Revista Sociedad

Domingo de ramos

Publicado el 20 marzo 2016 por Veterano
DOMINGO DE RAMOS   Con el Domingo de Ramos iniciamos la Semana Santa, unos días en los que vamos a conmemorar la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo. La Iglesia recuerda en este día la entrada victoriosa de Jesús en Jerusalén, aclamado por hombres, mujeres y niños que le han escuchado a lo largo de los pueblos y caminos de Palestina. La bendición de los ramos es una ceremonia sencilla. Después de preparar nuestros corazones durante la Cuaresma, por medio de la penitencia y las buenas obras, los fieles nos reunimos en los templos para recibir al Señor que viene a nosotros. La Pasión, Muerte y Resurrección de  Cristo es una realidad histórica y un aldabonazo a nuestras conciencias y un modo exigente de vivir nuestra fe. En aquellas personas revivió la esperanza de que llegaba aquél que venía en nombre del Señor. Así lo entendieron los más sencillos, sus discípulos y quienes le acompañaron, convencidos de su realeza. A la entrada de Jerusalén, mientras alfombraban el camino con sus mantos, reconociéndolo como Rey, gritaban: "Bendito el que viene en nombre del Señor. Paz en el cielo y gloria en lo alto". Fueron muchos los que siguieron a Cristo en este momento de triunfo, pero fueron pocos los que lo acompañaron en su pasión y muerte. En la dura y solemne liturgia del día, escuchamos con recogimiento la proclamación del "tercer cántico del siervo de Yahvé", que todavía me sigue impresionando. Isaías nos habla del siervo que se entrega a nuestro servicio. Cristo es el siervo fiel. En medio de un respetuoso silencio, escuchamos conmovidos el duro relato de la Pasión. La lectura está a cargo de un diácono o, en su defecto, del propio sacerdote. También pueden realizarla lectores laicos, adecuadamente preparados, reservando al sacerdote la parte correspondiente a Cristo. A lo largo de muchos años, he leído y escuchado muchas veces el relato de la Pasión. Emocionado, cada vez encuentro algo nuevo en este duro relato de la donación total de un Dios que, hecho hombre, se entregó sin límites hasta la muerte. Por eso, que toda rodilla se doble en el cielo y en la tierra. Es el Señor.  

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