Revista Cultura y Ocio

Discapacitado tú – @hipst_eria

Por De Krakens Y Sirenas @krakensysirenas

“¡Taxi!
No voy a llegar, va a cerrar y no voy a poder probarme. Si es que no puedo estar en todo. El problema es que como me atrase, el vestido no va a estar. Y si no me gusta como queda, y si no me lo arreglan bien, que pena tenerlo que tocar. A Carlos le encanta, pero creo que estoy demasiado delgada, como siga perdiendo peso el vestido no va a quedar bien. Con tanto lio me olvido hasta de comer, y encima Carlos dice que no deje el gimnasio, que necesito estar más en forma. Pues no creo que esté tan mal, la verdad.
– Por favor, ¿Puede conducir más rápido?
Ya no llego”.
Todo se le amontonaba, no sólo tenía repleta su agenda, también su cabeza. Mil cosas que hacer, obligaciones, responsabilidades y últimamente inseguridades, divagaciones y preguntas que esperan una respuesta in extremis, ahora que su vida iba a dar el gran cambio que implica casarse y formar una familia, su familia.
Los últimos días, sin saber por qué, había sido una continua evaluación de su vida, su adolescencia, sus años de facultad, los últimos tiempos desde que Carlos entró en su vida. Habían sido días de recordar sus sensaciones e ilusiones pasadas, sus anhelos, sus proyectos…
Era feliz, pero algo le inquietaba.
Iba a casarse con un hombre maravilloso, el soltero más codiciado. Era guapo, deportista, popular, un triunfador con una situación económica envidiable, era perfecto y la quería a ella, “¡Qué suerte tengo!”.
Si, eso le decían todos, “qué suerte tienes Claudia, has conseguido hacer sentar la cabeza a uno de los mejores partidos de la ciudad, lo tiene todo. La suerte de las guapas”.
Sí qué suerte tengo. Pero su sonrisa no acababa de ser amplia y luminosa, como la de antes. No había carcajadas, sólo nuevas ilusiones, pero no las suyas. Dónde estaban esas, en qué lugar del camino se apearon de su vida, estarán intactas o desparramadas en cualquier bordillo.
Tanto estudiar, tanto esfuerzo, para no llegar a ejercer su carrera de psicología y no tocar un libro relacionado con su profesión, desde que terminó el máster de Discapacidad e integración laboral, ese que tanto la había ilusionado.
Carlos decía que para qué iba a trabajar, que no lo necesitaba. Podría vivir sin tener que madrugar ni atender a gente con problemas y dedicarse a su familia y a pintar, su otra gran pasión. Carlos, siempre Carlos, pero no le sonaba mal.
Ella siempre había querido trabajar ayudando a los demás. Tenía una sensibilidad especial hacia los discapacitados intelectuales. Sin duda a ello había contribuido su relación con Gema, su vecina y mejor amiga. Una chica de su misma edad, con síndrome de down con la que, a lo largo de los años, había compartido juegos, risas y mucho amor, todo el que tienen y dan esos seres tan especiales. Quizás no les falte un cromosoma, quizás lo que ocurre es que éste se esconde en su corazón y hace que lo tengan tan grande.
Y así, a pesar de que la vida y las diferentes evoluciones de ambas se empeñaban en separarlas, esto no ocurría. Siempre habían estado la una para la otra, Gema llenando sus días de alegría y de amor, y ella apoyándole en su difícil periplo de vida, ayudándole en sus estudios y poniendo su granito de arena para que hoy en día fuera una persona formada e independiente. No podía sentirse más orgullosa de ella, no la podía querer más.
“Qué pena que Carlos no la acabe de aceptar, qué pena que no la conozca y se impregne él también de todo lo bueno que me da, qué pena. ¿Qué pena? Pero si ella sólo me proporciona alegrías”
Y de pronto le empieza a invadir una mezcla de sensaciones, que le hace entrar en un bucle, afortunadamente roto por el sonido del móvil.

– “Sí, soy yo”.

No se lo podía creer, era de la Fundación “Derribando muros”, le ofrecían un puesto de trabajo vacante que se adecuaba a su perfil. Se había presentado a un proceso de selección dos años atrás, recién terminado su último máster y justo ahora, a falta de sólo dos semanas para la boda, le ofrecían el trabajo de sus sueños. Pero no de los de él.
“No voy a poder, Carlos no va a querer. Pero es lo que siempre he querido hacer, para lo que tanto he estudiado y me he esforzado, son mis ilusiones. Pero tampoco éstas son las de él”.
Y en tan sólo un segundo comprende lo que en tanto tiempo no había conseguido ver. No estaba viviendo su historia, sólo se escribía la de él.
Si, Carlos lo tiene todo, incluido mi vida, de la que se apoderado, mis ilusiones y sobre todo mi alegría. Qué suerte tengo. La suerte de las guapas. Todo es suerte, ¿Yo no me merezco nada, no valgo nada, no tengo derecho y fuerza para soñar, ambicionar, equivocarme y levantarme por mi misma, y a vivir mi propia vida? Yo lo quiero con todo, pero él me quiere con condiciones, que es lo más parecido a no querer nada. Como no me quiero yo, porque ha intentado dibujarme a su antojo, buscando una perfección que no existe, llenándome de inseguridades, de dudas, de nos. Dónde está la chica que se comía el mundo, vehemente y luchadora. Hace mucho que no la veo, pero está aquí, ha vuelto.
Lo va a comprender, ¿O no?”

No sé quién es más subnormal, tú o tus discapacitados.

– Discapacitado tú, subnormal también.

Continuará, pero esa ya es otra historia.

(Eso sí que es empezar con buen pie)

Visita el perfil de @hipst_eria


Volver a la Portada de Logo Paperblog