Revista Cine

Distrital/II

Publicado el 01 junio 2010 por Diezmartinez
Distrital/II
Un padre de familia de mediana edad y su esposa conservan aislados dentros de su casa a sus tres hijos, a quienes han educado no sólo para que teman el mundo exterior sino para tener una visión completamente absurda, distorsianada, de lo que sucede fuera de las bardas de su enorme mansión. En este universo creado/paralelo, los gatos son animales feroces que devoran a los seres humanos, los aviones que cruzan por los aires tienen el tamaño de un juguete, la palabra coño es sinónimo de lámpara, un zombie es una florecita amarilla y Frank Sinatra no sólo es el abuelo fallecido sino que su clásico "Fly Me to the Moon" es, en la libérrima traducción del tiránico padre, una oda al hogar y a la familia.
Diente de Perro (Kynodontas, Grecia, 2009), tercer largometraje de Yorgos Lanthinos, es una afortunada mezcla de La Aldea (Shyamalan, 2004) con nuestra propia cinta basada-en-un-caso-real El Castillo de la Pureza (Ripstein, 1973), sólo que cruzado por un impávido humor absurdo que no toma prisioneros. Hay, también, otra diferencia fundamental: mientras que en la película de Shyamalan estamos ante una parábola de la creación de un mundo artificial con el objetivo de protegerse de los peligros del exterior, y mientras en el filme ripsteniano la sordidez alarmesca de la historia no daba más que para criticar el autoritarismo familiar mexicano, en Diente de Perro la cinta no empuja al espectador a ningún tipo de lectura preconcebida. Desdramatizada al máximo, con tomas largas y escasos movimientos de cámara, con un encuadre fijo que desafía la normalidad visual/narrativa clásica, Diente de Perro bien puede entenderse como una alegoría política antiautoritaria, una sátira de la educación familiar o, simplemente, como ha asegurado de forma provocadora el propio cineasta, no es más que una puesta al absurdo de las dinámicas internas de la familia griega -y europea, por añadidura- contemporánea, en las que los hijos creciditos veinteañeros/treintañeros ni-ni (ni estudian ni trabajan, ni pitchean ni cachan ni dejan batear) siguen viviendo en el nido familiar hasta que el cuerpo aguante.
Sin embargo, que la película demanda una interpretación más profunda que la que el propio director afirma, es obvio: ninguno de los personajes tiene un nombre propio, no hay contextualización social alguna y ni siquiera queda claro en qué época se lleva a cabo la acción (por los aparatos electrónicos, parece que en los 80, aunque en algún momento el padre habla por un teléfono celular de, cuando menos, fines de los 90). Así, el papá -que trabaja como gerente de una enorme fábrica- es solamente el arquetípico Padre (Christos Stergioglou), hay una Madre (Michelle Valley) que se excita viendo felaciones en VHS y están los creciditos "niños" veinteañeros: la Hija Mayor (Aggeliki Papoulia), la Hija Menor (Mary Tsoni) y el Hijo (Christos Passalis).
Por supuesto, llegado el momento y cuando la cantidad de elementos extraños, irritantes y absurdos han llegado al extremo -la familia entera en cuatro patas ladrando para asustar a los temibles gatos, cierta fiesta familiar en la que la hija mayor hace un numerito dancístico-, se acercará el esperado clímax con la búsqueda de la libertad de uno de los tres hijos. Pero, fiel a la tradición de este tipo de películas, la irritación seguirá hasta el último instante, en el último fotograma, en el último segundo.
Diente de Perro se exhibe hoy martes a las 15:30 horas en Cinemark Reforma 222, el próximo jueves en el mismo Cinemark las 15 horas y, finalmente, el próximo domingo a las 18 horas en la Cineteca Nacional.

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