Revista Ilustración

Disociados – Gsús Bonilla y J.A. Barrueco (antólogos)

Por Davidrefoyo @drefoyo
Disociados – Gsús Bonilla y J.A. Barrueco (antólogos)
Atrapados en la búsqueda del mito, observamos el cajón de las leyendas, los viejos discos de grandes éxitos que tantas tardes decoraron, el póster de aquel ídolo caído que sufre el deterioro en el cuarto trastero. Presos de una especie de mitomanía, de rollo freak, nos hicimos mayores. Aprendimos a leer poesía, otra poesía. Escuchamos música que no imaginábamos hace algunos años y, de repente, nos vimos abocados a una especie de huída hacia adelante, una fuga hacia no se sabe muy bien dónde. Una tarde de otoño, con lluvia amenazante detrás de la ventana, encontré Disociados, una “antilogía” poética de cuatro, sí, autores: El Ángel, Karmelo C. Irirbarren, Roger Wolfe y David González, que me recordó los comienzos, las razones de todo esto.
Disociados me llevó hacia atrás, sí, pero también hacia adelante. Me agitó, como solo estos cuatro autores pueden conseguir. No hablaré de clasificaciones ni de buenos o malos, me da lo mismo cuando disfruto con una lectura y, con este libro, he disfrutado como en los viejos tiempos, cuando me sentaba en la barra del bar y bebía cerveza mientras devoraba libros de poemas. Todos los libros de poemas.
Ahora todo es diferente, por eso un soplo de versos contundentes, una descarga eléctrica de rock & roll y poesía, una dosis de actitud frente al mundo, siempre es bienvenido. Gracias al trabajo de Gsús Bonilla y J.A. Barrueco –junto con la editorial, Ya lo dijo Casimiro Parker- he podido disfrutar de un libro de poesía independiente –en el sentido más estricto de la palabra-, una compilación de poemas que recorren y desgranan el bagaje poético de los autores seleccionados.
El Ángel: envuelto en el mayor de los mitos debido a su prematura muerte, pasó desapercibido durante años hasta que un grupo de escritores –y otros artistas- colocaron el foco sobre su escasa obra. Su libro “Los planos de la demolición” es un objeto de culto, un capricho demasiado caro por la dificultad de encontrar un ejemplar. El Ángel sabía transmitir emociones con una sutileza y una capacidad evocadora en la que demostraba su capacidad como poeta y como ejemplo, el último poema que escribió, que cierra su aportación en este volumen.
Karmelo C. Iribarren: otro de esos poetas escondidos, su poesía seca y áspera contrasta con la manera en la que disecciona la realidad con altura poética. Siempre me llamó la atención su valor para describir escenas cotidianas dentro del poema. Cercano a Carver y a la prosa minimalista, no podía faltar en una selección sobre esta senda poética.
Roger Wolfe: el detalle hecho verso, poema. Quizá su origen británico tenga algo que ver con la ironía que destilan sus poemas. A pesar de llamar a las cosas por su nombre y de mantener cierta actitud punk, no está exento de lirismo y musicalidad. En este libro, además, publica bastantes poemas inéditos lo que, sin duda, aporta más valor a la publicación.
David González: el poeta. Con él aprendí mucho de poesía, con él me picó el gusanillo por este tipo de literatura. David es un poeta más que interesante, un hombre que dice lo que piensa y que, a pesar de la dureza de sus versos, sabe emocionar y transmitir sensaciones que en otros poetas sería impensable. Publica varios de sus poemas estrella -singles- y aporta otros tantos inéditos que nos da una idea de por dónde transita su poética en estos tiempos.
Creo que es un libro básico, que puede servir perfectamente como definidor de una época, de una manera de entender y escribir poesía; este libro podría ser lectura obligatoria en el instituto, para demostrar a los jóvenes que la poesía no tiene por qué ser aburrida, que puede ser interesante, que puede servir para remover conciencias, intestinos y corazones. Que hay muchas poesías en España y, ésta, a pesar de no aparecer en las revistas, clasificaciones, suplementos culturales y demás, es imprescindible para entender la literatura española del cambio de siglo.


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