Revista Cultura y Ocio

Discapacitado tu – @JokersMayCry + @Moab__

Por De Krakens Y Sirenas @krakensysirenas

Recuerdo con claridad el día que nació Alba. Apoyó sobre mí su carita redondeada y pequeña y la miré con arrobo. Ella abrió sus pequeños ojos rasgados y yo juraría que me sonrió antes de aplicar su boquita sobre mi pecho para comer. Me pareció la cosita más hermosa del mundo, al fin tenía una razón para vivir.
Sabía que la vida no iba a ser fácil, que la enfermedad de Alba hacía complicado que lleváramos una existencia completamente normal, pero me juré que jamás permitiría que mi pequeña se sintiera diferente, inferior ni marginada. Yo juré; tú callaste. Callaste al mirarla a la cara por primera vez, callaste cuando el médico nos dio el diagnóstico, callaste cuando viste que la amaba, callaste mientras juraba, callaste en el hospital, callaste en la calle y callaste en casa… Callaste mientras te alejabas…
Síndrome de Down. Eso no era algo que encajara en tu vida. Eso no era algo que le pasara a la gente de tu familia. Eso era algo que no podía ocurrirle a alguien como tú.
Seguro que era culpa mía, que estaba en mis genes o era no sé qué castigo divino impuesto por el cielo a algún pecado imperdonable de mi juventud.
Callaste durante meses y meses mientras te escurrías de nuestras vidas como el agua de la lluvia resbala por la calle hasta la alcantarilla.
Al final desapareciste completamente el día que dejaste de callar, espetándome a la cara que tú no pensabas hacerte cargo de esa “subnormal”.
Al principio ella te buscaba, intentando encontrarte por los rincones de la casa por donde solías esconderte cuando estaba despierta (eso, cuando no te largabas al bar). Yo anhelaba descubrirte escondido bajo las frías sábanas. Arreglé nuestra falta de cariño convirtiendo mi cama en el refugio de Alba.
Alba creció y se convirtió en una niña preciosa, sus ojos brillaban de alegría y siempre tenía una sonrisa para todo el mundo. Una sonrisa que era como una ventana abierta a su alma pura y llena de luz. Mi niña requería cada vez más atención, y cuidados así que tuve que dejar de trabajar. Por desgracia, algunos de los cuidados de Alba requerían de un ingreso de dinero constante el cual yo ya no tenía así que decidí que, aunque me doliese en el alma depender en parte de ti iba a obligarte a hacerte cargo de lo que te tocaba. No por mí, sino por ella. También creí que sí la conocías mejor, podías acabar enamorado de su dulzura tanto como lo estoy yo. Ilusa que aún soñaba con ser una familia.
Peleé como una jabata junto a mi abogado para que mi niña tuviera sus cuidados y un padre aunque éste estuviera la mayoría del tiempo ausente.
Luché hasta la extenuación y la ruina económica por los derechos de Alba, para poder cumplir el juramento que le hice al nacer de hacer de ella una niña feliz. Tú luchaste como la bestia que eres por lo contrario.
Hoy, después de mucho tiempo de estrés, pelea, llanto, mentiras (llegaste a pedir una prueba de paternidad porque cuestionabas que fuera tu hija) y noches en blanco, el juez ha dictado sentencia. Una que, por mucho que lea una y otra vez, no entiendo. Te exime completamente de tener que ocuparte de tu pequeña hija de siete años.
No olvidaré nunca tu sonrisa de suficiencia la última vez que te vi, cuando pasaste a mi lado y me susurraste muy ufano “de esa mongola te encargas tú, yo no voy a ser padre de una discapacitada.”
No, hijo de puta, mi niña estará enferma, pero el discapacitado eres tú, que no eres capaz de amar la pureza de mi hermosa pequeña porque no ves la perfección de sus ojos vivos y su blanca carita de luna llena. Discapacitado tú que te desentiendes de un corazón del cual la mitad del latido te pertenece. No… no eres un discapacitado, estás muerto, cabrón, de entrañas para dentro. Y no voy a dejar de luchar hasta que a Alba, se le reconozcan sus derechos.


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