Revista Diario

Dolor femenino

Por 1maternidad_diferente

La maternidad supone, para muchas mujeres, un cambio radical, un punto de inflexión en su modo de vida, en su filosofía vital y en la manera de enfrentarse a los problemas. La muerte es la otra cara de la moneda, el final de lo que empezamos el día que somos madres, el fin de la vida que escapa húmeda de nuestro vientre.

La muerte es fría, vacía y sin sentido. No nos ofrece un mundo de posibilidades sino todo un futuro de ausencias. Y, sin embargo, celebramos la muerte como uno de los tres acontecimientos capitales en la vida, en la sociedad. Celebramos los nacimientos (la bienvenida a la vida), celebramos las bodas (que no son sino la puerta atávica de unión de una pareja para crear nueva vida) y celebramos la muerte (la despedida de la vida). En estos tres acontecimientos, es cuando cruzamos nuestros caminos con esos familiares lejanos que ya apenas vemos en estas ocasiones. Damos la bienvenida, festajamos la creación y despedimos. Y el ciclo sigue y sigue y sigue.

Y en todos estos acontecimientos, la mujer tiene un papel fundamental. La mujer es creadora de vida, la forja y la porta en su vientre, la mujer es cuidadora y criadora y sus brazos amorosos ponen a los hijos en la senda de la vida hasta que son fuertes y capaces de dirigir sus propios pasos, la mujer despide la vida con sus lágrimas y sus lamentos.

Lágrimas y lamentos en la hora de la muerte. Este último aspecto me resulta especialmente llamativo en estos días en el que hemos perdido un miembro de la familia, una mujer, hermana, madre, abuela, bisabuela... Y en estos momentos de duelo, los hombres se mantienen alejados, ajenos, reteniendo su dolor, prácticamente anulados para expresar públicamente sus sentimientos hacia la madre que han perdido. De la mujer, sin embargo, se espera y desea que exprese ostensiblemente su dolor, sus lágrimas y lamentos, que pasee su luto y sus plegarias.

Especialmente incrustado tengo en el cerebro el lamento "mi madre", "mi madre"... Debe ser porque cuando las mujeres somos madres, además de hijas, entendemos mejor la entrega, dedicación, el amor incondicional y los desvelos de una madre. Y, en el momento de perderla, nos sentimos desvalidas, huérfanas y solas, carentes del refugio siempre seguro y amoroso que son los brazos y el regazo de una madre. ¿O será simplemente que las mujeres hemos tenido "licencia pública" para el llanto durante cientos de años, mientras que de los hombres se esperaba que fueran duros, fuertes y poco dados a los sentimentalismos?

Porque, teniendo en cuenta que la entrega y devoción de una madre hacia el fruto de su vientre no conoce de sexo o condición, ¿No deberían los hombres lamentar, de igual manera, la pérdida del origen, del amor, del refugio? ¿Será que los hombre viran su lealtad amorosa de la madre a la compañera, mientras que las mujeres somos capaces de focalizar nuestros sentimientos en varias direcciones diferente sin confundirlos? ¿Será que ni tan siquiera en el momento de enfrentar una dolorosa muerte somos capaces de desnudarnos de los roles que se nos han impuesto socialmente desde el nacimiento?

Hace unos días murió mi abuela. Casi me sentía culpable haciendo estas reflexiones en mi interior en un momento de luto y duelo, tal vez fuera mi propia "negación" hacia todo lo que estaba sucediendo, mi vía de escape ante la aplastante evidencia. Ahora, sin embargo, me quedo con esos momentos de recuerdos, que mezclaban entre lágrimas y sonrisas, algún momento entrañable, alguna anécdota del pasado protagonizada por ella. Un momento de catarsis, de comunión, que demostraba que la que allí yacía ya sin aliento había vivido una vida plena, llena de penas y de alegrías, de añoranzas y celebraciones, de hijos, de gritos, de risas,... Una vida que había merecido la pena ser vivida, una vida que, regada por el amor dado y recibido, había florecido y brillado con luz propia... Una vida.

¿Esta información te ha resultado útil? Mi blog es un proyecto altruista, sin publicidad ni otro tipo de ingresos, redactado arañando tiempo a mi familia, mi sueño y muchas otras cosas.


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