Revista Cultura y Ocio

Doce de Croce

Por Calvodemora
Doce de Croce
A.J. Croce es uno de esos genios invisibles que se mueven con cautela y que no pretenden en modo alguno el estrellato, las ventas masivas o que les fichen para anunciar nada en televisión. Solo hacen música, música perdurable, cuidada hasta el más mínimo detalle, despachada en un disco que pasará desapercibido para algunos y que será imprescindible para otros. No hay otro modo. Croce, hijo de Jim Croce, el del tiempo en la botella, es un artesano. En un tiempo en que las facturas artesanales no encienden pasiones, es de agradecer un disco como éste. Doce cuentos (Twelve tales) tira de seis productores y está grabado en cinco estudios y con cinco bandas diferentes. Tiene lo que ama cualquier amante de la cultura musical estadounidense. Turnished and shining es soul grasiento, setentero. Call of love es jazz de club nocturno, riquísima en matices, impregnada de humos, a la que no haría ascos cualquiera de los muchos Billy Joels que ha habido. What is love es la quintaesencia del pop que despachan los Eagles más tranquilos o unos Crosby,Still and Nash en un descanso entre piezas más rocosas. Right on time, una de mis favoritas, es una balada que acaba metiéndose en lindes psicodélicas, como si la pidieran Jeff Buckley o un Syd Barrett súbitamente baladista. No hay un cuento que sobre en estos doce de Croce. Uno cree que ha nacido en Nashville o que Johnny Cash o Allen Toussaint han venido a contarle los secretos del delta de Mississippi, donde está las raíces musicales de un pueblo. Han venido a bendecir a este cuarentañero gente del rango de Dr. John, que es un padre sin botela, anclando texturas, dejando que el niño crezca sin la estela del hippie padre, pero a la vera de la esencia, encimándole la pureza del bluegrass, del country, del jazz del music hall o del blues más limpio. Está Croce de estreno, aunque no sea éste su único disco. Llevo unos días metiéndole oído, aguzando el radar, por si algo se me escapa. Conozco un par de amigos (Jesús, Miguel) que van a paladear esta sesión memorable de canciones. Porque a veces se pierde la idea de las canciones. Estas doce de Croce son para tararear junto a Huckleberry Finn. No importa tener a mano una botella de bourbon y que sea de noche en un tugurio junto a un río. Ríos, Miguel. Terminamos como Heráclito, pero renovados. Aquí les dejo el regalo.

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