Revista Comunicación

Ébola: Secuencia de un despropósito

Publicado el 10 octubre 2014 por Elchesemueve Alberto Díaz Calatayud @Elchesemueve
Ébola: Secuencia de un despropósito

El Diccionario de la Real Academia Española, define la palabra gestión como aquello que "hace diligencias conducentes al logro de un negocio o de un deseo cualquiera". Si los responsables políticos hubieran aplicado convenientemente esta acepción a su forma de proceder en la crisis del ébola, no estaríamos como estamos. Se trata, sin duda, de un ejemplo más que claro de cómo no se deben hacer las cosas, con un cúmulo de despropósitos que ni planeado de antemano. Si hubieran querido hacerlo peor adrede, no lo consiguen. Es lo que tiene ser torpe por naturaleza, los logros salen de manera espontánea. Se trata de una cadena de despropósitos y mala gestión que harían sonrojarse a gobiernos de países tercermundistas, pero aún con todo, a Rajoy le han felicitado y todo en Europa (¿?). Conociendo al personaje yo diría que dichas felicitaciones han sido en tono irónico, pero nuestro presidente es inmune a tal recurso retórico. Hagamos un seguimiento de las meteduras de pata de nuestros ilustres responsables, enacabezados por la diligente ministra Ana Mato.

Repatrian a unos y a otros no

El 5 de agosto de 2014, el Gobierno decide repatriar a Miguel Pajares, misionero enfermo de Ébola. Una vez que se fleta el avión medicalizado, las autoridades intentan recomponer una planta del Hospital Carlos III para albergar al religioso. Recordemos que dicho hospital disponía de un área específica para enfermedades infecciosas que fue desmantelado en agosto de este año y que era referencia en España.

Para atender a Miguel Pajares se solicitaron voluntarios y Teresa Romero, auxiliar de enfermería, se presentó. En esos días, los profesionales sanitarios se quejaron amargamente de la falta de medios y formación específica para tratar una enfermedad tan complicada como el Ébola.

El 22 de septiembre de 2014, el Gobierno decide repatriar a otro misionero religioso, en este caso García Viejo, por los mismos motivos que el primero. La Orden Religiosa a la que pertenecían los misioneros solicitó hacer lo mismo con Paciencia Melgar, enferma también de ébola, pero el Ejecutivo de Rajoy alegó para no expatriarla que no era española. Días después se le invitó a España para ayudar a García Viejo, ya que ella, al haber superado la enfermedad, disponía de anticuerpos que podrían ser efectivos. El misionero García Viejo murió antes, pero Paciencia Melgar vino a España a ayudar, como se ha demostrado con Teresa Romero, a la que ha donado su sangre para intentar salvar su vida. Resulta curioso y cuando menos, hipócrita, que se niegue la repatriación por motivos de nacionalidad y luego se solicite su ayuda. Una lección de humanidad de esta misionera, de la cual deberían aprender nuestros dirigentes y la sociedad en general. Se nos debería caer la cara de vergüenza.

Primeros síntomas de Teresa Romero

El 29 de septiembre de 2014, la auxiliar de enfermería, Teresa Romero, presenta los primeros síntomas y lo comunica al Servicio de Prevención. Como quiera que la temperatura no alcanza los 38.6 grados, según el protocolo español -no el de la OMS, que no especifica ninguna cifra-, no se toma medida preventiva alguna. Hay que puntualizar que, según declaraciones del Consejero de Sanidad de Madrid, Javier Rodríguez, la auxiliar de enfermería no comunicó en ningún momento que estuvo en contacto con un enfermo de ébola, sin aclarar nunca por qué en dicho organismo -Servicio de Prevención- tampoco sabían quién era. Pregunta a voleo.

Teresa Romero visita después su Centro de Salud para que le observara un médico. Es atendida por una doctora que le diagnostica un cuadro gripal y le receta ibuprofeno y paracetamol. La doctora hizo la revisión de la paciente sin protección alguna, ya que no sabía nada del historial médico de la misma y, mucho menos, de su experiencia con un enfermo de ébola. Teresa Romero pensó que, al no tratarse de una infección por este virus, no debía informar al respecto. Muchas voces han sido críticas con la enfermera por no informar, pero resulta llamativo que, en una sociedad donde estamos total y absolutamente controlados en cuanto a nuestros datos, no sepan, en un Centro de Salud, el historial de una paciente. Es tan sencillo como consultar el mismo en un ordenador antes de proceder a la visita. Y más, cuando se supone que los protocolos de alerta están activados. Con el simple hecho de que Teresa Romero cruce la puerta de un hospital, ya tendrían que saber que se trata de un paciente especial.

Como quiera que la fiebre remitió debido a los medicamentos pero no evitaron otros síntomas propios del ébola, así, Teresa Romero acudió al 112 y comunica que es una de las sanitarias que estuvo con un infectado por el virus. Sin embargo y para dejar en evidencia al Consejero de Sanidad de la Comunidad de Madrid, no se activa alarma alguna y se vuelve a enviar a la paciente a su casa. De hecho, un epidemiólogo descarta el riesgo de ébola. Ordenan enviar a un médico a su domicilio, eso sí, sin protección alguna.

Cuando el facultativo llega a casa de la paciente, esta se encuentra nerviosa y con evidentes síntomas de malestar. Ante esto, el médico ordena su traslado al hospital para realizar análisis. Aquí se produce otro error de bulto, ya que como quiera que la alarma por ébola no está activada, la ambulancia que se dispone no viene mínimamente preparada y se trata de una convencional. Obviamente, conductor y sanitarios de la misma no utilizan protección alguna.

Traslado al hospital

En este punto asistimos a una situación surrealista. Se envía a la paciente al centro sanitario que le corresponde por domicilio, pero no al designado como referencia para el ébola. Como hemos dicho antes, la alarma contra el virus no se ha activado y las medidas adoptadas en dicho hospital son unos guantes y mascarilla para la paciente. Cuando los sanitarios hacen alusión a los antecedentes de la paciente, proceden a protegerse ante enfermedades infecciosas, dándose el curioso caso de que al médico que le atiende -que mide casi dos metros- ¡le viene corto el traje!. Hasta que da positivo por ébola permanece "aislada" en una zona apartada separada únicamente por mamparas.

Para rizar el rizo, cuando se hace el segundo análisis y vuelve a dar positivo, ¡no se avisa ni a la paciente ni al médico!, enterándose estos por los medios de comunicación. La ambulancia que trasladó a Teresa Romero no se aísla ni se desinfecta hasta 12 horas después del viaje. Como quiera que tampoco fue puesta fuera de servicio, realizó hasta siete viajes con distintos pacientes.

Conclusiones

Luego vino la cómica rueda de prensa de la ministra Ana Mato, el sacrificio de la mascota de Teresa Romero y las infumables declaraciones de Javier Rodríguez con respecto al caso. Como sabéis, este individuo no dudó en echar la culpa de lo sucedido a la sanitaria, sin pudor, sin vergüenza y sin un atisbo de compasión. Obvió errores gravísimos en la gestión del asunto, como se ha explicado anteriormente. Incluso se permitió el lujo de acusarla de mentirosa. Lo dicho, no valen las medias tintas con este sinvergüenza, simplemente hay que llamarle por su nombre: Troglodita.

Y lo hizo sin que Teresa Romero pudiera siquiera defenderse de las acusaciones, mientras se debatía entre la vida y la muerte. Es difícil ser más miserable. Pero no ha sido el único, los medios propagandísticos afines al gobierno también han actuado como lo que son, pelotas serviles al servicio de su jefe. No han dudado en subirse al carro de la demonización de la sanitaria, simplemente dando por buenas las explicaciones del orondo y bien alimentado Consejero de Sanidad. Y han llegado a extremos intolerables, como el vídeo en la televisión de Castilla La Mancha, presidida por la siniestra María Dolores de Cospedal, que no ha tenido empacho -ni vergüenza- en burlarse de la enfermera a través de un scketch que es todo menos propio de una televisión de un país civilizado, pero tratándose de Cospedal ya nada sorprende.

Se demuestra, por si alguien tenía dudas, que hubo fallos, errores de bulto imperdonables. E iría más lejos, la ciudadanía podría pasar por alto estos errores si después se aplican las medidas necesarias, porque todos tenemos derecho a equivocarnos. El enfado generalizado ha venido por la actitud de estos responsables, prepotentes, soberbios y carentes de empatía alguna, además de la absoluta falta de valentía para dar la cara ante la opinión pública, que les exigía explicaciones. Ha sido cuatro días después cuando se les ha visto hacer algo, pero eso sí, el presidente Rajoy sin admitir preguntas de los periodistas y la ministra Ana Mato en una rueda de prensa con ocho preguntas y que conestó lo que le vino en gana. Me pregunto de dónde narices sacan a estos tipos.


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