto de drogas que pasaron por mi cuerpo. Hace cosa de unos meses que empecé a leer que Dido volvía con disco nuevo. Siempre me encantó. No sólo por lo que implicaba escuchar su música en aquella época si no porque ha sido, es y será una artista como yo entiendo que debe de serlo. El fenómeno fan se queda a un lado cuando hablamos de ella. No da entrevistas sin ton ni son y menos entra en programas de mierda al más puro estilo Bisbal & Cia. Dido antes de ser artista o cantante es una persona, cosa que muchos se olvidan por desgracia.

La castigaron mucho con su segunda y tercera entrega. Es cierto que discos como No Angel probablemente hay muy pocos en este mundo, pero tampoco como para darle la caña que le dieron. Ahora tenemos desde hace una semana en el mercado “Girl who got away”.

Es un disco correcto, bien hecho y sobre todo con el fondo y las formas que Dido da a su música. A mí me asombra como una persona puede tener una voz tan bonita y sobre todo una dicción ejemplar. Me fascina poner el volumen a tope y cerrar los ojos mientras degusto su voz.

Necesario e imprescindible para cualquier tipo de dolencia que se tercie ahora que parece que el invierno por fin saca sus garras.

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