Revista Cultura y Ocio

Dos lecturas del libro inédito de Blas de Otero

Publicado el 07 junio 2010 por Almargen
Dos lecturas del libro inédito de Blas de OteroEl pasado sábado (5 de junio) apareció en Babelia mi crítica a Hojas de Madrid con La galerna, el libro póstumo, y largamente anunciado, de Blas de Otero. Junto a mi crítica, titulada "La serenidad lúcida de Blas de Otero" se  publicó un texto, una mezcla de semblanza del poeta y juicio crítico respecto al libro, de Benjamín Prado titulado "Aún es pronto". Lo curioso del asunto es que mientras yo calificaba el volumen de "libro mayor" compuesto de poemas "a la altura de lo mejor de su autor, de una altísima calidad y de una madurez serena y contagiosa", Benjamín Prado afirma que quienes, desde hace años, hablaban de este libro como la cumbre de su obra, "exageraban". Y añade: "pero no importa, porque todo lo que nos fascinaba de él está aquí, aunque sea con menos fuerza y a pesar de que el conjunto resulte agotador" (el subrayado es mío). Es decir, una misma página de Babelia, un juicio entusiasta (el mío) y un elogio tibio, decepcionado (el de Benjamín).
Dos lecturas del libro inédito de Blas de OteroMi opinión, coincidente en lo esencial con la que unos días antes, emitió, en El Cultural, Francisco Díaz de Castro,  parte de una doble lectura del libro (que no me ha parecido agotador, por cierto, sino fascinante, lleno de sugerencias, de sentidos posibles, de pasadizos a un Blas desconocido, íntimo, frágil): lo leí, nada más recibirlo, de principio a fin, siguiendo el orden cronológico de los poemas y lo releí de fin a principio, retrocediendo en el tiempo desde los poemas más próximos al momento de la muerte de su autor hasta los escritos, recién llegado de Cuba, en 1968. Y tras esa doble lectura (complementada con relecturas adicionales de poemas emblemáticos, especialmente significativos) no puedo sino afirmar que es bastante probable que nos encontremos ante la obra cumbre del bilbaíno. Creo que tanto en Hojas como en La galerna brillan con una naturalidad apabullante la inteligencia poética y la madurez, el dominio del lenguaje y la emoción controlada, vivida, depurada en extremo, de Blas de Otero. Cierto que no estamos ante los poemas de Ángel fieramente humano o Redoble de conciencia (Ancia, para muchos su obra cumbre), pero sí estamos ante la superación dialéctica, ante el perfeccionamiento, del tono conversacional, directo, despojado y de una extrema brillantez de Pido la paz y la palabra o En castellano. A mi juicio, el poeta se ha desprendido de cierta retórica tremendista, hija de la época y de buena parte de la poesía social de herencia cristiana de los años 50 y primeros sesenta. Es como si, en esos poemas escritos a lo largo de una década en que que convive con la fase de madurez de los poetas del 50 y con sus libros de la época (Ángel González, Gil de Biedma, López Pacheco, José Ángel Valente, Goytisolo...). hubiera metabolizado la marcha hacia la subjetividad, desde lo colectivo, de las nuevas conquistas estéticas de esa generación.
Dos lecturas del libro inédito de Blas de OteroGabriel Celaya, Blas de Otero, Ivonne Barral, Carlos Barral y Ángel GonzálezEn Hojas de Madrid con La galerna estamos ante una poesía cualitativamente más lograda que la anterior, mucho más equilibrada, más serena y más lúcida. Se ha desprendido de los lastres retóricos de sus libros más conocidos  y, con independencia de algunos prosaísmos y de alguna proclama política fuera de tono (sobre todo cuando alude a Cuba o al estalinismo), alcanza un tono de complicidad, de cercanía, de calidez  cuyo logro es extremadamente difícil y, por ello, una muestra evidente de dominio del lenguaje y de madurez creativa. Yo era escéptico antes de enfrentarme al libro. Incluso tenía no pocas reservas tras recibir la opinión de algún crítico y profesor muy cercano a Blas. Sin embargo, en mis lecturas he vivido una experiencia de las  que pocas veces se repiten. Los romances, los sonetos (de una perfección vanguardista, innovadora, difícil), los poemas en prosa, en verso blanco, en verso libre o en versículo, nos muestran a un poeta mayor, capaz de afrontar la aventura de la crónica poetizada de Hojas de Madrid (tiene también la lectura de un diario de su vida madrileña, de sus lecturas, de sus decepciones y entusiasmos) al modo de un libro-poema y, a la vez, ofrecernos, en cada texto individualizado, la pieza singular e irrepetible del poema hondo y sabio, e invitarnos a visitar su trastienda emocional, enormemente compleja, de sus estados depresivos en La galerna. Para muestra, este espléndido soneto:
                        1970
Un niño está sentado en la escalera.
Baja un ratón retonteando a trechos.
La luna se deshila en los helechos.
Niño azul. Ratón gris. Luna de cera.
El viento asciende y le requiere "espera,
espera, niño, agárrate a los pechos
de la virgen", el viento abre los techos
como una carta urgente, volandera.
¿De quién, de dónde es este niño absorto,
tropezante, inocente? De este mundo,
es de este mundo del año setenta.
Una lágrima larga, un calzón corto, 
un silencio ascendiendo del profundo
hueco de la escalera cenicienta.
No comparto la opinión de Benjamín Prado. Cierto que una primera visión del libro o una lectura apresurada o superficial nos puede dar la visión que él expone. Sin embargo, la lectura sosegada, la relectura, el acceso a la urdimbre de cada poema es el camino que nos conduce a un territorio familiar, nos mete en la casa de Blas y de Sabina, nos aporta las claves de un tiempo y de una peripecia histórica y sentimental irrepetible. Cierto que sobre gustos no hay nada escrito, pero yo invitaría a Benjamín a realizar ese ejercicio. Estoy convencido de que su mirada sobre esta colección de poemas encontrará nuevos motivos para matizar, aunque sea un poco, sus reservas. Tan discutibles, por cierto, como legítimas.
Abajo podéis ver y escuchar "Me queda la palabra" en la voz de Paco Ibáñez.      

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