Revista Cultura y Ocio

Dignidad griega

Publicado el 06 julio 2015 por Benjamín Recacha García @brecacha
Forges Grecia

El maestro Forges lo vuelve a clavar.

El pueblo griego ha respondido como creía que lo iba a hacer. Para mí era inconcebible que votara mayoritariamente por seguir de rodillas ante los organismos internacionales que llevan empeñados desde hace cinco años en que devuelva la deuda que mantenía básicamente con bancos alemanes y franceses y que, tras los sucesivos rescates, ha pasado a deber a los países de la Unión Europea, el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional.

Resumiendo mucho: las instituciones internacionales prestaron dinero a Grecia para que pagara a los bancos, un dinero, por cierto, que básicamente salió de otros bancos, de manera que es comprensible que lo tengan que devolver a toda costa, porque ya se sabe que lo más sagrado en este mundo es que los bancos no pierdan dinero jamás.

Vamos, que los griegos nos deben una ínfima parte de esos 26.000 millones que muchos ladran por ahí. Se los deben principalmente al sistema financiero que hemos rescatado con nuestro dinero, ese sí que es nuestro y no lo veremos jamás de vuelta, pero quienes ladran contra los griegos maleantes no se llevan las manos a la cabeza por ello.

Miles de millones regalados que han utilizado para comprar deuda estatal que promete jugosos intereses. El negocio redondo. Pero qué malos son los griegos, que pretenden que les saquemos la rodilla del cuello.

Yo creía que el ‘NO’ ganaría claramente en el referéndum de este domingo, y me alegro de que el pueblo griego haya demostrado que la dignidad la mantiene intacta. Syriza ha dado una lección de democracia en una Europa donde la tecnocracia creía tenerlo todo bien controlado. Ciertamente, así sigue siendo, pero tras el resultado de esta noche me atrevo a aventurar que van a tener que pensárselo muy bien antes de cortar la respiración asistida al enfermo definitivamente.

No porque la voz del pueblo griego les vaya a hacer recapacitar, no porque les importe un rábano el destrozo social que la austeridad inútil ha provocado en Grecia, España y Portugal. Que la deuda pública se haya disparado como consecuencia de los recortes sádicos hasta hacerla insostenible carece de importancia mientras el enfermo pague los intereses de la deuda, que a eso es a lo que llega el dinero de los rescates.

Lo que puede hacer recapacitar a los tecnócratas, políticos a los que la democracia les encanta siempre que les dé la razón, es que abandonar a su suerte a los griegos puede ser aún más contraproducente que aceptar a regañadientes parte de las demandas de ese gobierno populista que se atreve a consultar al pueblo para tomar decisiones trascendentales.

Abandonar a Grecia podría ser la espoleta definitiva para que ese populismo descerebrado que pone el bienestar de la ciudadanía en el número uno de las prioridades (¡antes incluso que el pago de la deuda!) se extendiera sin remedio por el resto del sur de Europa. Me imagino a Merkel, Hollande, Draghi, Junker, Lagarde, al holandés ese de cara agria que le negó el saludo a Varoufakis, analizando entre espumarajos e insultos a los putos comunistas griegos qué estrategia tomar para evitar el “contagio”. Les encantaría hundir a la maldita Grecia en el Mediterráneo, pero no pueden hacerlo. Ahora ya no.

Me gustaría creer que dentro de unos años recordaremos este 6 de julio como el día en que el OXI griego significó el punto de partida a una unión europea asentada en las bases que nunca debió olvidar: democracia, solidaridad, justicia social. Me gustaría creerlo, pero soy consciente de que hay demasiados obstáculos, y muy poderosos, que superar.

El resultado del referéndum, cuya traducción práctica soy incapaz de prever, sí tiene, sin embargo, una profundísima carga simbólica. Los griegos han recuperado la dignidad y han despertado la admiración de una parte significativa de los europeos, de los que se ven reflejados en la durísima realidad que padecen. Si ellos, que llevan años con la rodilla en el cuello, han sido capaces de rebelarse, de derrotar al miedo y al chantaje, ¿qué razón nos impide hacerlo a nosotros?

La ortodoxia, la corrección (falsedad) política, la apariencia ha tensado tanto la cuerda que se ha roto. Millones de europeos han traspasado la frontera tras la que ya no se tiene miedo a perder más porque no queda nada que perder, y muchos de ellos han recuperado la conciencia de clase, han vuelto a la política, a implicarse en la movilización social. No se han dejado caer en la apatía. En mi opinión, movimientos como el 15M y la PAH (en España) han sido decisivos para haber llegado al momento en el que los perdedores, los que nunca vieron la luz al final del camino, ahora piensen que sí se puede.

En esta Europa durante demasiado tiempo gris y aburrida por fin aparece el color, la ilusión y la esperanza. El OXI griego es un grito lleno de color que nos debe ilusionar. Por qué no. Si en España llegara a gobernar una Syriza, la grieta abierta en la Europa intransigente sería imparable.

La oportunidad es ahora. Grecia no va a poder aguantar mucho tiempo sola. Encontrarán la manera de deslegitimar a su gobierno, de hacerla claudicar de nuevo. Esta misma semana lo intentarán. Van a poner a trabajar la maquinaria propagandística a todo trapo para continuar presentando a los griegos como unos vagos aprovechados, morosos e insolidarios, con sus gobernantes mentirosos y populistas a la cabeza.

Y ahora es cuando lanzo el mensaje en clave local: los partidos y movimientos progresistas españoles están obligados a entenderse. La unidad popular es más necesaria que nunca. Ningún partido, por mucho que su líder asegure que pueden, va a sacar del gobierno, en solitario, a la organización mafiosa que nos está martirizando. No conseguir la confluencia antes de las elecciones por una cuestión de siglas sería un error imperdonable.

¿Hemos escuchado a Grecia? Pues que tomen nota.

Me voy a dormir bailando ‘Zorba el griego’, a la salud del maestro Mikis Theodorakis.


Volver a la Portada de Logo Paperblog